El principal rasgo de la empresa mediocre es su falta autenticidad. Falta autenticidad en el trato a los clientes. Falta de liderazgos auténticos. Jerarquías que pesan más que los argumentos y jefes de los que ya nadie aprende porque optaron antes por la arrogancia que por la necesidad de reaprender. Organizaciones en las que pensar en grande molesta porque pone en evidencia. Consejos de administración que ya solamente saben leer números. Empresas en las que hay más gente procrastinando que creando. Empresas en las que la inercia acaba en indolencia y en las que las ortodoxias derrotan siempre a las dudas.
Estas son empresas mediocres, envueltas en su bucle, en las que el talento cada vez quiere estar menos. Las empresas mediocres creen que a la gente de talento solamente le interesa el dinero y no entienden que lo que les interesa sobretodo son espacios dónde continuar desarrollando su talento. La mediocridad es la anteposición de los límites, la definición perfecta de los imposibles, la entronización del presente como todo horizonte. Una empresa es mediocre cuando la media de sus profesionales son mediocres, son poco generosos, son críticos solo con los demás, les importan poco los proyectos, les importan relativamente los clientes, se importan básicamente a sí mismos.
La mediocridad es una decisión personal
Como dice el gran Jorge Wagensberg, la mediocridad es una decisión personal. En las empresas, en las instituciones, en las universidades, pasa lo mismo. La mediocridad es una decisión, tomada por sus líderes o aprobada clamorosamente en asambleas, pero es una decisión. La omisión es una forma habitual de decisión sobre la militancia en la mediocridad.
¿Cómo huir de la mediocridad?
Y ¿cómo huir de la mediocridad? ¿Cómo romper esa regla por la que ‘talento atrae talento y mediocridad atrae mediocridad’? Pues empezando por uno mismo. Buscar nuestra autenticidad en nuestro entorno personal y en nuestro entorno corporativo. No hay nada más mediocre que esperar que le rescaten a uno de su propia mediocridad. Salir de la mediocridad requiere actitud, esfuerzo y fomentar una espiral infinita de aprender – desaprender – reaprender. Salir de la mediocridad empieza por no abonarse a las quejas fáciles ni la autocomplacencia. Lo que marca la línea de flotación de la mediocridad es la actitud ante el aprender, tanto personalmente como corporativamente.
La búsqueda de la excelencia (todavía es útil leer a Peters y a Waterman), la cultura innovadora, la preocupación por el desarrollo de las personas, una concepción del liderazgo basado en visión y servicio, una misión que abrace a la vez a la empresa y a la sociedad, y sobretodo un compromiso por la autenticidad, son factores que nos previenen de la mediocridad. En un mundo VUCA como el nuestro, huir de la mediocridad no es huir de la complejidad sino ensayar ágilmente nuevas síntesis que nos permitan explorar sin parar. Las empresas mediocres solamente saben explotar, las empresas de talento saben explotar sus negocios y explorar el futuro a la vez.
Todo el mundo que sostiene una empresa merece mi máximo respeto, puesto que no tiene nada de fácil. Pero a partir de ahí, hay empresas que nos inspiran, que nos interpelan, que nos hacer ser mejores y otras simplemente que no, que aunque sepan ganar dinero, seguirlas nos hundirá en la mediocridad.
La mediocridad esta hecha de elecciones. De escoger cómo aprendo, en qué empresa aspiro a trabajar o cómo quiero que sea la empresa que quiero impulsar. También de la visión que elijo para mí mismo y qué pienso que debe ser mi empresa. El manejo de la mediocridad está siempre en nuestro tejado y depende de nuestras decisiones y de nuestros resultados (más que de nuestras palabras). Que sepamos ahuyentarla o que, cómodamente, nos instalemos en ella, depende de nosotros. Y esto es lo que duele.
7 Comentarios
Muchas gracias por publicar un artículo tan valiente. Hay empresas que nos inspiran, aquellas que permiten y premian la creatividad, las buenas ideas… Por poner un ejemplo, la empresa Google, donde sus empleados gozan de grandes ventajas…o eso tengo entendido! Seguimos en contacto.
La mediocridad nos envuelve porque no supone esfuerzo, porque no alerta de la falta de talento, porque aparca la innovación y la disrupción.Porque supondría realizar una autocrítica que muchas empresas no quieren hacer y muchas personas prefieren ignorar. En este sentido os invito a leer el post «Mucho talento poco liderazgo, mucho jefe y poca evolución». Un post atrevido y valiente. Felicidades.
Muchas gracias Laura y Miguel Ángel por vuestros comentarios y sugerencias, sois muy amables, Xavier
Soy diseñador, ayudo a las empresas a enfocar, a comunicar mejor, a conocer su propuesta de valor y que creen vínculos con sus clientes. Nuestros procesos necesitan de implicación por parte de la directiva de la empresa o de las personas que decicen y aquí es donde se bifurcan los perfiles: implicación = éxito. No implicación No éxito.
En este país existen empresas preciosas y rentables, como son sus dueños. Gente que sabe confiar en el profesional y que, cuanto más confia mejor le va. Y eso es porque entienden que no saben de todo, pero si saben que quieren lo mejor para su empresa y están dispuestos a lo que haga falta para conseguirlo. Proactivos, inteligentes, sabios.
A veces, medio en broma medio en serio hablamos de las empresas que se parecen a sus dueños (como los perros) y va a ser verdad.
Gracias gracias gracias por este maravilloso artículo que llama las cosas por su nombre.
«EXTRAORDINARIO ARTICULO»
PIENSO QUE LA MEDIOCRIDAD ESTA MUY RELACIONADA CON LOS VALORES MORALES Y LOS PRINCIPIOS ÉTICOS DE QUIENES LABORAN EN LAS EMPRESAS Y DEBE SER ANALIZADO COMO UN PROBLEMA DE FONDO MAS QUE DE FORMA, YA QUE DE ESTO DEPENDE COMPLETAMENTE EL ÉXITO DE CADA PERSONA ASÍ COMO EL DE LAS EMPRESAS.
Gracias Xavier por tu articulo y muy cierto.
Es impresionante cuando nos topamos con gente extraordinaria, todo fluye, no así cuando nos topamos con gente mediocre, cuyo rasgo principal es no tomar decisiones y cuando tienen poder inmovilizan a las organizaciones
No hay nada más mediocre que esperar que le rescaten a uno de su propia mediocridad. Simplemente fantástico.