Hay dos palabras que abren muchas puertas: “Tire” y “Empuje”. ¿Ha sonreído? ¡Bingo! No es mérito mío, sino de “Les Luthiers”, artesanos de la música y del humor inteligente.
Sonrisa. Risa. Risotada. Carcajadas. He ahí, de menos a más, cuatro consecuencias de la diversión. Ésta genera alegría, la única emoción cien por cien positiva. Sin embargo, según nos dice alguna estadística, un niño pequeño se ríe en promedio trescientas veces al día. Mientras, un adulto sólo lo hace quince veces. Aunque hay honrosas excepciones, a medida que crecemos, vamos perdiendo la capacidad de divertirnos —y, por tanto, la alegría. ¿No es preocupante? La capacidad de disfrutar no sólo se modifica en relación al tiempo, sino en relación al espacio. La mayoría de personas asocia diversión a situaciones de ocio, como, por ejemplo, asistir a un espectáculo de los propios Les Luthiers. Muy pocos, en cambio, atisban alguna relación entre disfrutar (‘to have fun’, dicen los norteamericanos) y trabajar (ya saben: el negocio es la negación del ocio).
Pregunta a bocajarro: ¿La diversión está reñida con el trabajo? Mi respuesta: nooooo. O, por lo menos, no forzosamente. Que se lo pregunten a Messi, por ejemplo. O a Santiago Segura.
No obstante, si miramos a nuestro alrededor nos topamos con profusión de conocidos que están amargados en sus trabajos. ¿Les suena? Gente que cumple con su cometido a duras penas, que lo hace a regañadientes, que carece de iniciativa y de chispa y que, en suma, jamás ganaría un premio a la productividad. ¿Por qué no buscan otro trabajo? Misterio. Han decidido amargarse la vida a sí mismos. Y lo que es peor, también a sus compañeros, jefes y colaboradores. Es duro lidiar con trabajadores así. Como decía el recientemente fallecido Jorge Wagensberg, «la mediocridad es una decisión personal». Los mediocres eternamente desmotivados o el ‘no talento’ —como diría Xavier Marcet— siempre tienen un montón de excusas para justificar su actitud. El jefe, el salario, la crisis, etc. Lo siento, no nos sirven. La verdadera razón es el miedo. No se atreven a enfrentarse a los cambios. No se atreven a enfrentarse a sus incapacidades. Estos ‘especímenes’ abundan, pero olvidémonos de ellos.
Este es el momento para lanzar una afirmación rotunda y contundente: ¡uno se puede divertir en el trabajo! Cada vez hay más empresas que apuestan por esa filosofía. Saben que cuanto mejor se lo pasen sus empleados, más productivos serán. Así de sencillo.
Probablemente, Richard Branson, el fundador y dueño del grupo Virgin (¡que aglutina 400 empresas!) es el ejemplo más paradigmático de empresario que apuesta por la satisfacción de sus colaboradores. Entre muchas otras iniciativas, Branson permite que los empleados de sus empresas se tomen las vacaciones que estimen oportunas, sin pedir autorización a sus jefes. Confía en su sentido de la responsabilidad. Sabe que pocos serán los que abusen (y si lo hacen, jefes o compañeros se lo harán notar).
Otro ejemplo que conozco de primera mano: el de la compañía española Desigual. La empresa de moda tiene su sede en un impresionante edificio de 24.000 metros cuadrados en un lugar de ensueño en Barcelona, a los pies de la playa. A través de su “epidermis” 100% acristalada, los empleados ven el mar y atisban el horizonte. Cualquier empleado puede irse a dar un chapuzón cuando lo considere conveniente. Además, en los bajos del edificio, disponen de un parking para tablas de surf. Por otro lado, en el interior de la sede, no tienen despachos sosos y convencionales, sino una sucesión de espacios heterogéneos y modernos, la mayoría con vistas al mar, unos para reunirse, otros para reflexionar y trabajar individualmente, y otros para descansar, alimentarse o cultivar el cuerpo. Las salas de reuniones tienen nombres como “Sex, Fun & Love” (¿cuántas empresas se atreverían a bautizar así una sala de reuniones?). Por tener, tienen en las oficinas hasta un ’happímetro’, que mide el porcentaje de empleados que se sienten contentos, a partir de la pulsación espontánea del botón “happy” o “unhappy”. El último día de que estuve marcaba un 90% “happy”.
Virgin y Desigual son dos organizaciones que lo tienen claro. Cada vez son más. Hay muchas formas de crear un ambiente gratificante y divertido. Recurrir a fotos simpáticas (por ejemplo, de cuando eran niños) de los empleados y utilizarlas en celebraciones especiales o colgarlas en la web o redes sociales de la compañía. Incorporar un léxico más desenfadado y divertido en los nombres de los cargos, de los proyectos, de las salas de reuniones… Trasladar, de vez en cuando, el trabajo —las reuniones, la formación, …- fuera del trabajo, preferiblemente a lugares con encanto.
Compaginar diversión y salud: por ejemplo, con concursos de subida de escaleras o similares. Celebrar los éxitos, por pequeños que sean. Hacer regalos originales en las celebraciones señaladas, en las convenciones de venta, en los “kick-off”, … Decorar las instalaciones con colores y elementos divertidos. Y así hasta donde llegue la imaginación… Mezclar el negocio con el juego, el deporte, la música o la gastronomía da para mucho.
¿Todas estas iniciativas garantizan que todo sea siempre maravilloso y de color de rosa? No, tampoco es eso, no seamos ilusos. No es mano de santo. También influyen otros factores. Hace un par de años, Desigual experimentó una convulsión al caer sus ventas, lo que provocó el cierre de tiendas, la entrada en el accionariado de un grupo francés y la salida de algunos directivos. Pero, sin duda, las medidas dirigidas a satisfacer a sus empleados hicieron más llevadera la situación y aliviaron el golpe. Desde entonces, Desigual ha dado una vuelta de tuerca más a la organización, revisando el modelo de negocio, el producto, la comunicación y algunos métodos de trabajo. Ahora, lo que antes era Recursos Humanos se llama ‘People First’, apostando todavía más por poner a las personas en el centro y enfocarse en su satisfacción.
Como vemos, el trabajo no tiene por qué ser gris, serio y aburrido. Ese es un concepto caduco. La mayoría de los mortales dedicamos la tercera parte de nuestras vidas a trabajar, por lo que lograr un ambiente laboral divertido e ilusionante debería ser el objetivo tanto de directivos como de empleados de cualquier organización. Antes se pensaba (mucha gente todavía lo piensa) que divertirse en el trabajo distraía la atención y podía tener un efecto negativo sobre la productividad. ¡Es exactamente lo contrario! Es bastante evidente: si el empleado está contento, produce más y mejor… Hay estudios que lo demuestran. Por algo está en auge un cargo como el de ‘Chief Happiness Officer’ o director de Felicidad.
El futuro va por ahí. En 2025, los ‘millennials’ (Generación Y) y los ‘centennials’ (Generación Z) constituirán el 75% de la población activa mundial. Las nuevas generaciones están obligando a transformar la forma de trabajar. Una de las cosas que esperan del trabajo es precisamente disfrutar. Buscan ambientes laborales divertidos. Odian aburrirse.
Por tanto, a día de hoy, una compañía que aspire a triunfar debe conectar con el talento de las nuevas generaciones y eso pasa por crear ambientes divertidos. Eso les permitirá acercarse a algo muy lógico, pero que suena a revolucionario: que sus empleados, cada mañana, al levantarse, se digan: “tengo ganas de ir a trabajar”. Por supuesto, ello aderezado con el toque adecuado de realismo: disfrutar en el trabajo no significa trabajar menos, sino trabajar mejor.
El fin último de la diversión es fomentar la productividad y la rentabilidad. En Desigual lo llaman ‘Fun & Profit’. La clave es lograr ambas cosas, ‘fun’ (diversión) y ‘profit’ (beneficios). Ese es el reto. Lo resume también certeramente el slogan de Amazon: «Work Hard. Have Fun. Make History.» En resumen: ¿Busca talento? ¿Busca resultados? ¡Ofrezca diversión!
1 Comentario
artículo del país de la gominola en la calle de la piruleta