La clase creativa es un concepto que emergió con fuerza hace más de una década gracias al profesor de la Universidad de Toronto —concretamente en la prestigiosa Rotman School of Management— Richard Florida. Florida tuvo la gran habilidad de beber de toda la fuente de investigación de la teoría económica más puntera y estudiar qué papel jugaba la creatividad en ello.
Paul Romer, uno de esos rockstar, Premio Nobel de Economía, es quizás la referencia más importante para comprender que el crecimiento económico es:
- endógeno, es decir, no cae del cielo, sino que depende de lo que somos capaces de hacer los humanos y,
- la fortaleza de ese crecimiento depende de nuestros incentivos y capacidades…
- Capacidades que Richard Florida ha demostrado que están vinculadas con la creatividad.
Florida empezó fuerte, cuestionando un concepto de moda a principios de siglo. Florida demostró que el mundo no es plano. La globalización y la integración de los mercados (sobre todo de capitales) no está reñido con que la actividad que mueve el mundo se concentra en unos pequeños puntos en el espacio: las ciudades.
El progreso depende de la interacción de personas, conectadas, pensando en cómo crear nuevas recetas para resolver todo tipo de problemas y desafíos. Y cuantas más personas logremos involucrar, a todos los niveles de una organización, ciudad o país, más poderoso será el crecimiento de nuestra productividad y la capacidad para crear riqueza y empleo de forma sostenible. A este fenómeno Richard Florida lo denominó la clase creativa.
Todo tipo de profesionales cuyo día a día es poner su talento al servicio de pensar, trabajar en la mejora continua y desafiar —con los incentivos adecuados— la frontera de lo posible dentro de sus ámbitos de competencia.
Por todo ello, necesitamos poner el concepto de clase creativa sobre el tablero en la ensalada del crecimiento empresarial que España (y Europa) necesitan.
A lo largo de mis entrevistas para el libro de “Mentes Creativas. Como pasar de lo ordinario a lo ordinario”, hay algo que se repite una y otra vez, incluso por profesionales españoles aclamados internacionalmente: España es un país creativo. Pero, la siguiente frase también suele ser habitual: pero los españoles no creen en el poder de su creatividad como un gran instrumento para crear productividad y progreso.
Una de las barreras críticas a la hora de atraer talento mundial para residir y trabajar en España es que no creemos en el poder de la creatividad, ni en su productividad, ni por tanto está valorada en la nómina y los incentivos.
Por eso tenemos que aupar a nuestra clase creativa, porque la tenemos. Aquella clase formada por aquellas personas que:
- Apuestan por desarrollar sus ideas antes y no tanto por la seguridad, la comodidad y las acciones reactivas.
- Asumen que el futuro pasa por crear nuevas recetas, no por usar siempre la misma, porque nos ha llevado a los mismos platos y no hay forma de crecer con ellos.
- Les frena la burocracia, porque adormece a las personas, les impide dedicar energía a crear y avanzar. Un exceso de burocracia mata la mano que nos da de comer.
- Saben que la vida no trata de alcanzar metas y luchar por la siguiente, sino vivir a través de un propósito. Viven con la firme convicción de que las empresas que dejan un legado son aquellas que ofrecen una consistencia a través de un por qué, como diría Simon Sinek o Xavier Marcet.
- Saben que los equipos creativos que triunfan son los que están creados desde la diversidad y no desde la imposición o el miedo.
- Su apertura de miras les hace adelantarse a los cambios que no vemos a través de las estadísticas o presupuestos que tanto amamos.
- Son inspiración para nuevas generaciones. Para todas aquellas personas que sueñan con emprender su sueño. Son espejos donde otras personas se inspiran, rompen miedos y ayudan a que esa clase creativa crezca y se haga aún más fuerte.
- No tienen miedo a auditar su creatividad. Qué saben, qué no saben, qué hacen y sobre todo qué falta. El proceso, los incentivos, los ingredientes y la colaboración siempre se tienen que auditar para mejorar. La creatividad no surge de la nada. Emerge tras horas y horas de sudor, trabajo, proceso, método y, en definitiva, conjugar libertad con disciplina y trabajo duro.
- .Han pasado muchas veces por locos, atrevidos, desafiantes, pero sus resultados hablan, y logran convertirse en iconos, en líderes internos, porque son infatigables para lograr mejorar y romper el puzzle.
Estas personas que forman nuestra clase creativa tienen que estar en cada rincón de nuestras empresas, de las administraciones públicas, en el Congreso, las ONG, organismos internacionales… son personas que “remueven el avispero”, sacan lo mejor de nosotros, ayudan a crear, a desafiar, a romper con lo establecido, caduco y oxidado. Mueven lo inimaginable, y generan un movimiento.
Por todo ello, España necesita más que nunca a su clase creativa, para romper la apatía y la parálisis que muchas veces percibimos: pasa de todo, pero, en el fondo, nunca pasa nada: nuestra riqueza, nuestra productividad, nuestra presencia en el mundo, siguen igual de estancadas.
Esto requiere sociedades abiertas, libre-pensantes, desde la escuela hasta las residencias geriátricas, con medios de comunicación y de interacción social libres y fuertes. Empresas globales, con productos diferenciales y un afán —a veces temerario— por desafiar los mercados. Esto supone instituciones tan sólidas como flexibles, tan ágiles como preocupadas (y ocupadas) en que se fomente sin cesar (con todos los instrumentos a nuestro alcance: legales, fiscales, financieros) que las personas cuyo motor creativo y diferencial se puedan desarrollar.
Aún nuestro sistema empresarial necesita de una gran ventilación, un crecimiento sólido que no es capaz de lograr —respecto a otros países líderes en el mundo—, con resultados más que mejorables en nuestras escuelas, universidades, no digamos en la mejora de nuestra calidad institucional, o nuestros índices de libertad de mercados, ideas y, en general, nuestra competitividad. Esto no se puede lograr sin nuestra clase creativa, la gran olvidada.
Necesitamos una gran revolución social para formar parte del club de la clase creativa. Para ello hay que olvidarse de ser intransigente, estar dispuesto a aprender y desaprender, tener curiosidad infinita y poner todo tu capital creativo y crítico a disposición de los demás. La clase creativa está compuesta por los exploradores, que a la vez saben explotar, ejecutar y buscar la excelencia en cada cosa que hacen.
Acabo con las recetas que aporta Richard Florida, a modo de minuto y titular, para crear un país atractivo para una clase creativa fuerte:
- Ordenemos las prioridades. ¿A qué aspiramos como país (o como organización)? Hay que olvidarse del corto plazo ya. Explorar y explotar tienen que producirse de forma simultánea. Si sólo se conduce con luces cortas y retrovisor nada avanza.
- ¿Cuáles son nuestros activos? Definamos muy bien qué ofrecemos como organización y como país para hacer que las personas quieren trabajar aquí, vivir aquí, desarrollarse aquí. Expliquemos, trabajemos y pensemos qué mueve la mente y el corazón de las personas para fomentar su calidad de vida aquí.
- ¿Se cuida el empleo cualificado? Un país que no apueste por el empleo joven, que no valore la cualificación, la creatividad, la meritocracia… un país que no tenga sabia nueva que emerge con fuerza, no es un país preparado para tener una clase creativa sólida. En España tenemos mucho recorrido que realizar en este campo, pero mucho.
- Educación, Sanidad y Seguridad. Son los tres pilares que buscan las personas más dinámicas de la clase creativa. Ayudan a afianzar el talento en un país cuando estas tres cosas ocurren. Esta es una gran ventaja competitiva de España (pero no es muy diferente al resto de países europeos). Debemos mantenerla y mejorarla.
- Vivienda y transporte. La movilidad, el acceso a vivienda asequible, la flexibilidad para trabajar presencial y en teletrabajo… son grandes factores que Richard Florida ha puesto también sobre la mesa para afianzar a la clase creativa.
- Un país o una organización sin valores, no es atractiva. Valores como la tolerancia, la confianza, el respeto, la autoexpresión… Las sociedades abiertas, con un comercio fuerte, una competencia de sus empresas, que a la vez usan las luces largas pensando en global y en el futuro, son las sociedades más resistentes a las crisis y las que más progreso bombean. Lo llevan haciendo dos siglos sin cesar. Pero esto requiere un país con instituciones fuertes, sin corrupción y que trabajen de forma incansable por la libertad.
- La energía vital, la diversión y la calidad de vida atraen a los mejores profesionales. En España los atraemos de vacaciones. Ahora el reto es atraer a los mejores para que creen empresas aquí, tributen aquí, creen empleo aquí, sean productivos aquí.
Richard Florida nos dice algo que nunca debemos olvidar: «existe una tendencia de las personas creativas a buscar de forma activa grupos de personas parecidas y desarrollarse allí, con la ventaja económica perpetua que esto genera». Pongámonos a trabajar en ello desde ya en nuestras instituciones, empresas y en todo nuestro entramado civil. Tener una clase creativa fuerte, activa y puntera en cada rincón de nuestro país es la palanca del progreso.
Te dejo con una magnífica entrevista reciente con Richard Florida, ideas a borbotones: