Imagina que empiezas hoy a invertir en bolsa. Lo mejor que te puede ocurrir es que empieces perdiendo. Utilizar ejemplos relacionados con el dinero tiene la ventaja de que nos proporciona pruebas tangibles que desafían el sentido común y que de otro modo resultarían difíciles de creer. Por otro lado, nos lleva a conclusiones que son extrapolables a otras situaciones de la vida. De hecho, cuanto más tiempo pierdas, tanto mejor.
La solución al enigma está en tres características del mundo real que no creo que te sorprendan:
- todo lo que ocurre está sujeto a ciclos,
- no existe la solución perfecta y
- el futuro es imprevisible.
Cuando he dicho “imagina que empiezas hoy a invertir en bolsa“, lo que quería era que te imaginaras empezando algo que piensas hacer durante un largo tiempo. Desde el momento en que te involucras en una actividad que perdura en el tiempo, ya sea un trabajo, una relación de pareja o un plan de ahorro, vas a estar sujeto irremediablemente a los ciclos inherentes a tales situaciones.
Cuando he afirmado “lo mejor que te puede ocurrir es que empieces perdiendo“, no he querido decir que eso sea bueno sino que es la mejor de las alternativas que se te presentan.
Si tienes una cartera de acciones, puedes estar seguro de una cosa: la tercera parte del tiempo verás cómo disminuye de valor, tanto a corto como a largo plazo. Puedes esperar a que en los próximos diez años perderás dinero en, al menos, tres de esos años.
Ahora imagina que el destino te ofrece tres alternativas:
- Perder los tres primeros años, de modo consecutivo.
- Empezar ganando los tres primeros años, perder los tres años siguientes y volver a ganar en los cuatro últimos.
- Ganar los siete primeros años y perder en los tres últimos.
Podrás pensar que la mejor alternativa sería empezar ganando porque así podrías vender en el momento oportuno y evitar la caída. Sin embargo, recuerda la tercera característica sobre el mundo real que he señalado antes: el futuro es imprevisible. Cierto que es la más discutible de las tres características, ya que hay cosas predecibles. Sin embargo, supondremos que efectivamente no puedes predecir cuándo caerá la bolsa (el mejor inversor de la historia dice que es incapaz).
Si empiezas perdiendo podrás destinar los dividendos de las acciones a comprar más acciones y lo harás a precios más baratos que si empiezas con una bolsa que sube. Cuando he dicho “cuanto más tiempo pierdas, tanto mejor“ en realidad quería decir que los precios de los activos no bajan de forma indefinida sino que son cíclicos, de modo que “cuanto más tiempo pierdas“ significa en realidad “cuanto más tiempo pases comprando acciones a la baja“, un tiempo que necesariamente será limitado. Una vez la tendencia pase a ser alcista, tendrás una buena cantidad de acciones compradas a buen precio. Por otro lado, podrás vender algunas acciones en las que tengas minusvalías para rebajar tu factura fiscal cuando obtengas plusvalías e incluso para pagar algo menos de impuestos sobre los dividendos, y lo podrás hacer durante los siguientes cuatro años después de haber realizado las minusvalías.
En cambio, si ganas al principio, pero pierdes los últimos tres años, podrás comprar muchas menos acciones con los dividendos que hayas ido ingresando, ya que habrás comprado a precios altos. Además, si al cabo del período de diez años decides no invertir más, habrás perdido la oportunidad de utilizar tus minusvalías para rebajar las plusvalías imponibles del futuro. Es cierto que lo más probable es que nunca pierdas respecto a la inversión original ya que tres años de caídas no suelen borrar la rentabilidad acumulada de siete años. En contrapartida, tendrías un capital muy inferior al que obtendrías si hubieras empezado perdiendo.
La segunda alternativa produce una ganancia final significativa, muy superior a la tercera, pero no tan elevada como la primera.
Como ves, no había ninguna alternativa perfecta, pero la mejor en términos relativos era la primera, la más temible de las tres. Superar el miedo a perder y soportar la adversidad tiene premio. En definitiva, es mejor sufrir las adversidades al principio, a pesar de que son más duras de soportar, que al final, aunque sean más llevaderas. Preciso: no es que sea mejor sino que la recompensa final es mucho mayor.
Sobre el Autor:
Carlos Torres Blánquez
Conoce su nuevo eBook: “Todo sobre los dividendos”