Bjørn Lomborg es autor de «El ecologista escéptico» y «En frío», director del Centro del Consenso de Copenhague y profesor adjunto de la Escuela de Negocios de Copenhague.
Varios miles de funcionarios de 194 países se acaban de reunir en Cancún, México, para otra cumbre más sobre el clima mundial. Insatisfechos con el ritmo de la diplomacia del clima, muchas personas se preguntan qué pueden hacer por su cuenta sobre el cambio climático .
Desde hace años, los activistas por el clima, desde Al Gore a Leonardo DiCaprio, han argumentado que las acciones individuales, tales como conducir automóviles más económicos y el uso de bombillas más eficientes, son un elemento crucial en el esfuerzo por abordar el calentamiento global. El panel sobre el clima de Naciones Unidas y la Agencia Internacional de la Energía se hacen eco de este sentimiento, insistiendo en que el aumento de la eficiencia energética podría reducir el consumo de energía hasta en un 30%, lo que haría de la mejora de la eficiencia un remedio efectivo para el cambio climático. Pero, ¿es realmente así?
Lo siguiente da que pensar: a principios de la década de 1970, el estadounidense promedio gastaba alrededor de 70 millones de unidades térmicas británicas (BTU) al año para calentar, enfriar y dar electricidad a su casa. Desde entonces, por supuesto, hemos hecho grandes avances en la eficiencia energética. Como The Washington Post informara hace poco, los lavavajillas utilizan ahora un 45% menos de energía que hace dos décadas y los refrigeradores un 51% menos. Entonces, ¿cuánta energía usan hoy los estadounidenses en sus hogares? Sobre una base per cápita, la cifra es más o menos la de hace 40 años: 70 millones de BTU.
Esta sorprendente falta de cambio es el resultado de algo que los economistas llaman el «efecto rebote». Se trata de un fenómeno familiar para los planificadores urbanos, que hace tiempo descubrieron que construir más carreteras no soluciona los atascos de tráfico… simplemente alienta a más personas a comprarse un coche y conducir. El principio subyacente es un hecho de la vida decididamente contrario a la intuición. Se podría pensar que aprender a usar algo de manera más eficiente dará lugar a usar menos de él, pero ocurre todo lo contrario: cuanto más eficiente nos volvemos en el uso de algo, es probable que lo utilicemos más. La eficiencia no reduce el consumo, sino que lo aumenta.
El Breakthrough Institute destacó recientemente en su blog algunos resultados sorprendentes – e importantes- de un estudio realizado al respecto, publicado en agosto en The Journal of Physics por el economista de la energía Harry Saunders y cuatro de sus colegas de los Sandia National Laboratories del Departamento de Energía de EE.UU. Como Saunders señaló en un resumen en el blog, él y sus colegas, sobre la base de «300 años de evidencias», encontró que, «a medida que la iluminación se hace más eficiente en términos de energía, y por lo tanto más barata, la utilizamos cada vez más.»
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Traducción: David Meléndez