A veces es interesante parar y mirar alrededor para analizar, siquiera brevemente, todos los errores que uno observa, y a veces comete, y que si no hunden al menos ponen el peligro un proyecto o negocio. Llevo mucho tiempo hablando y asesorando a emprendedores y casi siempre me encuentro con los mismos problemas/errores a la hora de sacar adelante sus proyectos. Algunos porque así lo han aprendido, otros porque así lo han mamado, el caso es que pocos son conscientes de lo que tienen entre manos y juegan a ser empresarios, cuando en realidad no tienen en ocasiones ni un proyecto de empresa. Por supuesto que generalizar es, ya lo he dicho otras veces, muy injusto, y hay emprendedores que saben que su proyecto/idea necesita dar una serie de pasos que no son en absoluto similares a los de una empresa constituida. E incluso en estos casos el porcentaje de supervivencia es bajo.
Pero es que del mismo modo que algunos emprendedores yerran en su enfoque y modelos de gestión, también hay PYMEs que cometen fallos que no deberían cometer. La supervivencia de las PYMEs, como de los proyectos de emprendimiento, es muy baja, y hay datos que señalan que aproximadamente el 80% de las PYMEs no llegan al sexto año. A partir de estas premisas uno se puede preguntar cómo es que si sabemos que cometemos errores, y algunos de ellos están identificados como ahora veremos, seguimos cometiéndolos. Mi teoría es que tenemos tres problemas, que a su vez pueden formar parte del grupo de fallos que cometemos con nuestros proyectos:
1.-Ignorancia. No conocemos esos errores, no hemos revisado otras empresas o proyectos y no sabemos que, posiblemente otros hayan recorrido el mismo camino que estamos recorriendo nosotros. No estaría mal analizar un poco la casuística sobre mi proyecto.
2.-Orgullo. Esto lo veo casi cada día. ¿Tú vas a venir a decirme que mi idea no vale? ¿Tú qué sabrás? ¿Después de todo el trabajo que llevo me vas a decir que ponga en duda todo lo que he trabajado? ¡Hasta ahí podíamos llegar!
3.-Falta de realismo. También abunda, y es letal. Veo emprendedores pidiendo por ideas que ni siquiera han validado miles de euros a supuestos inversores. O con productos que no satisfacen ninguna necesidad, o desde luego no relevante, y que quieren venderlos como si estuvieran solucionando la falta de agua en el mundo.
Uno de los grandes problemas que estamos viendo es que se está creando una burbuja del emprendimiento que va a ser muy dolorosa de explotar. En una entrevista reciente, Steve Blank decía que el emprendimiento puede ser “una solución masiva contra el paro”, y hay que tener cuidado con este tipo de afirmaciones, porque lo que no ha pasado en este país es que se cree un modelo de aprendizaje previo que facilite a los emprendedores tener las armas que necesitan para luchar en el mercado de manera adecuada. Ni siquiera las universidades están dando una formación adecuada a las nuevas circunstancias que estamos viviendo, formando a empresarios/funcionarios más que a emprendedores y gente dispuesta a arriesgar en su empresa.
En una ocasión conversaba con un catedrático de empresariales y en un momento de la misma me comentó orgulloso que él “había ayudado a más de 2.000 alumnos a crear planes de empresa”. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue denunciarlo por tortura psicológica, luego pensé que seguramente todos esos planes estaban ya en la papelera y traté de calcular la cantidad de árboles que habrían necesitado para escribirlos.
Y además de todo esto, no nos olvidemos de todos aquellos emprendedores que lo son por obligación, porque no encuentran trabajo y que, sin ganas ni formación, se dedican a emprender como única salida a su situación laboral. Ya dije en una ocasión que nos estamos olvidando de todos ellos, idealizando demasiado la tarea de crear un negocio. A éstos no se les tiene en cuenta porque en realidad no se tienen en cuenta sus motivaciones. Partir de una error en el análisis de las motivaciones supone seguir errando en los análisis posteriores sobre este grupo de emprendedores.
Y dicho esto me centraré ahora en aquellos errores que observo se cometen a menudo por emprendedores, y que dicho sea de paso, en muchos casos se pueden extrapolar a las PYMEs, por lo que es posible que alguna se pueda sentir identificada.
1.-Mi tesoro. Yo mí me conmigo. En una ocasión fui a dar una clase a un grupo de emprendedores en Ourense y me llamó la atención lo que me contaron. Un chico se había salido del programa porque tenía miedo de que le copiaran su idea. Estoy harto de decirlo, una idea no vale nada, lo que vale es cómo la llevamos a la práctica. Y a esto hay que añadir que muchos emprendedores, por ese miedo a la copia, tratan de hacerlo todo ellos, a veces sin ayuda o con la mínima posible. El sentimiento de posesión en torno a un proyecto emprendedor es muy malo, porque impide acceder a recursos humanos que serían muy necesarios en estas fases del proyecto.
Hay también en esto algo del orgullo que he hablado antes. ¿Quién va a saber más de mi idea que yo? ¿Quién va a darme a mí lecciones? Cada vez que doy talleres de design thinking les digo a mis alumnos que es muy útil y beneficioso para ellos que revisen todas las ideas con las que vienen, que si algunas son erróneas o mejorables siempre es mejor verlo ahora que no cuando el proyecto esté más avanzado. Pocos hacen caso.
2.-Innovación, ¿y eso que e lo que e? En realidad no se tiene muy claro qué es la innovación. Da lo mismo si hablamos de una aplicación móvil, de una tienda o de un proyecto de internacionalización, todos los emprendedores con los que trato piensan que están innovando y cuando les preguntas por qué no saben qué contestar o lo hacen con generalidades.
La innovación se ha convertido en un mantra, y como tal se ha de repetir constantemente. No estoy a favor de la innovación porque sí, creo que hay empresas que no son innovadoras y que están funcionando muy bien, y otras que se piensan que son innovadoras y en realidad no lo son.
Y luego está el tema de las aplicaciones móviles o apps. Cientos y cientos de apps que cada una es una revolución en lo suyo. Y si entramos en el sector turístico la cosa asusta. Apps para hoteles, para ayudar a los viajeros, para restaurantes, para encontrar taxi, para encontrar aparcamiento, para compartir casa, para compartir coche, para crear tu propia guía de viajes, para crear tu propia ruta, para contratar a un guía, para cicloturismo, para senderismo, para turismo gastronómico, para turismo de aventura… y de cada caso hay como 1.000 o 2.000 apps, y me quedo corto.
3.-El mío sí funciona. Hace poco me encontré en un programa de emprendimiento en el que teníamos que elegir los proyectos que pasaban a una siguiente fase, donde les dábamos consultoría gratuita. Los distintos emprendedores tenían que defender sus proyectos y uno de ellos dijo, “en mi caso sé que hay otras soluciones parecidas a la mía pero la mía tiene una cosa diferente, la mía sí funciona”. Es peligroso decir cosas como esta cuando lo único que tenemos es una idea en un papel.
Está bien ser optimista, pero de ahí a creer en la reencarnación de las hadas hay un camino. Puede parecer una obviedad pero una idea no funciona hasta que no funciona, es decir, hasta que hemos sido capaces de transformarla en un producto o servicio que solucione de verdad un problema real de un mercado real. Todo lo demás son formas como otra cualquiera de pasar el tiempo, y si ese tiempo se tiene que pasar metiendo pasta, cuidadín cuidadín.
4.-Yo si lo compraría. No hay nada más peligroso para un emprendedor que pensar que porque él compraría lo que quiere crear el mercado también lo haría. No es raro escuchar frases como “mi mujer me ha dicho que ella sí lo compraría”. Hemos de tener muy claro que tenemos que cumplir tres requisitos (entre otros) para que mi producto o servicio tenga éxito: que satisfaga una necesidad real, que exista un mercado para ello (haya gente dispuesta a pagar) y que ese mercado o sea abundante o tenga gran capacidad de gasto. La familia y los amigos están muy bien para ir de copas y discutir en Nochebuena, pero a la hora de los negocios no hay nada como un buen experimento de mercado.
5.-¿Modelo de negocio? Ya tengo el plan de empresa. Si ponemos en una balanza cuántos emprendedores tienen plan de empresa (o intentan tenerlo) y cuántos han trabajado su modelo de negocio, me juego pincho de tortilla y caña a los planes de empresa ganan. No parece haber mucha preocupación por el modelo de negocio, que muchos lo identifican con el plan de empresa. Y en realidad el modelo de negocio es tan importante que Google no tuvo éxito hasta que no encontró su modelo de negocio, porque el producto (buscador) era el mismo. O por ejemplo Apple no ha despegado con productos como iTunes hasta que no ha innovado en el modelo de negocio, que no en la tecnología.
Hace falta hacer no uno, sino decenas de modelos de negocio que nos permitan encontrar el que de verdad nos va a dar la oportunidad de hacer una empresa sostenible y que dure más de 6 años. La realidad es que se hace como mucho uno y que luego se dejan llevar por el mercado y las circunstancias sin ser conscientes de en qué ha cambiado su modelo de negocio. De este modo no se es consciente de disponer de ninguna hoja de ruta y tampoco de cómo está respondiendo el mercado a las propuestas que le hacemos. Tengamos en cuenta que, como dice Steve Blank, una startup no es sino una herramienta para detectar una necesidad y validar una solución a esa necesidad. A partir de ahí es fundamental saber si existe un modelo de negocio que me permita hacer de esa solución algo rentable, y eso lo he de ir modificando en el tiempo según vaya aprendiendo del mercado.
6.-¿Qué yo me he equivocado? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué tenemos la manía de ocultar los errores? Vale que estamos en una sociedad que no los ve con muy buenos ojos, pero también es verdad que los ocultamos hasta de nosotros mismos.
Hay dos formas tóxicas de reaccionar ante un error: a) no ha habido ningún error, b) el error es por culpa de otros. En ambos casos estamos desaprovechando la oportunidad de aprender y sacar conclusiones que nos permitan mejorar en el proyecto, o en otros posteriores. Es una tontería decir que es bueno equivocarse y errar, esto cuesta dinero y tiempo, y a nadie le gusta gastar su dinero y su tiempo en errores, sobre todo cuando no se tienen. Lo que ocurre es que el error va a ocurrir nos guste o no, y ante él podemos actuar de dos maneras, o lo negamos y no aprendemos, o lo reconocemos y tratamos de sacar conclusiones de él.
Como se ve hay muchos posibles errores que cometen los emprendedores y las PYMEs en sus negocios. Y todos se cometen con una sonrisa, porque en muchas ocasiones ni siquiera son conscientes de que los están cometiendo. Hay más errores, evidentemente, como también hay muchas cosas que se hacen cada vez mejor. El problema es que parece que en la balanza pesan más las equivocaciones que los aciertos. Pero eso forma parte del aprendizaje en el que todos estamos constantemente metidos. Porque si hay alguien que piensa que está en la cumbre y lo sabe todo, el único camino que le queda es la cuesta abajo, y eso es más duro que subir.