Creo que pueden resultar útiles algunas consideraciones respecto al debate nuclear desde el punto de vista de la teoría económica.
1. Distintos gobiernos europeos han anunciado una revisión de sus programas de energía nuclear. Si bien el debate es siempre pertinente, resulta paradójico que en países como Alemania o Suiza se reavive tras un desastre no factible en dichos países (terremoto de intensidad 9 y posterior tsunami, elementos ambos necesarios en el accidente de Fukushima). Desde un punto de vista racional, uno debe actualizar sus visiones cuando se conoce nueva información relevante; para el caso de dichos países europeos, la información no es relevante.
2. Podría argumentarse que la «nueva información relevante» es que «existen eventos impredecibles que pueden causar accidentes nucleares para los cuales no estamos preparados». Esta podría ser una nueva información relevante, aunque debemos pensar en qué tipo de eventos pueden llevar a un desastre. Por ejemplo, una caída de un meteorito.
3. Evaluar este tipo de riesgos es extremadamente difícil. Desde el punto de vista de la estadística, se denominan «eventos de cola», es decir, eventos que entran dentro del espacio probabilístico pero enormemente desviados de lo que se considera «normal». El problema es que una observación adicional aporta muy poca información a nuestro conocimiento de la realidad cuando los fenómenos de interés tienen distribuciones no conocidas (la amplia mayoría).
4. Todo ello no quiere decir que el papel del riesgo deba ignorarse. Al contrario, cuanta mayor incertidumbre, mayor debe ser nuestro grado de cobertura. Al menos, eso es lo que se desprende del comportamiento humano, tradicionalmente averso al riesgo.
5. Un argumento recurrente en el debate español es que, de todos modos, estamos expuestos a las consecuencias de un desastre nuclear al estar al lado de Francia. Esto es solo parcialmente cierto: la mayor parte de eventos de riesgo nuclear solo tiene consecuencias locales (en Fukushima, por ahora, el radio afectado son 30km). E incluso en caso de accidente grave, la peor parte siempre se la va a llevar el país donde está situada la central. La propagación de la nube radioactiva dependerá del viento.
6. Un resultado clásico de la teoría económica, debido a Coase, nos dice que es irrelevante para la eficiencia económica quién sea el dueño de un activo. Por ello, si Francia instala reactores nucleares, asume la mayor parte de las externalidades (riesgo). En un mercado competitivo, España puede comprar parte de dicha producción eléctrica sin asumir el riesgo (es decir, puede actuar de free-rider). Si el mercado funcionase extremadamente bien, el precio pagado sería el coste marginal de la producción más la prima de riesgo por no estar expuesta directamente al peligro de accidente.
7. El anterior punto es, lógicamente, un argumento a favor de una mayor competencia en el mercado de la energía. La competencia favorece una mejor asignación de riesgos que quizás en este momento no se está produciendo.
8. En caso de desastre nuclear total -similar al ocurrido en Chernóbil- es necesario admitir que la respuesta no será idéntica en una democracia con prensa libre que en una dictadura represiva. Allí donde una dictadura juega con la desinformación y puede enviar a la muerte segura a cientos de trabajadores para sellar inmediatamente el núcleo, en una democracia dicha decisión respondería solo a la obligación moral de los posibles encargados de realizar la tarea. Si admitimos que no podemos «hacer lo que sea» para tapar solucionar un accidente, deberíamos ser todavía más cautos.