Lo difícil no es aprender. Lo difícil es desaprender. Y sí, aprender es algo más que estar formado. Y sí, desaprender es algo más que ser informado de los cambios. Aprender es adquirir conocimientos, habilidades, experiencias. Desaprender es amortizar recetas, nos procuraron mucho éxito como personas o como organizaciones en el pasado pero que forman parte de un contexto que dejó de existir. Desaprender implica reprogramarnos para nuevos contextos. No desaprendemos para vaciarnos. Lo hacemos para volver a llenarnos de conocimiento útil y de competencias que nos orienten hacia el futuro y no tanto hacia el pasado.
Tradicionalmente hemos respetado a los jefes de los que aprendemos. Empieza a ser hora de respetar también a los jefes que saben desaprender, aquellos que nos inspiran también por lo que saben olvidar, por sus esfuerzos de actualización, por la lo que son capaces de transmitir y con ello acercarnos a nuevas fronteras. La realidad es compleja y los conocimientos son dinámicos, contingentes. También lo son algunas de nuestras habilidades. Pero no lo son los valores. Necesitamos profesionales que prefieran la honestidad, ávidos de nuevos conocimientos y que aprendan nuevas competencias ejerciendo.
Ensayo algunos ejemplos sobre el desaprender en las organizaciones. En una universidad, por ejemplo, deberíamos desaprender del modo cómo definimos el contenido de las asignaturas, pensando en un mundo que en pocos meses está doblando el conocimiento al que tiene acceso. Deberíamos desaprender a hacer la investigación cerrada y aprender a hacer ciencia abierta en una investigación más compartida, interactiva y global. Deberíamos desaprender a minusvalorar desde la universidad a la empresa, e incorporar los desafíos y conocimientos que las empresas pueden generar en la universidad. En las empresas, me temo, que hay que desaprender una concepción antigua de la gestión de recursos humanos, empezando por desaprender esta denominación. No construimos empresas adaptativas y ágiles solamente con ejércitos de obedientes. Los bancos, creo, que ya se están dando cuenta.
Alguna referencia sobre el desaprender a nivel personal. Me temo que el Big Data nos comportará desaprender el modo como tomamos decisiones. Habitualmente tomamos decisiones a partir de nuestras series históricas añadidas a nuestra experiencia profesional. Creo que la capacidad de analizar y filtrar más y mejores datos en tiempo real nos permitirá tomar decisiones sobre lo que está pasando en directo, y nos forzará a establecer relaciones de causalidad mucho más ágiles. Me temo que la inteligencia artificial nos invitará a desaprender a decidir sin la ayuda de asistentes muy potentes que nos permitirán escudriñar complejidades de otro calibre. Imagino que la impresión 3D nos llevará a desaprender un mundo diseñado en 2D y nos facilitará imprimir formas geométricas imposibles antes y mucho más eficientes. También hará desaprender las reglas de la manufactura convencional (moldes para producción masiva) y nos permitirá manufacturar con personalización masiva. El Blockchain nos llevará a desaprender a confiar solamente en autoridades centralizadas, para ensayar sistemas de confianzas distribuidas mucho más fiables en un mundo hiperconectado.
Antes, el proceso de aprendizaje pertenecía a la etapa inicial de nuestro vida. El aprendiz se preparaba para un oficio que maduraría a lo largo de toda su vida. Tener talento era profundizar en el oficio. Hoy, el proceso de aprendizaje debe durar toda la vida y debemos programarlo con mucha asiduidad. Pero este proceso de aprender solamente es sólido si incluye el desaprender. Igual que programamos y sistematizamos el aprender, debemos sistematizar el desaprender. Casi como una especie de obsolescencia programada de conocimientos y de algunas de nuestras competencias (aquellas que tienen más que ver con nuestra relación con las máquinas). En cambio nuestros valores profundos (la honestidad, el respeto, la generosidad o la empatía) son de larga duración, nos deberían acompañar toda la vida.
Para aprender hay que querer. Pero desaprender hay que querer aún más. Cuesta más mucho más desaprender que aprender porque hace falta humildad y desterrar la arrogancia de los éxitos pasados. Los que están de vuelta, los que regalan lecciones desde las alturas, los que recitan imposibles ante cualquier aprendiz de emprendedor, no desaprenderán.
Desaprender exige apertura, sensibilidad hacia las nuevas hibridaciones, atención a las innovaciones. Significa aceptar que hay nuevos agentes de los que podemos aprender. Algunas veces serán personas mucho más joven y debemos agradecerles poder desaprender gracias a ellas. Otras veces, me temo que no serán ni personas, que algunas máquinas inteligentes nos invitarán a desaprender y que la suma de la inteligencia natural y la artificial nos hará mucho más competentes.
Pero tanto aprender como desaprender se sustancian en la práctica. Son learning and unlearning by doing. Tener talento en la actualidad se acerca mucho a la capacidad de profundizar en algo y a la vez zigzaguear en conocimientos, competencias y experiencias. Desaprender rompe la linealidad de la antigua formación, simplemente acumulativa. Desaprender nos hace diseñar distinto aquello de las carreras profesionales (y también debería transformar notablemente aquello de las carreras académicas).
Creo que este año vamos, por fin, a realizar seminarios de desaprender en algunas universidades. Nos ayudará a aprender de un modo distinto. A ser conscientes de lo que significa vivir en un mundo de conocimientos contingentes y valores permanentes.