“La perspectiva histórica de la libertad en las ideas y los hechos la complementa Rodríguez Braun con la consideración de los obstáculos que enfrenta la libertad en la sociedad occidental desde mediados del siglo XX, en la que la compensación entre libertad y seguridad había ido desequilibrándose a favor de esta última en un proceso en el que un Estado cada vez mayor llevaría a cabo recortes de la libertad individual bajo la aprobación democrática de los ciudadanos… Rodríguez Braun propone inquietantes dilemas y destruye manidos tópicos, con especial énfasis en aquellos que afectan a la empresa y a sus relaciones con el Estado”. Estas son palabras de Leandro Prados de la Escosura, Catedrático de Histórica Económica en la Universidad Carlos III de Madrid, en el prólogo del último libro de Carlos Rodríguez Braun, Diez ensayos liberales II, publicado por LID Editorial.
Carlos es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Ha publicado en revistas académicas como History of Political Economy, The Journal of Economic Education, The American Journal of Economics and Sociology, y otras. Es miembro correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Argentina, miembro de varias asociaciones científicas, y autor de veinte libros. Conferenciante, escritor y analista, colabora en prensa, radio y televisión.
Hoy hablamos de sus dos pasiones, la historia y el liberalismo.
:: Carlos, empecemos por el principio, ¿cuáles son las primeras raíces filosóficas y políticas del liberalismo?
Esa pregunta es complicada, porque si algo aprendes, o deberías aprender, en el estudio de la historia de las ideas es que en cuando te crees listo y estás seguro de que has encontrado un origen de una teoría… aparece uno anterior. El liberalismo, al que solemos rastrear hasta los siglos XVII y XVIII, brota obviamente de raíces anteriores, que se mezclan con las raíces del socialismo, que es tan antiguo como Caín y la envidia (valga la redundancia). ¿Cuán antiguas son las raíces del liberalismo? Lo que tú quieras, desde el código Hammurabi, que prescribía que los reyes no pueden cambiar a su gusto las reglas de la comunidad, hasta el más reciente “origen” del liberalismo moderno, que son los escolásticos españoles del XVI. Si tengo que buscar mis fuentes predilectas más remotas, con permiso de Hesíodo, que merece homenajes, elegiría la máxima del Derecho Romano de suum cuique (a cada uno lo suyo), y los Diez Mandamientos. Nótese que Dios Nuestro Señor, a la hora de darle a Moisés unas normas básicas para su pueblo, se ocupó especialmente de proteger la propiedad privada.
:: Al profesor Sala i Martín le escuché una vez decir que el buen liberal es el que no deja que le metan la mano ni en la cartera (Estado) ni en la bragueta (la religión). ¿Qué relación existe entre liberalismo y religión o cómo han convivido con el paso de los años?
Ha sido una relación muy tensa, por desgracia, y por culpa de ambos, también de los liberales, que en una muestra de impar ingenuidad aplaudieron las desamortizaciones decimonónicas; pensaron que, si el Estado expropiaba las tierras de la Iglesia y la nobleza, después no iba a usurpar los demás derechos. Sospecho que cometen un error los liberales que siguen siendo anticlericales, porque el enemigo de la libertad no es la Iglesia sino el Estado. Para ver cómo analiza este tema un gran economista liberal, recomiendo el último capítulo de “La fatal arrogancia” de Hayek.
:: “La libertad no tiene que ver con la forma del poder del Estado, sino con sus límites”. Explíquenos un poco más esta afirmación obtenida de su libro.
Es una idea que entronca con la advertencia de Tocqueville sobre la democracia. Observó que el rechazo al poder absoluto de los reyes podía dar lugar a un desarme de la resistencia popular ante el poder, si éste es democrático. Y entonces podía volverse profundamente paternalista y antiliberal, y para colmo de males con el consenso y el aplauso de sus propios súbditos que, como rebaños, seguirían a su pastor (es la imagen que utiliza en “La democracia en América”). Lo hemos visto en nuestro tiempo, donde los Estados han alcanzado cotas inusitadas de intrusión en los bienes y derechos de muchos ciudadanos que, efectivamente, han creído que la clave de la libertad es sólo la forma del poder, y no sus límites.
:: ¿A qué viene tan mala prensa del mercado y, en cambio, se asocia mercado a que grandes empresas en realidad tengan poder político? ¿Por qué se tienden a tergiversar las dos cosas?
Lo interesante es que la mala “prensa” del mercado no surge en realidad de la prensa sino de los intelectuales, que en su (fatal) arrogancia han sido incapaces de tener la modestia de admitir que hay órdenes espontáneas que no terminamos de entender y que es peligroso quebrantar. De ahí la predominante fantasía de que no podemos gobernarnos a nosotros mismos y que, por tanto, si no nos sometemos al poder político entonces nos someterán las empresas, el Ibex 35 o el “poder económico”. Para los ilusos que creen que esta fábula es progresista y novedosa, les doy una cita del General Perón de 1950: “La economía nunca es libre: si no la dirige el Estado, la dirigen los monopolios”. Vamos, como si a ti te quitara el dinero a la fuerza Amancio Ortega y no la Agencia Tributaria. En teoría económica, y por hablar sólo de dos premios Nobel, me asombra que sigamos hablando de fallos del mercado ignorando a Coase, y del Estado ignorando a Buchanan.
:: Citas a Piketty en el libro: “siempre habrá una dimensión subjetiva y psicológica fundamental de la desigualdad, que inevitablemente dará lugar al conflicto político”. ¿En qué parte de los trabajos de Piketty se encuentra la subjetividad?
Me ha llamado la atención esa frase de Piketty, porque él presume de ser objetivo, cuando sabemos que tanto sus ideas como sus datos han sido ampliamente cuestionados. Acaso la subjetividad estribe en el propio sujeto… y en esa idea tan antigua de que la política es la solución a conflictos que sin la coacción resultan irresolubles. Es decir, que siempre que seamos desiguales -es decir, siempre- la única forma de que las mujeres y los hombres construyamos una comunidad estable y próspera será mediante la vulneración de nuestros derechos y libertades a cargo del Estado.
:: ¿Qué queda fuera del mercado o consideras que el mercado no asignaría bien los recursos?
Creo que aquí nos pueden ayudar los austríacos, y que el marco de la economía neoclásica desde la definición de Robbins resulta estrecho. El mercado no es un mero mecanismo de asignación de recursos, sino un proceso de descubrimiento de oportunidades para crear riqueza. Esta visión más amplia dificulta que te encierres con juguetes asignativos, y que sólo imagines mercados perfectos… para concluir cómodamente después que en la práctica no lo son, y que por lo tanto ha de acudir el Estado a deshacer los entuertos. Quiero creer que cada vez más economistas nos resistimos a este pensamiento algodonoso, pero no me hago muchas ilusiones. Stiglitz y buena parte de los demás autores de manuales de Economía siguen incluyendo a los faros como bienes públicos cuya provisión eficiente y suficiente requiere la intervención del Estado, pero… ¿cuánto tiempo ha pasado desde “The Lighthouse in Economics”?
:: Hemos hablado mucho de capitalismo clientelar, esa lucha por capturar el poder de gremios, empresas, sindicados…, ¿es la enfermedad del capitalismo? ¿cómo se lucha contra esto, con mejores instituciones, con más mercado, o ambas?
Es bonito eso de las enfermedades del capitalismo, como si el socialismo fuera el paradigma de la salud. En fin. Hablando de curiosidades, es notable la profusión de análisis sobre el capitalismo clientelar (el socialismo no tiene clientes…) que se presentan como descubrimientos del Mediterráneo, cuando la teoría económica ha subrayado las alianzas espurias entre políticos y empresarios no competitivos desde Adam Smith hasta Mancur Olson. Muchos liberales piensan que la solución pasa por Estados más pequeños. Temo, en cambio, que bastaría con Estados más previsibles y menos arbitrarios en sus intervenciones. Por eso abundan los economistas que se oponen al capitalismo de amigos sin ser por ello amigos del capitalismo.
:: ¿Qué opinas de este debate sobre que la tecnología destruye empleos de personas (poco cualificadas y con menos posibilidades de mejorar después) y crea otros (más productivos pero de personas distintas a las que lo han perdido) y que esto genera una brecha social, salarial, de desigualdad y una inestabilidad?
Opino que bendito seas, David Ricardo. Doscientos años tiene la primera refutación del ludismo en la teoría económica. Pero, como apunté antes, las falacias, en particular las que reclaman el recorte de derechos y libertades, son perdurables. Y ya tenemos otra vez aquí a los nuevos luditas. No tenían razón entonces, y no la tienen ahora. En cambio, siguen acertando los Ricardo (y McCulloch, y…) que señalan que la tecnología puede destruir y destruye empleos concretos, pero al mismo tiempo aumenta la productividad de la economía, con lo que se crea siempre empleo neto. No veo que la tecnología aniquile el capital humano de tal manera de petrificar la inempleabilidad de grupos laborales. Parece que lo más probable es que las personas recurran a su capital humano genérico en los casos más graves e inusuales en los que su capital humano específico resulte totalmente devaluado por el progreso técnico. En la industria de la prensa, que conozco algo por mi profesión de periodista, desapareció la tipografía pero los tipógrafos y linotipistas se adaptaron a las nuevas formas de impresión y composición digitales. Esta capacidad de adaptación es general y va más allá de la supuesta rivalidad entre tecnología y empleo. Piénsese en los empleos destruidos por el cambio en los gustos; a mediados del siglo XX la industria de los sombreros prácticamente desapareció, pero todo indica que trabajadores y empresarios del sector no vieron extinguida su capacidad de crear riqueza y empleo en otras actividades.
Algunas cosas cortas:
:: Dinos algo que aprendiste de Marx.
Una cosa buena y otra mala. La buena es la teoría del ciclo, que enfatiza la capacidad desequilibradora del crédito. La mala es la pretensión de haber descubierto las leyes de la historia.
:: ¿Cuál es el camino de la servidumbre del siglo XXI?
El mismo del siglo XX, a saber, la idea de que una élite puede y debe organizar la economía y la sociedad.
:: Una frase de un anti-liberal que siempre te viene a la cabeza…
La terrible frase final del capítulo XXIV del Libro I de “El Capital”, que inaugura la principal mentira socialista: el bulo de que el número de sus víctimas siempre iba a ser insignificante. Marx aseguró allí que el socialismo sólo expropiaría a “un puñado de usurpadores”.
:: Una frase de un liberal que usas mucho…
Anthony de Jasay: “El estado nos protege, pero nunca de él”.
:: Qué país representa actualmente el espíritu más liberal, actualmente…
Ninguno. Los países llamados capitalistas son híbridos de libertad y coacción, Estado y mercado, capitalismo y socialismo. A partir de ahí, claro, es más liberal la Corea del Sur que del Norte…
:: ¿Confías en líderes como Macron? ¿Es la nueva esperanza Europea o un suflé?
No confío en líderes, ni en atajos políticos.
:: Piensa que sólo te dejamos UNA UNICA reforma de un país como España, ¿por cuál optarías? (Sabiendo que algo parcial no suele arreglar problemas globales)
No creo en esas quimeras, pero, bueno, cabe completar esta amable entrevista con un sueño. Yo haría lo siguiente. Suprimiría todas las retenciones fiscales, incluida las cotizaciones a la Seguridad Social. Todo el mundo cobraría en bruto. Todas las compras serían sin IVA, sin recargos fiscales de ningún tipo, ni Impuestos Especiales, ni nada. Y después deberíamos ir en persona cada uno de nosotros a la Agencia Tributaria a pagar individualmente todos esos impuestos. El camelo bajo el que vivimos no duraría una semana.