Robin Sharma nos recomienda un ejercicio, pruébalo: cierra los ojos y piénsalo un instante. Te despiertas y lo has logrado todo. Tienes una empresa que conquista el mercado. Ha llegado esa medalla por la que entrenas. Tienes eso por lo que te mueve todos los días: tu peso, nivel de salud, ahorros, amigos, fama… ¡cualquier cosa! ¿Te imaginas?
Esa sensación de poder interior, lograr tus metas y sueños que cualquiera anhela. Eres invencible, o eso crees. Te has ganado el respeto, o eso crees. Tienes el poder, o eso crees. Te consideras inmortal, o eso parece. Te crees un ejemplo, y lo quieres hacer saber. Quieres plasmarlo en un libro, en una película, en un podcast…¡Donde sea! Pero has logrado algo grande para ti, para la sociedad, para tu círculo, y eso te hace sentir el listo de la clase.
Muchos años de lucha, trazar planes, sentir muy lejano eso por lo que trabajas. Pero, ahora sí, todo llega, ¿verdad? Y cuando ese algo llega es el momento de… ¿Bajar los brazos? ¿Usar el ventilador para contarlo? ¿Rentabilizarlo? ¿Llega el momento del ego? ¿De la exuberancia? ¿Dar charlas TED? ¿Crear un reportaje en Instagram, ese lugar donde todos viven en sueño permanente?
Me hago estas preguntas y no porque considere que en mi vida tenga todo lo que aspiro. Para nada. Hay mil aspectos que quiero mejorar y me visiono viviendo experiencias que, a veces, creo, se necesitan varias vidas para lograrlo. Y siempre me repito a mí mismo, una y otra vez, que si soy el listo de la clase, entonces estoy en la clase equivocada.
Pero empiezo a cruzarme un día sí, y otro también, con personas que se creen ahí arriba, con el mundo bajo sus pies. Alguna vez se han creído en la cúspide, y todo lo demás ya no es relevante. Fueron o son ‘alguien’. Lo han logrado… Han llenado estadios. Fueron o son titulares de medios de comunicación…Han recibido o reciben premios. Han creado empresas imponentes, y se han hecho ricos en el camino.
Por todo ello, se han ganado el respeto, o eso asumen, por su historia, por sus logros, que mantienen en las estanterías (ahora ya digitales).
Veo, y sufro, cómo esas personas se transforman. Sacan su ‘Yo’ engreído, más egoísta y sus sesgos del ganador (que consideran que si lo han hecho una vez, podrían volver a repetirlo cuantas veces quieren). Ese ‘Yo’ que le gusta alardear, vivir de las rentas, presumir de ser un ejemplo. Pero no enseñan y ayudan, se pavonean.
Héroes de cada día, de Robin Sharma
Y al hilo de estas reflexiones, estoy leyendo el último libro de Robin Sharma, ‘Manifiesto para los héroes de cada día: Activa tu positivismo, maximiza tu productividad, sirve al mundo’. Robin Sharma no es gurú, él mismo odia esa palabra. Es una persona que busca su mejora continua. Que escribe un diario, como yo. Pasó por momentos de supuesto éxito y le destruyó por dentro. No tiene miedo a sentirse vulnerable.
Miles de directivos del mundo le han escuchado. Usa como arma principal de trabajo las preguntas. Y siempre trata de buscar en los demás su lado más humano. Busca desnudarte ante ti mismo cuando nadie te ve. Se dice que los valores y el cómo somos realmente es lo que hacemos cuando nadie nos ve, en esos momentos de soledad. Ése es el desafío.
Me gusta leer a Robin Sharma desde que el monje vendió su Ferrari… porque siempre subrayo algunas ideas que actúan como combustible. Me considero un tipo normal en lucha continua, con mil cosas en las que trabajar y siempre me hago preguntas. ¿Qué sería yo sin las preguntas?
Pero en este último libro, Robín Sharma hace un reflexión que me gustó especialmente, y que veo cada día entre empresas y personas. Y lo quiero compartir abiertamente. Son 7 amenazas que todos tenemos, y que debemos domar, para que el estúpido que llevamos dentro no se apodere de nosotros.
Amenaza 1. La erosión del talento
Los modelos de negocio caducan. Lo que te ha hecho fuerte, puede ser efímero, demasiado efímero. Lo que te hace líder hoy, mañana te puede destruir. Ser una empresa (persona) invencible es poco más que una aspiración, no una meta.
Robin muestra que las personas que han llegado a la cúspide (habla de grandes actores, deportistas, financieros…) acaban exhaustas. Cuando la meta es el fin. Cuando lo das todo por llegar. Una vez allí, bajas los brazos. Muchos “desaparecen por completo, a veces durante años”, señala. Y, lo peor, dice que empiezan a “no preocuparse por mejorar en su especialidad. Ya no practican a diario. Pierden las ganas de seguir luchando”.
He visto a emprendedores que acaban derrumbados tras conseguir esa ronda de inversión ansiada. Personas que entrenan tanto por ese objetivo que, cuando lo consiguen, no vuelven a pisar una piscina, un campo de fútbol o la bicicleta. O quien no es capaz de volver a pisar una oficina si allí ha logrado algo tan grande (pero tan desgastante).
A veces, estas metas, nos erosionan, nos descargan la energía… ¡lo que te hace grande, te puede destrozar la motivación!
Amenaza 2. La distracción energética
Robín Sharma dice que “la fama, la fortuna y la influencia masiva acarrean otros peligros inesperados de los que deberías protegerte”. Aparecen las envidias, y te defiendes de ellas. Aparecen las invitaciones a todas horas: fiestas, eventos sociales, charlas, cenas, comidas, … Y la energía se va dedicando de lo que te ha hecho fuerte a lo artificial. Dejas de atender unas cosas (normalmente tu estilo de vida, familia, amigos, socios,…) para atender otras.
El resultado de toda esta distracción energética es que “la energía creativa, productiva y de rendimiento que permitió que surgiera la grandeza”… acaba en el retrete.
La gestión de nuestra energía y atención es crítica para conseguir cosas, y también para mantenerlas.
Esto lo explicamos varias veces en la Burbuja Emprendedora: cuando un emprendedor pasa más tiempo en eventos, dando charlas, haciéndose ver, presentándose a premios y subvenciones… que en trabajar, crear equipo y visionar cómo hacerse diferencial de forma eterna… cuando esto ocurre, el final está pronto.
Amenaza 3. La complejidad del estilo de vida
Llega un momento que cuando vamos ganando más dinero, fama, prestigio y tu personalidad va moldeándose a esta nueva realidad, el resultado suele ser el mismo: más complejidad a nuestra vida. Agendas interminables, compromisos, tiempo fuera de foco de lo creativo y productivo, ocio más caro, estilo de vida ‘más pomposo’.
La complejidad es algo casi inherente al éxito. Si no tienes más casas, viajas más, no se muestra lo poderoso que estás siendo…¡no eres nadie! Y en la actualidad, si no lo publicas en Instagram y te pavoneas, aún menos.
Recuerdo muchas veces que, con asombro, después de largas horas de reuniones, he tenido acompañantes eclipsados, de forma literal, por el reloj, la marca del traje, corbata, pluma, tipo de oficina…coche aparcado en el garaje… de la otra parte. Toda una puesta en escena para demostrar el status, la potencia y la muestra de éxito. Hay quien se eclipsa y hay quien considera que, en el fondo, puede ser un símbolo de debilidad (para nuestra negociación) y de complejidad. En mi caso, soy de esta segunda opción (con perdón).
Robin Sharma explica que:
“cuando una superestrella empieza como un artista anónimo, a menudo existe una pureza de intención excepcional. El emprendedor se concentra sólo en hacer crecer su negocio. El deportista profesional —aún no es un campeón— se pasa gran parte del día entrenando, comiendo, recibiendo consejos y descansando. El músico brillante —antes de que llegue la adulación— vive en su apartamento espartano y come ramen, trabaja en el estudio toda la noche para generar la magia que entretendrá a millones de personas”. Cuando todo eso cambia, la complejidad de la vida te distrae de todo lo que te ha llevado ahí.
Y aparece el mayor error de todos, el que deberíamos grabar a fuego: “nunca te creas que una vez próspero, siempre próspero”. Porque ganas hoy, piensas que lo harás siempre. Como innovas hoy, te crees que siempre lo serás. Como eres popular hoy, asumes que lo seguirás siendo. Y dejas de hacer, una y otra vez, todos los pequeños actos que te llevaron allí. La complejidad, y los sesgos mentales del éxito, acabarán con todo ello.
En el cementerio hay demasiadas empresas que algún día pudieron haber sido líderes, y tras creerse que eso sería eterno, se durmieron y no despertaron.
Amenaza 4. La soberbia motivada por el éxito
Esto es quizás el arma de destrucción más masiva que tenemos como humanos. La soberbia, el ego desproporcionado, el crear barreras, creerse superior al que tienes al lado, no escuchar a quien opina diferente… en definitiva, creerse que estás tocado por los dioses es el mayor peligro para caer en la miseria emocional (y muchas veces, financiera).
Robin Sharma cree ciegamente en “la mentalidad del obrero”, en la mentalidad del que tiene “cinturón blanco”, la de quien pisó el primer día una cacha de baloncesto, o el que llegó la primera vez a visionar su negocio. Estar en el día 1, mantenerse en el día 1, evitar que jamás llegue el día 2, que como un día escribí era el mantra de Jeff Bezos, es lo contrario a la arrogancia, a la soberbia.
Siempre hay una solución mejor, siempre hay más valor que aportar. Busquemos objetivos más “bellos”, en el sentido clásico: más ambiciosos, más sociales y de mayor impacto (no sólo a nuestras vidas). Busquemos más allá de un resultado o una métrica. Luchemos por la mejora en cada instante.
Disfrutemos del camino, con la humildad del primer día, del cinturón blanco. Eso te mantendrá una persona con mente abierta, despierta y una vocación infinita de aprender y, lo mejor, desaprender.
Amenaza 5. Creerse lo bastante bueno
Esta amenaza está muy conectada con la anterior. Cuando te crees que eres bueno en algo, y no tiene la mentalidad del cinturón blanco… dejarás de entrenar con esa motivación y esa vocación de aprendizaje. Cuando esto ocurre, alguien te adelantará por la derecha y no entenderás bien, por qué.
La receta que nos aporta Robin Sharma es poderosa:
“para tener lo que sólo tiene el 5% de la población debes estar dispuesto a hacer lo que el 95% restante no está dispuesto a hacer… Trabajar muy duro (una ética del trabajo impecable está siempre por encima del talento natural), un montón de sacrificios (que no lo parecen porque te gusta hacerlos) imponerte hábitos excepcionales, tratar con detractores y tener que encontrar soluciones constantes a los problemas son las cuotas que debes pagar para poder entrar en los silenciosos (y casi vacíos) salones del dominio de tu especialidad”.
Silencio, trabajo, adaptación, aprendizaje y vocación infinita de mejora continua, poco a poco, pieza a pieza, cada día…
Amenaza 6. El deterioro de la reputación
“Cuando llegues al cenit de tu especialidad, la gente intentará derribarte”. Competidores y envidiosos siempre al acecho. Ver alguien ‘progresar’ es ya un motivo de búsqueda de basura para derribarle. Así es la ley del ser humano. Para no perder tu reputación la clave es trabajar en estrategias para protegerte.
Pero siempre, siempre, siempre, has de procurar que: tu trabajo, tus hechos, tu imaginación, tu poder transformador, tus equipos, tus personas leales con las que has crecido, … que todos ellos, hablen por ti, sigan trabajando contigo, y nunca te des por vencido.
Menos hablar, menos aparentar, y más hacer. Eso tapa muchas bocas y frena mucha competencia.
Amenaza 7. La mortalidad humana
Todos morimos, pero algunos más tarde que otros, en condiciones ‘normales’. Algunos viven con más calidad interior que otros. Robin es un fiel defensor de que nos cuidemos de forma integral: somos lo que comemos, lo que pensamos, lo que trabajamos nuestra mente a través de la meditación, el deporte, estar silencio o rodearnos de personas nutritivas que nos inspiran…
En defintiva, leyendo a Robin Sharma me vienen a la cabeza una serie de ideas fuerza con las que acabo:
Manténte fiel a tu cuidado, mímate, mejórate, ama y deja que te amen. Aporta valor, controla el cortisol, recibe oxitocina. Piensa de forma positiva, nutritiva y constructiva. Aléjate de la toxicidad. Ningún éxito compensa una vida plagada de inseguridades, miedos, envidias y ser un francotirador de mentes y personas buenas que siempre tenemos en nuestras vidas. Cuídate y cuida. Trabaja los valores sólidos. Cuando estés en la cima, pero sobre todo cuando estés en el pozo y en soledad. Serán lo único a lo que te podrás aferrar.