Diversos medios han comenzado a atribuir a redes sociales como Twitter y Facebook un papel vital en la cadena de sucesos que ha llevado a la salida de Ben Alí de Túnez. Pero, ¿cuáles son los mecanismos por los cuales las redes sociales pueden favorecer este tipo de transiciones?
Algunos de estos mecanismos ya han sido analizados durante los últimos días, como por ejemplo la enorme dificultad que los regímenes no democráticos tienen para censurar las protestas a través de la red o la rapidez con la que una revuelta puede ganar apoyo internacional. Y a buen seguro que hay muchos mecanismos más. Hoy vamos a desgranar, desde una perspectiva económica, dos mecanismos estrechamente relacionados: (i) la disminución de los costes de coordinación y (ii) la reducción del riesgo percibido por parte de los ciudadanos.
La teoría de juegos puede ayudarnos a comprenderlo. La represión sobre la ciudadanía no ha necesitado, históricamente, una gran porcentaje de opresores respecto al total de la población. A lo largo de la historia de la humanidad, los opresores se han beneficiado de una situación en la que los incentivos a alzarse contra la tiranía eran nulos. La razón es sencilla: aunque una gran masa de población desease rebelarse e instaurar un régimen más respetuoso con los derechos humanos, cada individuo por separado, sin contar con información sobre las intenciones del resto de oprimidos, sabe que rebelarse en solitario supone un castigo severo (cárcel, torturas o incluso la pena de muerte). Así, si no hay información ni posibilidad de coordinación a gran escala, una población oprimida se encontraba hasta ahora en un equilibrio perverso debido a los incentivos individuales. Es decir, una situación de equilibrio equivalente a la del conocido dilema del prisionero.
En cambio, las redes sociales alteran las “reglas del juego”, al permitir que los ciudadanos tomen la decisión sabiendo cual es la decisión que va a tomar el resto. Es decir, pone las condiciones que necesitan los jugadores del dilema del prisionero para alcanzar una situación óptima para ambas partes, inalcanzable cuando la comunicación entre las partes es imposible.
Además, una vez la revuelta está en marcha, la percepción del riesgo disminuye sensiblemente, puesto que la ciudadanía sabe que la capacidad de represión es limitada. Hasta ahora, la represión se realizaba de forma soterrada y los intentos de rebelión se silenciaban precisamente por dicho motivo, para transmitir a la población que la capacidad de represión se encontraba intacta. Ahora, en cambio, para los ciudadanos es mucho más fácil conocer el grado de insurrección y el riesgo real de represión: cuanta más población se sume a las protestas, menor es la capacidad de reacción de un régimen y más fácil alcanzar el nivel crítico necesario para que la revolución sea un éxito.
Para concluir, es necesario aclarar que ello no quiere decir que la transición y el proceso de negociación política posterior vaya a ser necesariamente más fácil, por lo que a Túnez aún le queda un arduo camino para llegar a un régimen democrático estable.