Luis Pérez Breva, en su magnífico libro Innovar. Un manifiesto de acción , dice: “nada es nuevo en la génesis de una innovación.” Y esto me parece básico.
Cuando innovamos trabajamos con elementos y herramientas que ya conocemos, que sabemos cómo se utilizan y para qué sirven, y que nos generan un cierto grado de seguridad por transitar por territorios ya sabidos.
Esto tiene su parte buena y su parte mala. La buena es que nos permite empezar a caminar hacia esa innovación que nos puede parecer ahora tan lejana. La mala es que nos mantiene en un camino seguro, en una zona de confort de la que no queremos salir y nos aleja de oportunidades para la innovación si no somos capaces de romper esa seguridad.
Porque innovar no es caminar por lo conocido, es arriesgarse por lo intransitable, chocar, darse la vuelta, volver a intentarlo, equivocarse. Innovar tiene una parte de apuesta y mucho de incertidumbre. Innovar está repleto de espacios en blanco.
Como digo, me parece básico empezar a trabajar con herramientas, conceptos y estrategias que ya conocemos. Es el primer paso. Nos permite avanzar. Trabajar con lo que controlamos nos da cierta seguridad, pero al mismo tiempo hemos de ser capaces de superar esa seguridad y lanzarnos a esos espacios en blanco. Los espacios en blanco son toda aquella parte del desarrollo de la innovación que no conocemos, que nuestras herramientas habituales, nuestros conceptos, nuestros procesos no son capaces de completar tal y como lo hemos hecho hasta ahora. Son espacios abiertos a la creatividad y espacios abiertos a la incertidumbre.
Un espacio en blanco es un camino nuevo. Cuando decidimos utilizar esas herramientas que ya conocemos de otra manera, cuando tratamos de llegar a nuevos territorios (productos, mercados, procesos…) tomando decisiones que hasta ahora no se habían tomado.
Un espacio en blanco supone incertidumbre, caminar por donde nadie lo ha hecho nunca y sin estar seguro si llegaremos a algún sitio o deberemos retroceder de nuevo. Cualquier innovación requiere de esos momentos e incertidumbre, de esas decisiones que no son sino un salto al vacío y que tomamos más por intuición que por deducción.
Los empresarios suelen huir de estos espacios en blanco, pero son la clave de la innovación. Cuando desarrollas un proyecto de innovación en una empresa hay dos cosas que suelen pedirte los empresarios o directivos: 1) quieren controlar y comprender todo y, 2) a menudo quieren tener “resultados”. Los “resultados” son algo tangible, que se pueda tocar y ver a ser posible. Quieren “algo”.
Y ahí está el problema, porque prometer que de un proceso de innovación va a surgir, sí o sí, un producto, un servicio, un nuevo proceso… es mentir, es vender humo. Digámoslo claro: No todos los procesos de innovación tienen resultados, o diciéndolo de otra forma, no todos los procesos de innovación tienen los resultados que espera el cliente.
Urge, para empezar, un cambio de mentalidad de los equipos que se dedican a la innovación. No podemos pensar que en todo el proceso vamos a controlar cada paso. Hay momentos de incertidumbre y de ignorancia, momentos en los que la toma de decisiones es a veces fruto de la intuición. Hay espacios en blanco que hemos de rellenar para continuar. Y aquí está la clave de la innovación: si nos basamos en lo que hemos hecho siempre para rellenar esos espacios en blanco no tendremos innovación.
Los espacios en blanco son los cruces de caminos en los que no tenemos suficiente información para decidir hacia donde ir, pero cuya decisión es la clave para que una innovación sea o no cierta.
Si dos empresas empiezan un proceso de innovación con los mismos conocimientos, el mismo perfil de equipo, las mismas herramientas y el mismo presupuesto, difícilmente llegarán a los mismos resultados, porque en estos espacios en blanco tomarán decisiones distintas.
La grandeza de los procesos de innovación, bien ejecutados, está en que siempre tienen momentos de incertidumbre, de exploración y de sorpresa. Si en un proyecto de innovación no encontramos estos momentos de confusión, lo estamos haciéndolo mal, porque querrá decir que caminamos por lugares ya conocidos y controlados, que sabemos por donde vamos, que no estamos transitando por los espacios en blanco.
¿Y qué debemos hacer en y con estos espacios en blanco para sacarles el máximo partido?
1.-Adiós a las reglas, hola a la intuición.
Da igual la metodología que estemos utilizando, nunca, y repito, nunca, debemos considerar que salirse de la metodología es un error. Si nos encontramos en un espacio en blanco, en el que debemos tomar una decisión, pero, imaginemos, si nos ceñimos a la metodología utilizada tenemos la intuición de que nos estamos equivocando y, tal vez, esa misma intuición nos dice que otro tipo de decisiones, no tan ortodoxas, pueden ser más adecuadas, tomemos este segundo camino. La innovación requiere a veces de saltos al vacío.
2.-El conocimiento y el aprendizaje es clave, el error también.
Los espacios en blanco son lugares propicios al error (en realidad la innovación es un lugar propicio al error), pero los errores son una herramienta de conocimiento. No sólo no es malo cometer errores, es que son una herramienta clave de cualquier proceso de innovación, siempre que sepamos aprender de ellos. Los espacios en blanco implican tomar decisiones nuevas, distintas, como no se habían tomado hasta ahora, y eso conlleva más riesgos. Comer lo mismo todos los días supone saber que lo que comemos nos gusta, pero también que la experiencia se puede convertir en algo monótono.
Experimentar es asumir que habrá platos que nos parecerán repulsivos, pero que encontraremos manjares que hasta ahora no conocíamos.
3.-A los espacios en blanco no llegamos desnudos.
Esos cruces de caminos a los que llegamos requieren un andar previo, que como he dicho solemos recorrer con herramientas conocidas. Trabajamos con segmentos que ya existen, modelos de negocio que funcionan, tecnologías que ya están en el mercado… es decir, trabajamos con conocimiento previo, no partimos de cero. Y esto nos hace que lleguemos al borde del cruce de caminos (espacio en blanco) con una cierta seguridad, y sabiendo qué han hecho los otros y qué cosas he de analizar y aprender para mejorar en caso de error.
4.-Un espacio en blanco supone distintas alternativas, ¿las probamos?
Esto depende de nuestros recursos, pero a veces puede ser interesante que valoremos las distintas alternativas que podemos imaginar en estos espacios en blanco. Siempre vamos a encontrar información para mejorar y siempre podremos ver cuál es la mejor opción.
5.-Estás en un árbol, no te vayas por las ramas.
Tomar decisiones supone disponer de muchas alternativas y de alternativas de las alternativas y… Podemos llegar a las ramas más pequeñas, o podemos pararnos a analizar todas las alternativas, pero eso es un error. Una cosa es que valoremos dos o tres alternativas que podemos ver interesantes y otra que nos paralicemos porque debemos estudiar todos los posibles problemas que nos podemos encontrar Puede ser un ejercicio sin fin. Cuando tomemos una decisión, sigamos por ese camino, si luego comprendemos que nos hemos equivocado aprendamos y volvamos atrás, pero no tratemos de evitar todos los riesgos porque entonces nos quedaremos en la parálisis por el análisis. Además, hay riesgos que ni siquiera conocemos, que sólo veremos cuando nos aparezcan. Recordemos que estamos transitando por caminos desconocidos, por espacios en blanco.
6.-No se trata de permanecer, se trata de avanzar.
Cuando estamos en un espacio en blanco no estamos en una zona de confort, no es un ligar en el que quedarnos. Se trata de tomar decisiones y salir de ahí para seguir caminando. Innovar es un proceso, y por lo tanto es un camino constante. Incluso cuando hemos conseguido desarrollar una innovación sacando, por ejemplo, un nuevo producto al mercado, debemos seguir caminando y, posiblemente, entrando y saliendo de nuevos espacios en blanco.
7.-Un espacio en blanco no es un obstáculo, es una herramienta para innovar.
De hecho, lo ideal es buscar esos espacios en blanco en nuestros procesos de innovación. Si no los encontramos simplemente estaremos repitiendo lo que ya han hecho otros. Cada vez que encontramos un espacio en blanco, ese cruce de caminos o momento en el que debemos decidir si damos un salto al vacío o seguimos por terreno firme, estamos en un momento clave de nuestro proceso de innovación. Y, por supuesto, es un momento de incertidumbre, de inseguridad y de desconocimiento, pero es la clave de la innovación.
Por eso, aquella empresa que piense que un proceso de innovación es perfectamente controlable en todos sus pasos se está equivocando. Estará implementando algo que ya existe, pero no está innovando. Si no siente la inseguridad, la incertidumbre y la pérdida de control que supone los espacios en blanco es que no lo está haciendo bien. La zona de confort no existe en la innovación.