Incluso las empresas que parecen más robustas son ecosistemas frágiles. Lo hemos visto en las más grandes y también en las empresas familiares más pequeñas y medianas. ¿Alguien dentro de Crédit Suisse creía que podía precipitarse estrepitosamente en tan pocas semanas? En mi ciudad, Terrassa, nadie imaginaba que los emporios textil laneros podían caer casi todos a la vez, toda la ciudad giraba en torno a estas empresas.
Algunas empresas que se desvanecieron parecían un mundo en sí mismas, recuerdo por ejemplo a Pegaso o a Barreiros por citar dos hitos industriales españoles. ¿Alguien en la Abengoa de inicios de los 2000 podía imaginar el calvario por el que pasaría años después? Motorola en los años noventa era el equivalente a lo que hoy nos parece Apple, ¿alguien creía que aquella empresa llamada históricamente a liderar la telefonía móvil perecería? ¿Y Kodak? Quebrado el que fue el gigante de la fotografía del siglo XX. Torres más altas han caído. La fragilidad persigue a las empresas.
He podido vivir la fragilidad en empresas familiares. He visto cómo empresas sanas levantadas a pulso, con esfuerzo y sentido del equilibrio por sus fundadores enferman por la autocomplacencia de nuevas generaciones. Aquellas que aportan más arrogancia que buen hacer, creyendo que las empresas funcionan solas, y sustituyendo la generosidad y el hambre del principio por inercia y esnobismo. La cosa acaba mal, más pronto que tarde.
He visto también lo contrario. Segundas y terceras generaciones muy esforzadas de empresarios que mejoran mucho a la generación de fundadores. Normalmente son gente que le sabe poner mayor ambición que sus antecesores, pero preservando la humildad y el sentido común de los orígenes. Mantienen el propósito, respetan a los clientes, las modernizan, innovan.
A las empresas solamente la rescatan de su fragilidad los clientes. Nadie más. Por ello parece sensato acercar la inteligencia a los clientes. Presentarles productos y servicios que los deleiten sin necesidad de que noten la complejidad de la cadena de valor que hay detrás.
Las empresas consistentes, las que se desviven por evolucionar con sus clientes y servirles el futuro medio paso por delante, son más resistentes a la fragilidad.
Nunca hay que olvidar que los clientes son gente que se va sin pedir permiso. Los clientes son la obsesión razonable de las empresas. Tener clientes y proteger el margen es el mejor tratamiento contra la fragilidad.
Algunas grandes empresas parecen demasiado grandes para que las dejen caer (to big to fail). No fue el caso de Lehman Brothers el 2008, ni tampoco de First Republic que ha sido absorbido recientemente por JP Morgan. Mejor que nos rescaten los clientes de la fragilidad que los estados in extremis.
Y dentro de la fragilidad de las empresas la parte más delicada somos las personas. No sabemos exactamente que es el alma de una empresa, pero sabemos que no podríamos desgajarla de sus personas.
Las empresas somos comunidades de personas alrededor de un propósito que aspiramos a dejar un legado. Un proyecto empresarial tiene éxito por múltiples factores:
- productos o servicios que respondan a necesidades reales de clientes de un modo singular,
- tecnologías para la eficiencia y la comunicación,
- y personas que piensen por sí mismas en cómo explotar el presente y capturar positivamente el futuro.
La estrategia no son los documentos, la estrategia son las personas, con su capacidad de pensar y actuar. En la era de la inteligencia artificial, si no pensamos somos mucho más frágiles. Aprender y pensar es nuestra baza personal contra otra fragilidad, la de las trayectorias profesionales.
A la fragilidad se la frena también desde la humildad. Sin creerse nada del otro mundo, aunque se esté muy arriba. Tocando de pies en el suelo. Escuchando cada día a los clientes, sobre todo lo que no nos dicen.
A la fragilidad se la previene con equilibrio. Construyendo empresas equilibradas, con accionistas que sepan mirar más allá del corto plazo, con equipos directivos tan ejecutivos como inspiradores, con equipos comprometidos y gente que cuando trabaja no entiende que su vida empieza cuando deja la empresa.
A la fragilidad se la rebate con la ilusión de los aspirantes, más que con la condescendencia de los que están de vuelta de todo. A la fragilidad se la enfrenta desde la pasión.
Sin pasión no pasa nada. Ni intensificamos mercados, ni aprendemos, ni innovamos. Mucha pasión y poca ostentación.
A la fragilidad se la enfrenta con liderazgos ambiciosamente sencillos y con una cultura antifragilidad basada en equipos. Más ecosistema que egosistema. Un liderazgo capaz de resolver positivamente la tensión entre el presente y el futuro. El cortoplacismo es como una epidemia de fragilidad.
Unos líderes capaces de dar sentido a las agendas. Si perdemos el tiempo en burocracias innecesarias, si dedicamos tiempo a escenificar cambios basados en el esnobismo, si nos orientamos más al pasado que al futuro, somos mucho más débiles.
El foco, la eficiencia, el tiempo para pensar, la agilidad para actuar, todo esto nos fortalece.
Uno de los CEO más inspiradores que he conocido en los últimos años analiza sistemáticamente su agenda y al final de cada año calcula el tiempo perdido en tonterías. En una vida profesional de más de treinta años le salía que un 20% había sido un tiempo inútil.
Perder el tiempo nos hace frágiles. Somos nuestras agendas.
A la fragilidad se la combate finalmente con resultados. Las empresas se igualan en su retórica, pero se diferencian en sus resultados. A la fragilidad no se la combate con excusas.
La mejor forma de cuidar nuestras empresas y proporcionarles un futuro es cuidar su presente. Una empresa es un ecosistema en tensión. Sin hambre, sin tensión, la empresa se debilita.
Una tensión positiva es fundamental para enfrentar la fragilidad.
Por el contrario, pasarnos con la tensión y generar un enorme estrés compartido nos debilita.
La consciencia de fragilidad ayuda a ahuyentar la fragilidad. Las personas sabias no tienen miedo a la fragilidad. La asumen como condición de vida. La fragilidad solamente parece pusilánime a esos ejecutivos estirados.
A la fragilidad se la combate con más sabiduría que testosterona.
2 Comentarios
Aleccionador como todos sis escritos gracias
Gracias Xavier muy interesante todo lo q expones y comparto al 100% contigo
Añadiría q también nos hace frágiles no contar con personal con experiencia y si es de otro sector seguramente mejor