El debate sobre la inversión en oro es algo más que considerar el metal amarillo una estulta burbuja o el maná que todo lo cura. Existen razones fundamentales que deben conocerse y que pueden ofrecernos una explicación de porqué el oro ha sido uno de los ganadores de la crisis y se considere hoy una alternativa de inversión como cualquier otra. Derrumbemos algunos mitos establecidos y tratemos de dar una breve justificación acerca del comportamiento del precio de la onza. La clave es entender que el oro es un activo refugio de los pánicos. Partiendo de aquí veamos unas matizaciones:
El oro no es el mejor hedge contra la inflación en épocas de bonanza económica. Es más, puede incluso convertirse en una mala inversión. Durante el periodo que transcurre entre 1980 y 2001 el poder adquisitivo del oro se redujo más de la mitad en términos corrientes y –atención- un 80% en términos constantes. Lo mejor en épocas pujantes es ir a favor de la corriente y beneficiarse de los resultados crecientes de las compañías.
Tampoco es la mejor alternativa de inversión para épocas de crecimiento con tasas deflacionarias, donde el oro no se revalúa necesariamente frente a las divisas fiduciarias. El oro podría comportarse bien en épocas deflacionarias como consecuencia del estallido de una burbuja (ver año 2009). En un momento en que la percepción del riesgo es elevada, el oro podría salir comparativamente favorecido con motivo de la huida hacia activos que no son pasivo de nadie.
El oro se comporta bien en épocas estanflacionarias: véase la década de los 70, (el precio de la onza llegó casi a triplicarse entre el 73 y el 75) y algunos periodos de la actual crisis.
Los Quantitative Easing benefician al oro y demás metales preciosos permitiéndoles beneficiarse del fenómeno conocido como debasement de las divisas (si la cantidad de dólares en la economía se incrementa y la del oro se mantiene constante, éste se ajusta vía precio), fenómeno que se ha podido observar a lo largo de la actual crisis.
Algunos autores exhortan acerca del actual backwardation (precio del futuro inferior al precio del contado) en el oro. Por lo general en este mercado suele cotizarse un cierto contagio, en tanto que el almacenamiento del oro tiene un coste que se suele repercutir en el precio a plazo. El problema aparece cuando el backwardation es permanente, lo que podría significar que apenas hay oferta de oro físico para la venta y sus tenedores no desean desprenderse de él, pese a la oportunidad de ganancia que se les brinda (vendiendo hoy y comprando más barato a futuro).
No cabe olvidar que los bancos centrales han sido compradores netos de oro en 2011, rompiendo con la tendencia de los últimos 23 años, en los que paulatinamente se deshacían de sus reservas del metal.
Mención especial merecen las compras apalancadas. Si la mayoría de posiciones largas en oro corresponden a especuladores a crédito, el precio del metal no estaría respaldado tanto por una demanda de inversión como por traders que, ante necesidades de liquidez acuciantes, cerrarían sus posiciones con la misma vertiginosidad con la que las abrieron, dando lugar a caídas repentinas en el precio de la onza. La corrección del pasado mes de agosto se achaca en algunos foros a la elevación de los márgenes de garantía requeridos por las cámaras de compensación, lo que habría llevado a muchos especuladores a deshacer sus posiciones.
En cualquier caso, por lo general el oro brilla en situaciones de zozobra, de modo que si considerara que el final del túnel queda aún muy lejos, no parecería descabellado contar con algo de exposición al precio del oro en su cartera.
Amado Espi Peiró es economista.