En los últimos tiempos está cambiando de forma acelerada la idea que teníamos del proceso innovador. La innovación se ha convertido en el verdadero proceso estratégico de toda organización que quiera triunfar o, como mínimo sobrevivir, en un mundo de cambio exponencial. El proceso innovador, que se empezó a describir en la literatura de management como un proceso de naturaleza lineal, con principio en la I+D y final en el mercado, se ha tornado algo mucho más complejo, interactivo y social. Gestionar a la vez la creatividad y la tecnología (la generación de nuevas ideas y la generación de nuevo conocimiento) parece responder a lógicas y parámetros diferentes. Incluso opuestos. Aparentemente, poco tienen en común un diseñador o artista con un matemático o un ingeniero de materiales. Pero hoy, más que nunca, debemos alimentar las organizaciones de nuevas y originales ideas; y fusionarlas con nuevos y originales conocimientos, a la búsqueda de nuevos perfiles de usuarios que puedan sentar las bases de los mercados del futuro.
¿Qué características definen la innovación cuando estamos a punto de finalizar la segunda década del siglo XXI? Sin duda, emergen con fuerza algunas constantes:
1.- La innovación es un proceso creativo: La singularidad cuenta. Ser exclusivos en algún parámetro (diseño, producto, proceso, modelo de negocio) es la base de la competición monopolística, el modelo deseado para toda organización que desee triunfar. Frente a los modelos de competición monopolística, siempre podemos optar por modelos de competición imitativa (imitar lo que hacen otros). Pero, paradójicamente, el fundamento del capitalismo (pese a lo que digan los economistas clásicos) es huir de la competencia, avanzar hacia posiciones monopolísticas, únicas y diferenciales. Imitar nos lleva a la pobreza conceptual y económica: las empresas indiferenciadas están condenadas a márgenes nulos. Sólo podremos competir con éxito si somos capaces de generar y poner en práctica, de forma permanente, ideas sustancialmente creativas, diferenciales y diferenciadoras.
2.- La innovación es un proceso recombinante: Una sola idea o una nueva tecnología suelen ser insuficientes en un mundo de complejidad e interacción constante. Las ideas o las tecnologías se alimentan de nuevas ideas o tecnologías. El potencial creativo de la recombinación de conceptos es infinito. Productos complejos, como un iPhone, es el resultado de la convergencia de diferentes tecnologías (memorias DRAM, algoritmos de procesado digital de la señal, sistemas GPS, displays de cristal líquido, protocolos HTTP…) en un diseño y propuesta de valor imbatible. Una propuesta de valor que surge de una recombinación insólita en 2007 (cuando se lanzó el iPhone): cruzar la telefonía móvil e internet. ¿Se puede hibridar un automóvil con un iPhone? (probablemente sí, Apple lo está intentando). ¿Una guardería con una juguetería? (Lego lo ha hecho). ¿Una gasolinera con un supermercado? (no hay más que ver cómo han evolucionado las gasolineras en los últimos años). ¿Una cafetería con una librería? ¿Y Facebook con un taxi? (no es exactamente así, pero la idea original de Uber se parecía bastante a eso…)
3.- La innovación es un proceso acumulativo: Las ideas o los nuevos conocimientos se acumulan en las personas y en las organizaciones. Como las leyes de los gases perfectos, cuanta más densidad de ideas, conceptos y conocimientos se concentren en un espacio determinado, más probabilidad de que interaccionen y generen una reacción en cadena. A ese incremento de presión conceptual, a la acumulación de ideas y conocimiento, es a lo que habitualmente le hemos llamado “incubación”. Las ideas se incuban en la mente y en las organizaciones, e inconscientemente se recombinan, fusionan y complementan con otras ideas, hasta llegar al punto de maduración que las hace emerger en formatos enriquecidos, realmente factibles y atractivos.
4.- La innovación es un proceso disciplinar. No es arte, es ciencia organizativa. No es libre, es dirigida. No es accidental, es planificada. No es espontánea, es sistemática. Las empresas realmente efectivas en su proceso innovador siguen una disciplina y obedecen a un sólido liderazgo. Protocolos internos determinan, por ejemplo, que el 70% de los recursos de innovación (humanos y económicos) se destinarán a innovar sobre el core business (innovación incremental o de sustento). Pero el 30% restante se destinará a innovación más allá del core, en nuevas combinaciones (quizá disruptivas) de producto/mercado y tecnología. Por disciplina organizativa, esos recursos se comportarán como capital riesgo organizativo. Y por disciplina organizativa se analizarán y asignarán los mejores perfiles personales y profesionales (con mayor liderazgo, con mayor potencial, con mayores conocimientos) para desarrollar las nuevas iniciativas innovadoras.
5.- La innovación es un proceso abierto. Las ideas realmente revolucionarias difícilmente saldrán del interior de la organización. Un equipo de cien ingenieros mecánicos, con formación y experiencia similar, jamás podrán revolucionar el concepto de un motor mecánico de combustión y reclamar el cambio a un nuevo motor eléctrico, porque desconocen las claves y los fundamentos de la nueva tecnología. Existen miles de investigadores avanzando en tecnologías de potencial utilidad para nuestra empresa. Existen miles de nuevos modelos de negocio, quizá en otros sectores, que pueden extrapolarse a nuestra realidad. Busquémoslos. Incorporemos individuos externos, incluso extraños, a nuestro proceso de innovación. Probablemente incorporen la ingenuidad de un niño, que puede generar preguntas realmente profundas y esenciales, cuestionando los axiomas tradicionales. Un flujo de nuevos conceptos creativos jamás aparece desde el interior de una red endogámica, como una empresa.
6.- La innovación es un proceso accesible. No estamos hablando de invertir millones de euros en iniciativas suicidas. Estamos hablando de empezar con unos recursos limitados, cuantificados, y estructurar un proceso “pay-per-view”. La innovación incorpora incertidumbre, y para reducirla es preciso avanzar, e invertir para despejar incógnitas y determinar la probabilidad de éxito y la distancia al mercado. Pero es un proceso de inversión escalada, donde se empieza con recursos modestos (generación de ideas, análisis de mercado, análisis de factibilidad) y se incrementan las dotaciones a medida que se comprueba la certeza de la oportunidad. Se deben destinar recursos, pero de forma calculada. Innovar es arriesgado. No hacerlo, según Henry Chesbrough (padre del concepto de innovación abierta) es letal. Innovar requiere recursos. No destinarlos significa condenar la organización a la obsolescencia.
7.- La innovación es un proceso holístico. Las soluciones innovadoras ya difícilmente se pueden categorizar en “producto”, “proceso”, “organización” o “márketing”. El nivel de exigencia de la innovación en un mundo global, digital, e impactado por la sistemática emergencia de tecnologías exponenciales nos lleva a superar los modelos compartimentalizados de los manuales clásicos. Quizá nos queden residuos de innovación incremental (mejora continua) limitados a ámbitos concretos de la empresa. Pero la verdadera innovación es total, estratégica, y afecta al conjunto de la organización. Las nuevas tecnologías llegan a nuevas bases de clientes mediante nuevos modelos de negocio, a través de canales diferentes y con mensajes diferentes a los clásicos. La innovación se ha convertido en el eje vertebrador de la estrategia empresarial que, de hecho, pasa hoy por disponer de una cartera suficiente de proyectos estratégicos para garantizar la supervivencia y el crecimiento de la empresa en el futuro. Desconfíe de toda “innovación” que quede circunscrita a un solo departamento de su empresa.
2 Comentarios
Y se requiere un entorno que entienda esto para apoyar la innovacion
Francisco Lozano
En este país no cuesta mucho salir de la zona de confort, habitualmente arriesga más el que menos tiene que perder, y es este mismo el que menos recursos tiene para innovar.