Asistí la semana pasada al Foro de Turismo de Benidorm, el 17º ya, en esta ocasión con el título Estrategias para la Configuración de Destinos Turísticos Inteligentes. He de reconocer que tengo un cierto escepticismo sobre la forma en que se está desarrollando el concepto de Smart City en España. Ya comenté en una ocasión mis dudas hacia el proyecto que está desarrollando al respecto Segittur, entre otras cosas porque la teoría no se está correspondiendo a la práctica que se puede apreciar, y conociendo los magníficos profesionales que hay en el propio Segittur sólo me lo explico por la necesidad de obtener un beneficio político de este tipo de proyectos. Personalmente me parece, sobre el papel, más interesante el proyecto que están desarrollando el Instituto Valenciano de Tecnologías Turísticas (Invattur) y el Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas de la Universidad de Alicante.
Los destinos turísticos, en España, están en una situación complicada, algunos como Barcelona en situación crítica. Y esto no porque no se puedan considerar destinos de éxito, según los números que muestran, sino por la evidente tensión entre el propio destino y sus visitantes. En un reciente documental, Bye bye Barcelona, se analizaba, desde la perspectiva de los ciudadanos de la propia ciudad condal, la tensión que están provocando las continuas oleadas de turistas en los barrios más turísticos de la ciudad. En zonas como Ciutat Vella, Sagrada Familia o Parque Güell los vecinos están dejando sus casas para trasladarse a zonas más tranquilas. Los barrios están perdiendo sus identidades para convertirse en “parques temáticos” mintiendo así tanto a ciudadanos como a visitantes.
Una de las claves que se comentó en el foro para poder hablar de destino inteligente era la posibilidad de poder desarrollar el Place Design (PD) y el Experience Design (ED). Esta afirmación la hizo Aurkene Alzua, de Cictourgune, posiblemente uno de los mejores centros de estudios del turismo de España. El PD supone la configuración racional de los espacios urbanos en torno a unos objetivos concretos. A partir del PD se construye el ED, por el que se busca que las personas tengan experiencias relevantes en esos espacios diseñados. Ahora bien, podemos hacer una serie de afirmaciones o reflexiones al respecto:
.-El PD es en principio responsabilidad de las administraciones, pero los usuarios de esos espacios tienen la capacidad de interpretarlos dándoles los usos que crean más convenientes.
.-En los entornos urbanos los modelos de negocio tienen una gran fuerza de modelado, es decir, que las empresas construyen también los entornos urbanos.
.-Los viajeros interpretan de distinta manera los espacios y entornos que los ciudadanos.
.-En el ED gran parte del poder de creación está en los individuos, y no en las administraciones.
Dicho todo esto parece lógico entender que un mismo territorio puede tener varios usos en virtud de los distintos enfoques e interpretaciones de las que puede ser objeto. En el caso antes mencionado de Barcelona los ciudadanos tienen una forma de comprender y vivir la ciudad, mientras que los turistas lo hacen de una forma más intensiva y menos profunda, no buscan la comprensión del espacio, sino una vivencia en él. Se crean así lo que Marc Augé llamó no lugares, espacios fundamentalmente turísticos que son de consumo rápido, donde se desarrollan experiencias superficiales y no tienen una historia que los defina detrás.
Resulta interesante, sin embargo, rescatar otra afirmación que surgió en el Foro de Benidorm. Dimitrios Buhalis considera que “si las administraciones no son capaces de crear las estructuras turísticas y administrativas adecuadas, ya las crearán los ciudadanos, a través, por ejemplo, de modelos económicos P2P”. En efecto, donde no llega la administración llega el ciudadano, de modo que si un destino necesita cubrir una determinada oferta y no puede ser provista por problemas burocráticos, el usuario crea las condiciones para ofrecer esa solución.
Según esta afirmación, las administraciones tienen muy complicado controlar la experiencia de los viajeros en los destinos. Sin embargo, sí pueden imponerles ciertos límites a través del PD. Los ciudadanos y turistas tienen la capacidad de apropiarse de los espacios, pero teniendo en cuenta los límites estructurales que tendrán que gestionar. El turismo trabaja así espacios complejos, que no tienen una única interpretación ni un único enfoque vivencial.
Los conflictos que se crean en los destinos turísticos entre residentes y visitantes parten de estas diferentes formas de estar en el espacio, de comprender e interpretar el entorno y de consumirlo. El significado del territorio es distinto, más profundo, histórico y connotativo para los residentes, y más superficial y directamente experiencial para los viajeros. Y a pesar de todo, éstos no son modelos eternos e inamovibles, sino que están en constante evolución.
Los territorios dependen de los individuos y no somos seres estáticos, sino fronterizos, siempre en fase de entrar en un nuevo modelo ciudadano y viajero, influidos por nuestra propia evolución (nuevos gustos, nuevos conocimientos…) y los cambios de nuestro entorno (tecnología, nuevas formas económicas…). No podemos permanecer porque eso supone no evolucionar, cosa completamente ajena al ser humano.
Barcelona ha entrado en un bucle de contradicciones:
- Busca la calidad sin perder volumen de ingresos
- Vivir del turismo limitando los espacios de uso
- Satisfacer al residente sin molestar al viajero y viceversa
El turismo está, en algunos destinos, empezando a disgregar los territorios y las personas, separando a éstas de aquellos dependiendo del rol que tomen. La separación es intelectual y emocional, pero ya se busca una separación física entre residentes y viajeros en aquellos entornos en los que la batalla por su conquista es más encarnizada. Y comprender la necesidad de superar esta dicotomía va a ser una de las claves en el futuro para seguir siendo un país de éxito turístico.
Fotos vía Shutterstock