“La población española desciende por primera vez en 17 años por el éxodo de extranjeros”. La semana comenzaba con una aparente anomalía estadística debida a la emigración creciente de extranjeros en España. Más de 200.000 foráneos parecen haber abandonado nuestro país, aunque la cobertura mediática se encargó de recalcar que la población española había aumentado en 10.000 personas. Pero el problema es mucho más serio de lo que las cifras sugieren, ya que no se trata de un problema coyuntural derivado de la crisis actual: la clave está en que la población adulta ha comenzado a disminuir en España por motivos puramente demográficos. Veamos la magnitud de esta disminución y las consecuencias más inmediatas.
El gráfico muestra las proyecciones del INE de dos grupos de edad: población adulta (que hemos definido a partir de los 20 años, edad más cercana a la entrada media en el mundo laboral que los 18) y población mayor de 66 años(anticipándonos ya al aumento en la edad de jubilación). Pues bien, el gráfico muestra que la población adulta en España tocó su techo entre los años 2009–2012 y que en este mismo año 2013 ha comenzado a disminuir. El motivo es muy prosaico: las generaciones que se acercan a la edad de jubilación, nacidas en los años 50, son más numerosas que las que se acercan a la edad adulta, nacidas en los años 90, tendencia que se acelerará los próximos años cuando comiencen a llegar a la edad de jubilación los nacidos durante los años 60 y 70. Es necesario aclarar que las proyecciones del INE se basan en tendencias medias en el largo plazo y que, probablemente, han infraestimado la salida actual de extranjeros.
Pero la clave es que en 2013 ha comenzado una caída sistemática y gradual de la población adulta en España, un escenario completamente nuevo para las democracias modernas, acostumbradas al crecimiento continuo de la población adulta, por todo lo que ello conlleva: más crecimiento del PIB, más ingresos públicos y menor peso relativo de la deuda pública -dejemos por una vez de lado el problema con las pensiones y con la sanidad-. ¿Qué magnitud tiene esta caída anual?
El gráfico anterior muestra que la población adulta decrece actualmente a un ritmo del 0,8%, y que el ritmo de caída se ralentizará un poco hasta el 0,7% para luego acelerarse hasta alcanzar el 1,4%. El promedio anual es del -1%. Al final del proceso, España tendrá dos tercios de la población adulta con la que cuenta actualmente. Y si bien pueden producirse errores en las estimaciones debido a variaciones en los flujos de migración, lo cierto es que dichos errores pueden dar lugar a correcciones al alza o a la baja, como estamos viviendo en estos momentos.
El efecto sobre el PIB y la deuda de una población menguante
Los efectos de una caída sostenida de la población adulta pueden ser muy graves. Analicemos primero el caso del PIB. La descomposición más sencilla que podemos realizar es que el PIB es el producto de tres elementos: (I) la población adulta, (II) la proporción de población adulta que trabaja y (III) la productividad por trabajador. Es decir, la riqueza la producen las personas que trabajan dependiendo de su productividad. Y la variación del PIB dependerá por lo tanto también de dichos factores: de cuánto crezca la población en edad de trabajar, de la proporción de adultos que efectivamente trabajan y del crecimiento de la productividad. ¿Qué podemos esperar de cada uno de estos tres factores?
I. Población adulta.
Como hemos visto antes, la población adulta está disminuyendo ya a un ritmo de 0,8% anual, y el promedio anual de reducción será del 1% durante las próximas décadas. Es decir, la disminución de población adulta tirará hacia atrás del PIB, restando casi un 1% anual.
II. Proporción de población adulta que trabaja.
En este indicador, llamado tasa de ocupación, España ha sufrido históricamente tasas de ocupación mucho menores que el resto de la Unión Europea. Sólo durante el punto álgido del boom, 2007, logró España alcanzar una tasa de ocupación del 70% que la crisis actual ha situado de momento en el 59%. Pues bien, incluso si la recuperación de la crisis se iniciase hoy mismo y España se pusiese a recuperar terreno perdido, alcanzando de nuevo en dos décadas el 70% de ocupación, la aportación positiva de este componente sería del 0,5%.
III. El crecimiento de la productividad.
Es imposible predecir cómo evolucionará la tecnología y, sobre todo, la especialización sectorial de España (que es la que determina principalmente la productividad), aunque parece difícil que el país se convierta en pocos años en una superpotencia tecnológica con la caída de la inversión en ciencia y la modesta calidad de nuestra educación. De todas formas, podemos suponer un aumento anual de la productividad entre el 1% y el 1,5%, cifras que en el largo plazo concuerdan bastante bien con la experiencia histórica de los países desarrollados -aunque expertos como Robert Gordon argumentan que nos enfrentamos a un escenario de bajísimo crecimiento de la productividad-.
Pues bien, si combinamos dichas tres cifras (-1% población, +0,5% tasa de ocupación, 1%/1,5% productividad), el resultado es que España se enfrenta a un escenario de crecimiento del PIB en el largo plazo del +0,5% / +1%, ya que la productividad y el crecimiento de la tasa de ocupación a duras penas compensarán la pérdida de población adulta. Y esta conclusión depende, lógicamente, de que se cumplan dichas premisas. Si la productividad flaquea y la recuperación del empleo tarda en llegar, nos enfrentamos a una ‘fuerza tractora’ del -1% sobre nuestro PIB, con los dos principales problemas que ello conlleva: el crecimiento de los ingresos públicos depende en gran medida del crecimiento del PIB y el ratio Deuda/PIB no se podrá solucionar, como siempre se ha hecho, a base de crecimiento bruto.
Conclusión
España ha vivido durante varios años un espejismo de crecimiento basado en el aumento de la población adulta, tanto por motivos demográficos como migratorios. Pero este ciclo toca a su fin y cada vez entrarán más personas en la edad de jubilación que en la edad adulta. El problema del envejecimiento no es un problema abstracto ligado a las pensiones que se manifestará en el futuro. El problema está ya aquí, trae consigo una disminución de la población de casi el 1% anual y va a ejercer una fuerza proporcional, continua y negativa sobre nuestro PIB. Así, y en este contexto de recesión, un grupo cada vez menor de trabajadores serán los responsables de sostener a la población dependiente y de asumir la deuda pública creciente. El panorama no puede ser más sombrío.
3 Comentarios
¿Hay algún dato de cuántos de ese alto porcentaje de ancianos son extranjeros que no cobran el paro español? Sólo curiosidad. Soy de Málaga y toda la Costa del Sol está repleta de chalets comprados por ancianos europeos con la piel dañada que vienen aquí a pasar sus últimos días (cosa que, por cierto, nos viene de puta madre).
Hola, Ale:
Las cifras provienen de las Proyecciones de Población a Largo Plazo del INE:
http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=%2Ft20%2Fp251&file=inebase
Según el padrón municipal, un 4,5% de los mayores de 65 años residentes en España son extranjeros. Ello no quiere decir que tengan «pensión extranjera», por supuesto.
No obstante, por supuesto que esa parece una de las grandes oportunidades de España: convertirse en el destino preferido de los jubilados del Norte de Europa.
¡Muchas gracias!