El mundo de las startups, la tecnología y, en general los negocios, ha adquirido ya un lenguaje propio. Hablamos de agilidad, de mínimo producto viable, de pivotar, ser flexibles, gestionar la incertidumbre… pero cuando pensamos en estos conceptos, todos tienen que ver con capacidades humanas. Por eso, la vida se parece mucho a una startup. Y me gustaría conectar este fenómeno —la agilidad— que está transformando la forma en la que trabajamos y nuestras vidas, con la PNL y la Psicología.
Piénsalo un segundo: la vida de un ser humano no es más que un proyecto de larga duración que nunca acaba y siempre está sujeto a evolución y mejora… ¿A qué te recuerda esto?
La agilidad exige la necesidad de gestionar tareas que se solapan: no acaba una, empieza otra. No se sabe el resultado de una acción, ya necesitas arrancar con la siguiente. Nuestra capacidad de predicción y de anticipación es limitada, pero necesitamos cada vez más y mejor información para tomar mejores decisiones. No somos expertos en todo, pero tenemos que decidir. ¿Y eso no es lo mismo que nos pasa en nuestra vida diaria? No tenemos certificación ni formación pero gestionamos todo y de todo con la familia, el trabajo, la amistad, la pareja… y a veces a la vez.
Vivimos en la complejidad, donde cada vez tenemos que estar más abiertos a ser trasversales, ágiles y aprender haciendo.
Somos un proyecto lleno de historias de usuario, que catalogamos y priorizamos en base a nuestras necesidades del momento. Decidimos cómo actuar y qué hacer; y siguiendo la teoría de la pirámide de Maslow decidimos seguir el proceso incremental, una vez que hemos superado cada uno de los “sprints” de nuestra vida. A veces, hacemos retrospectiva, nos paramos y hacemos balance de cómo nos van las cosas y en base a eso decidimos cambiar determinados hábitos o comportamientos: dejar de fumar, ir al gimnasio, aprender inglés…
Si pensamos en el ser humano como tal, sin duda alguna en un marco Cynefin, la realidad es cada vez más compleja, impredecible y, por mucho que nos empeñemos, difícil de replicar: ¡a ver quién tiene el manual de instrucciones para conseguir patrones de comportamiento que se repitan en todos nosotros y de la misma forma!
No es que “seamos raros” o que «nadie nos comprenda». Cada uno tenemos nuestra propia realidad, y los acontecimientos acaecidos durante la vida nos dotan de impresiones según la forma en la que los hemos percibido.
Nuestras vivencias nos van construyendo. Vamos acumulando experiencias, las almacenamos en nuestro interior y de ahí nos surgen más caminos para encontrar soluciones y ser más ágiles en nuestras decisiones. A más experiencias vividas, más amplio será el abanico de posibles caminos que nos ayuden a solucionar otras situaciones, más capacidad de estimación tendremos.
¿Acaso hay dos personas iguales?
No, porque cada una se desarrolla y evoluciona según sean sus circunstancias. Incluso dos gemelos, nacidos a la vez y criados de igual forma, nunca llegarán a ser idénticos en su evolución o formas de ver/entender las cosas.
Dentro de la PNL hablamos de que “el mapa no es el territorio”, que las experiencias vividas amplían nuestras capacidades de respuesta. Esto forma parte del ADN de lo ágil, es la manera en la que evolucionamos, nos adaptamos y somos flexibles.
La vida y la evolución propia de cada persona no es plana, es incremental. Añadimos conocimiento y experiencias que nos transforman y nos convierten en otras personas…. Somos lo que somos porque vivimos lo que vivimos. “Yo soy yo y mis circunstancias”, en palabras de Ortega. Soy el Product Owner de mi vida porque siempre voy a estar ligada a ella, mientras dure el proyecto. Somos una startup en constante experimentación.
El ser humano no es un ente que nace y es lineal o programable hasta que se muere. Evoluciona, se adapta y es absolutamente imposible saber con certeza cómo será o quién llegará a ser a lo largo de su vida. Se enfrentará a tantas situaciones que le forjarán como persona que llegará a ser hasta que deje de serlo. Y esas situaciones, según la PNL serán enriquecidas día a día.
Podemos prever algunas cosas, pero se pueden ver truncadas por la situación, el entorno o “la tribu” a la que pertenecemos… Vamos, que el cuento de la lechera es la clara moraleja del agilismo. Deja de hacer planes hasta que no tengas realmente el cántaro lleno. Partir de suposiciones y conjeturas no es más que el error de una planificación. Toma lo que tienes realmente y ponte a ello.
Como dice Steve Blank, una de las mejores referencias mundiales en el emprendimiento: «ningún plan de negocio, por muy trabajado que esté, soporta el primer contacto con un cliente»… También puedes hacerle caso —sólo por una vez— a Mike Tyson: «todo el mundo tiene un plan hasta que recibe un puñetazao en la boca».
Incluso dando un paso más en el agilismo y las personas, podemos relacionar los OKRs con nuestro propósito en la vida. Un ejemplo claro: “Conseguir ser feliz en la vida”.
Tienes tus propios objetivos, por ejemplo, formar una familia, tener un trabajo satisfactorio y viajar.
Hacemos nuestras estimaciones e, incluso, sacamos los resultados clave (KR) para cada uno de esos objetivos de nuestra vida:
- Familia: tener 2 hijos y un perro;
- Trabajo: estudiar una carrera y hablar 2 idiomas;
- Viajar: hacer cada año 1 viaje internacional!
De vez en cuanto haces recuento de tus KPIs existenciales. Esos indicadores críticos que te permiten saber qué hemos hecho y cómo. Pero la vida no espera a que hagamos muchas cuentas. Medimos lo esencial, necesario, justo y seguimos adelante. Y si vemos que nuestros resultados clave no se pueden cumplir, podemos desecharlos para encontrar otros que nos ayuden a nuestro objetivo. Y de eso se trata, de seguir adelante y no quedarnos estancados esperando a que se produzca el milagro.
Por lo tanto, si la evolución de las personas está provocada por las causalidades y casualidades que se reflejan en la consecución de nuestros objetivos, y por tanto de nuestro propósito por el entorno, las condiciones ambientales, sociales, familiares y un largo etcétera.… ¿Por qué queremos estancar la evolución de nuestros proyecto u objetivos a aspectos inamovibles e incorregibles?
A lo largo del desarrollo se lidiarán con casuísticas que afectarán a la consecución de las cosas, por lo que la planificación y evolución de las cosas van adaptándose al momentum y nuestra mayor responsabilidad debe ser gestionar y controlar el riesgo que corremos con cada decisión. Los proyectos evolucionan, las personas que los ejecutan también.
En nuestra vida también aplicamos el famoso MPV (Mínimo Producto Viable). Vamos enriqueciendo nuestro resultado final, y lo incrementamos en base a las experiencias en las que insiste la PNL.
Empezamos a hacer lo básico y poco a poco lo vamos mejorando en base a lo que vamos descubriendo día a día. Incluso modificamos acciones u objetivos personales cuando descubrimos que no son viables. No hay más que ver el dibujo de «la familia» de un niño para ver cómo con el tiempo va incorporando más detalles al mismo. Al principio serán círculos, poco a poco le añadirá manos, dedos, orejas ¡y hasta pestañas! pero su MPV inicial ha sido suficiente para conseguir su objetivo «dibujar la familia».
Cada vez que pienso en PNL lo relaciono con el riesgo y la aventura de vivir. Aprender de cada experiencia, vivir sin miedo al error y pasar a sentirlo como oportunidad, de la que construiré nuevos caminos que me ayuden a saber distinguir posibles vías para resolver cualquier situación. Pero no puedo planificar ni decidir qué pasará en el futuro con certeza.
Debo ser capaz de interferir en mis emociones y más aún capaz de modelarlas según las necesidades de cada momento y sobre todo ser capaz de caer y levantarme para seguir mi andadura. Para ello necesito anclajes, empatía, ganas de intentarlo y sobre todo no dejarme vencer por el miedo a perder.
Utilizamos la palabra agilismo para los proyectos y tradicional cuando hablamos de las personas. Pero si nos paramos a pensar, no hay nada más ágil que las personas y más tradicional que el enfoque que se le da en muchas empresas a la forma de hacer las cosas.
La agilidad lleva millones de años innata en el ser humano, pero nos empeñamos en tratarla como moda pasajera o enjaularla en el día a día… ¿necesidad de control, de poder, de mando, de ego?
El ser humano es ágil por naturaleza, pero incoherentemente actúa, se relaciona, trabaja y se desarrolla siguiendo un patrón inflexible y rígido… predictivo. Y ahí radica gran parte de nuestras frustraciones. ¿Qué sentido tiene ir tan allá si cualquier aleteo de una mariposa en el otro lado del mundo puede generar un tsunami en nuestra vida?
Al final nuestra querida Scarlet O´Hara va a tener razón y hay determinadas cosas que es mejor “pensarlas mañana, cuando sea el momento oportuno para hacerlo” para ser más ágiles y eficientes. En ella veo otra posible similitud con lo ágil… lo reservamos para la próxima.
1 Comentario
Excelente análisis. Gracias por compartirlo