No tenía intención escribir sobre este tema, pero la actualidad y algunos artículos que he leído me han llevado a “garabatear” urgentemente estas líneas. La actualidad es el barullo que se ha creado en torno a unos tuits escritos y publicados en 2011 por Guillermo Zapata, concejal de cultura (ya dimitido) del ayuntamiento de Madrid con Ahora Madrid.
No tengo intención de reflexionar sobre la idoneidad o no de la dimisión, sobre el perfil moral del señor Zapata o sobre cualquier aspecto particular del caso. Me interesa más bien coger dicho caso como ejemplo sobre el que reflexionar para llegar a generalidades más que quedarme en la anécdota, importante sin duda, del “caso Zapata”. De todos modos es curioso observar cómo existen distintas varas de medir dependiendo de si las declaraciones son de “los míos” o de “los otros”. Seguimos con el modelo de “las dos Españas” y mucho me temo que a corto plazo esto no va a ir a mejor. Leo cómo personas que respeto intelectualmente hablan de guerra, vencedores y vencidos, expulsar a la otra parte… y creo que debo ser un bicho raro porque prefiero una sociedad integradora a una excluyente donde funcionemos como un péndulo (ahora nosotros, ahora vosotros…)
Hay un hecho cierto, Guillermo Zapata dijo esas desafortunadas frases de las que se le acusa. A partir de ahí es curioso observar ese trato distinto que se da a esa información dependiendo de quién es el receptor, como comenté en mi artículo anterior. Utilizamos filtros morales, políticos y grupales fundamentalmente en este caso, asumiendo una información de manera completamente distinta dependiendo de esas premisas intelectuales y sociales de las que partimos. Porque todo receptor se alimenta de la información que le proporcionan sus Redes, que tienen algo de endogámico y en las que el Ruido se define de distinto modo que fuera de ellas. ¿Disponen estas redes de consignas para gestionar y asimilar la información de una determinada manera dependiendo de la Fuente?
Pero no sólo eso, sino que, y esto me sirve para ampliar mi artículo anterior, hemos de ser muy conscientes del medio (o canal) en el que publicamos. En un muy interesante artículo sobre el “Caso Zapata”, Nacho Vigalondo dice: “Los que descubrimos Internet después de nuestra pubertad, a los que el fenómeno youtuber nos viene grande, somos como la primera generación que experimentó el tabaco sin conocer su relación con el cáncer de pulmón. Vamos identificando los problemas a medida que los padecemos, pero todavía no le hemos puesto nombre a los síndromes. De repente contamos con un número creciente de escándalos, imprudencias, agresiones, acosos y linchamientos y no parecemos aprender nada nuevo de un año para otro.”
Lo que me lleva a preguntarme hasta qué punto el canal determina el mensaje, siguiendo la reflexión de Marshall McLuhan, que ya referí en otro artículo. Como dije entonces: “El mensaje, su contenido, se torna secundario, y se pone el acento en otros elementos como la inmediatez, la presencia, el impacto… Es decir, los canales se convierten en factor de relevancia del mensaje. McLuhan tenía claro que el valor del medio era clave a la hora de analizar un mensaje, y señalaba que si nos quedábamos sólo en el propio mensaje estábamos dejando de analizar gran parte del valor del mismo, que estaba en el propio medio, que como tal tenía su propio lenguaje y valor intrínseco. “
¿Somos conscientes cuando utilizamos un canal las particularidades de dicho canal? ¿Estamos los inmigrantes digitales comunicándonos de la misma manera que los nativos digitales? ¿Reconocemos las particularidades del medio? Creo que no, creo que el medio está condicionando mucho la información que recibimos, a veces porque aumenta el impacto y otras porque lo disminuye, en ocasiones porque el usuario domina el canal y otras porque no lo controla. El caso es que utilizamos todos los canales de la misma manera sin particularizar en la gestión, el tipo de información que podemos verter en cada uno y la forma de transmitirla. Como dice Amalio Rey, “las ‘expectativas de privacidad’ de las redes sociales son una quimera. No existen y punto. Solo cabe la auto-contención.”
El “Caso Zapata” ofrece reflexiones interesantes y se está convirtiendo más en una categoría que en un hecho casual. ¿Cuál es el límite del humor? ¿Cómo se comportan los distintos grupos ideológicos dependiendo del origen de la información? ¿Hay creencias éticas absolutas o las moldeamos según nuestras necesidades? ¿Cuál es el límite de la libertad de expresión?… Y no pensemos que las informaciones o contenidos tienen menos importancia dependiendo del canal, cualquier canal puede generar un impacto económico importante, como lo demuestra la publicación en el Washington Post de la noticia sobre el “Caso Zapata”. El impacto hoy en día es global, y la repercusión también puede serlo.
Vuelvo a mi artículo de hace un par de años: “La abundancia de mensajes y fuentes dificulta seleccionar lo verdaderamente valioso de lo accesorio. Lo más visible no siempre es lo más deseable. La información se mueve en un entorno de abundancia y complejidad. Urge analizar las características de cada canal para categorizar el valor de la información. Porque la verdad ha dejado de ser un valor absoluto para muchos y el contenido ha pasado de ser ético a estético, de valer por sí mismo a valer por cómo se presenta. McLuhan tenía razón.”
Cuando gestionamos un caso como el de Guillermo Zapata no buscamos conocimiento, sino reafirmación en nuestras creencias previas. Este “entorno de guerra” del que hablaba antes convierte a las personas en soldados, no en ciudadanos. El objetivo es la victoria, y por eso es necesario sustituir una ética de los medios por una ética de los fines: no importa que los medios utilizados no sean éticos, nos entregamos a un fin éticamente superior (recuperación económica, regeneración democrática…)
Medio, fines, canales, fuente, ruido, redes… la información se hace cada vez más compleja de gestionar y de aprehender. Sobre todo cuando la información está teñida de opinión, es entonces cuando tratamos de dar ese salto de lo relativo a lo absoluto que se consigue en las redes endogámicas, donde los líderes transforman opinión en regla, pero que tiene voluntad de traspasar esas redes para convertirse en verdad. Y aquí choca con otras redes y grupos endogámicos. La información alterada por la subjetividad del receptor.
Al final el “Caso Zapata” se va a convertir en una categoría, porque en la simplicidad que le define se contienen muchísimas ramificaciones que sería conveniente estudiar y analizar y que yo no me encuentro ni con ganas, espacio, conocimiento y voluntad de hacerlo. Curioso país éste, que está constantemente buscando excusas para jugar partidos de fútbol con la pelota de la Verdad. “En una guerra la primera víctima es la verdad”, Esquilo, hace más de 2.000 años.