Dani Rodrik, profesor de Harvard y uno de los economistas más influyentes en política industrial, ha publicado un post muy interesante en Project Syndicate “Trump’s Defective Industrial Policy”, comentando las recientes noticias sobre las multinacionales americanas que, bajo la presión mediática de Trump, están reconsiderando sus decisiones de trasladar plantas productivas a México y de esa manera retener la actividad industrial y el empleo en Estados Unidos.
Si hay algo que Trump consigue es que hablemos sobre lo que hace o dice (probablemente porque lo que hace o dice está diseñado precisamente buscando ese objetivo). Otra cosa es que ese éxito en la notoriedad se traduzca en mejoras en otros ámbitos (como la política industrial, por ejemplo).
Trump ha convertido Twitter en su altavoz para amenazar, felicitar o reprender a las empresas por lo que hacen y a los periodistas por lo que dicen, y Rodrik plantea con acierto que la colaboración público-privada es otra cosa… Tan desastrosa ha sido la lógica cortoplacista de trasladar plantas industriales a países de mano de obra barata, como lo será si la lógica (más cortoplacista todavía) de la industria consiste en reaccionar a los comentarios en las redes sociales de los políticos.
Si hay algo que queda claro tras los estudios recientes de Gary Pisano (Harvard) o Suzanne Berger (MIT) es que en el desarrollo de la industria del conocimiento la clave fundamental reside en la construcción de un “ecosistema industrial”. Y si algo sabemos de los ecosistemas es que es muy fácil destruir su equilibrio con acciones precipitadas, y sin embargo requiere mucha paciencia el volver a construirlo.
Especialmente si la lógica de las decisiones es buscar el titular del día siguiente, y no establecer una regulación eficaz de los mercados, que además aporte estabilidad al ecosistema (claro que esto último es mucho más aburrido, y menos mediático).
Igual que nunca he creído en la lógica de los que han tomado decisiones en la industria exclusivamente con los resultados financieros del “next quarter” (puedes leer el magnífico informe ‘UK equity markets and long-term decision making’ ), o han reducido al absurdo los períodos de recuperación de la inversión industrial, tampoco creo en una política industrial proteccionista dictada por los políticos al ritmo de 140 caracteres.
Creo más bien en la inversión a largo plazo en infraestructuras de Ciencia y Tecnología sólidas y con una gobernanza exigente. Creo en la estrecha colaboración entre la industria y el sistema educativo de formación profesional y universitario (lo que ahora llamamos formación dual, y que no consiste simplemente en sustituir el aula por la empresa). Creo en una sociedad que entiende la importancia estratégica de apoyar su industria, y en una colaboración público privada que hace su delicado trabajo lejos de los focos, buscando el bien común en el largo plazo y una regulación eficiente (y eficaz) de los mercados. Y sobre todo, creo en las decisiones de los líderes del sector privado que conocen la industria y sus necesidades, el impacto de la globalización en su actividad y también en la sociedad a la que sirven.
Ninguna de estas cosas se construye de forma precipitada, ni probablemente sea materia de portadas en los medios de comunicación. Al contrario, requieren de visión, de apuesta a largo plazo, de análisis sosegado y de trabajo discreto. También de audacia para cambiar la lógica actual que nos está conduciendo a tasas de crecimiento económico endebles, y sobre todo, a un reparto desigual de ese crecimiento, tanto a escala global como dentro de los diferentes países.
Ojalá en Europa seamos lo suficientemente inteligentes como para escarmentar en cabeza ajena, aunque miedo me da… Tendría mucho más sentido copiar el “National Manufacturing Day”, o la apuesta por el “National Network for Manufacturing Innovation” que la “política industrial de las redes sociales” de Trump…