«Si la gente no puede escribir bien, no puede pensar bien,
y si no puede pensar bien, otros pensarán por ellos».
George Orwell
Como tanta gente que hoy en día se dedica a evaluar y jugar con las herramientas de Inteligencia Artificial, un amigo, que tiene acceso privilegiado a herramientas que aún no están de dominio público, me envió un mismo texto de un libro suyo, escrito con estilos distintos (en concreto: escrito como El Quijote de Cervantes, como la Rayuela de Cortázar, o simplemente en “argentino actual”).
La primera conclusión, como buen argentino fanático que finjo ser, es que no solo Dios es argentino, sino que la Inteligencia Artificial también (si no, no escribiría así).
La segunda conclusión, un poco más elaborada, es observar cómo se ha degradado el lenguaje desde Cortázar hasta la actualidad, y eso me ha llevado a escribir esta breve reflexión.
El lenguaje es lo que permite al ser humano armar sus relatos para dar sentido al mundo y a sí mismo. Los relatos son lo que le ha impulsado a avanzar como especie frente al resto, que no tienen narrativa.
El continuo mejoramiento del lenguaje es el que le ha hecho evolucionar. A lenguaje más refinado, complejo y específico, se pueden narrar relatos más refinados, complejos y específicos, que dan lugar a acciones más refinadas, complejas y específicas.
Un lenguaje simple no permite un razonamiento complejo, ni por lo tanto una narrativa refinada, y se limita a accione simples.
Durante la historia de la humanidad la gran mayoría de la población tenía acceso a un lenguaje simple y, más que elaborar sus propios relatos, tendían a adoptar y utilizar relatos elaborados por una élite que poseía un lenguaje más refinado (en general: sacerdotes, consejeros, escribas…).
A partir de la imprenta y del renacimiento se comienza a ver un crecimiento paulatino de la riqueza del lenguaje en cada vez mayor cantidad de gente. La escolarización básica de la población dio herramientas a algunos para pasar a un nivel de relatos superior, pero la gran mayoría siguió manteniendo un lenguaje limitado y siguió utilizando relatos elaborados por otros.
Buena parte de las trágicas guerras de los siglos XIX y XX se deben a la aparición de relatos refinados opuestos, y a una lucha por el control de la narrativa sobre las masas que, aunque comenzaban a estar escolarizadas con un mejor lenguaje, aún carecían del pensamiento crítico como para elaborar relatos refinados propios.
Intuyo que es probable que la relativa paz de finales del siglo XX tenga algo que ver con la dificultad de manipular tan sencillamente a gente. Cada vez más preparada, con relatos propios, que se negaba a adoptar los de otros tan fácilmente, y que dio lugar a una progresiva pérdida de poder de quienes hasta entonces controlaban el relato: religiones, partidos políticos, militares, nobleza…
Sin embargo, hace ya un par de generaciones que eso parece estar cambiando. Tanto los programas educativos —cada vez más centrados únicamente en lo práctico de las nuevas tecnologías, y minimizando y castigando toda enseñanza humanista— como la disminución del prestigio social de quienes usan las palabras y las ideas como trabajo, han llevado a un claro empobrecimiento y simplificación del lenguaje en las nuevas generaciones, especialmente en las nativas digitales.
La paradoja es que en el momento que tenemos acceso fácil a todo el conocimiento creado por el ser humano, carecemos del pensamiento crítico y del lenguaje necesario para analizarlo.
Tendremos, eso sí, la herramienta de la Inteligencia Artificial para enseñarnos el estilo de Cortázar. Y, si no sabemos, nos explicará el significado de las palabras que utilizaba, pero así se perderá el refinamiento de su literatura y la evocación de imágenes que solo un lector con cierto lenguaje puede crear.
Todo parece indicar que a mayor Inteligencia Artificial habrá más estupidez humana.
Curiosamente, no por falta de acceso a información, sino por sobreabundancia y por incapacidad de procesarla, y eso no es tanto por límites de nuestra capacidad de atención, sino por la falta de lenguaje adecuado para que nuestra imaginación cree los relatos que den sentido a esa información.
Este no es un texto ludita en contra de la Inteligencia Artificial, es un llamamiento a intentar minimizar la Estupidez Humana, fomentando la riqueza del lenguaje y la imaginación.
Un llamamiento para ser conscientes de que, como bien advirtió Orwell, si nosotros dejamos de pensar, siempre habrá algún otro que piense por nosotros, sea humano o máquina.