Apetito con ñ

4 noviembre 2013

“Si yo tuviera dinero también invertiría en empresas españolas”. Estas palabras fueron pronunciadas por Jeroen Dijsselbloem, Presidente del Eurogrupo, en su paso por Madrid la semana pasada, y se suman a una serie de refuerzos positivos que se han vertido en las últimas semanas dentro y fuera de nuestro países. Desde dentro y fuera pero siempre desde arriba, pues el optimismo, como las goteras, empieza en la parte alta. Que Botín diga que a España está llegando dinero por todas partes es controvertido depende en qué entorno, pero que Bill Gates se convierta en accionista de referencia de una constructora española –cuando seguimos con la indigestión del ladrillo- lo alza como embajador oficioso de la marca España, despertando la curiosidad de los inversores internacionales por compañías españolas más ligadas a la actividad interna. Inversores institucionales que se habían deshecho de todo lo spanish para no tener que dar explicaciones a sus clientes de porqué se tiene tal o cual compañía de un país a las puerta del rescate.

Spain_Inversors

Pero hoy España está de moda, sus compañías presentan valoraciones atractivas y han ganado momentum respecto otros mercados. El verano ha servido de punto de inflexión para que el capital extranjero invirtiese en renta variable de la zona euro en general, y España en particular, llevando al Ibex a registrar en el tercer trimestre el mejor comportamiento de todos los índices de renta variable. Esta semana el ministro De Guindos ponía cifras a este apetito anunciando que las inversiones extranjeras habían pasado de los 9.000 millones de euros en los ocho primeros meses de 2012, a los 19.400 millones de euros en el mismo periodo de 2013. Sí, está entrando dinero, ahora queda ver qué fidelidad demuestra este capital, y qué solidez (fundamentalmente política) demostramos como destino de inversión: el dinero es muy temeroso.

Porque, ¿qué hay detrás de este renovado interés por la renta variable española? Primero, que se suma a un interés por la renta variable de la Zona Euro bajo un panorama político y macroeconómico más constructivo. En lo político, nada nuevo bajo el sol más allá del papel del BCE; en lo económico el verano ha servido para dar la bienvenida al avance de ciertos indicadores de actividad (PMIs manufactureros) y dejar atrás la recesión de la Zona Euro en su conjunto (+0,3%) como de la española que con un tímido 0,1% trimestral dejaba atrás nueve trimestres consecutivos de recesión. Las estimaciones de crecimiento para este año y el que viene se elevan, sí, las cifras son muy tímidas, pero un crecimiento esperado del -0,4% para 2013 y del 1% en 2014 para el conjunto de la Zona Euro no pasa desapercibido entre los inversores, en tanto que es un avance muy significativo para una economía desarrollada inmersa además en un proceso de ajuste fiscal.

Volvamos a España. Mariano Rajoy dice al Financial Times que “la recesión ha terminado, pero la crisis continua”. La frase, además de resumir la idiosincrasia gallega, trata de contextualizar y relativizar el renovado optimismo sin tener que abrir el Financial Times.

En el lado positivo de la balanza, además de la revisión al alza de las expectativas de crecimiento, tenemos otras ampliamente publicitadas como la reducción de los costes laborales unitarios, o el impulso de las exportaciones para el saneo de la balanza comercial. En el lado negativo, la recuperación será lenta e insuficiente para adelgazar las cifras de paro del 26%, y el FMI estima que se mantendrá por encima del 20% al menos durante cinco años. Además, a pesar de las palmaditas en la espalda por la bajada de los tipos de la deuda pública, el diferencial respecto a la alemana sigue en niveles IMPENSABLES para una unión monetaria, sin olvidarnos de que seguimos teniendo déficit fiscal primario y seguimos acumulando deuda pública sobre el PIB.

De un vistazo observamos que las mejoras de la economía española tienen un carácter cíclico, frente a unos problemas no sólo de carácter estructural sino también supranacional. Nuriel Roubini señala que el problema más importante, no sólo para España sino para toda la Zona Euro, es “la ausencia de progreso hacia una unión bancaria, fiscal, económica y política”. Y en España lo sabemos bien, ya que nuestra recuperación está ligada al avance de Europa, en todos los sentidos.

Pero mientras debatimos este futuro utópico, en el último año el conjunto europeo se ha movido por una suerte de inercia que ha trazado una línea en la recuperación, algo así como “venga, a partir de aquí”. Y ello ha generado algo imprescindible: el cambio en la percepción de España como destino de inversión, ya que hemos pasado de casi desaparecer a ser la gran esperanza blanca. O al menos, a ser una esperanza barata.

Artículo escrito por Montserrat Formoso

Enviar comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Raúl Carrión Estudio, S.L. es la Responsable del Tratamiento de tus datos, con la finalidad de moderar y publicar tu comentario con tu nombre (en ningún caso se publicará tu correo electrónico).
Tienes derecho de acceso, rectificación, supresión, limitación, oposición al tratamiento y portabilidad. Puedes ejercitar tus derechos en [email protected].