Crear una cultura corporativa es más difícil que crear un negocio. Las culturas corporativas son los comportamientos que desplegamos cuando nadie nos ve. Son eso que Umberto Eco decía que aprendemos cuando nadie se propone enseñarnos. Son automatismos naturales crecidos en un contexto sin programas ni incentivos. Son huellas de liderazgos. Son batallas, éxitos y fracasos en la memoria colectiva, esa que se tiene aunque no se haya sido protagonista de las misma. Son patrones de respuesta, son flujos de comportamiento, son formas compartidas de leer contextos, son formas de improvisar.
Las culturas potentes se mimetizan dentro y se proyectan fuera. Crear una cultura corporativa es construir un intangible potentísimo desde el ejemplo de mucha gente, empezando por los fundadores. Las culturas hablan por sus detalles, por sus momentos, por sus argots diferenciales, por sus imaginarios. Las culturas corporativas son la letra pequeña no escrita de las empresas que aspiran a generar compromiso. ¿Son el nacionalismo de las empresas? Creo que no, más bien son algo más apegado a una forma de estar, pero no soy un experto en nacionalismos. Las culturas corporativas definen la forma de estar de las empresas en la sociedad y de las personas en una empresa.
Las culturas confieren identidad compartida. Esa identidad puede ser jerárquica, arcaica, vertical. Tener una cultura corporativa fuerte no supone tener un sello de inmortalidad. Es evidente que muchas empresas que tenían culturas corporativas muy profundas no supieron adaptarse a los cambios de contexto. Motorola falleció en el intento y eso que tenía una historia heroica detrás. Kodak tenía una cultura que la aplastó, no supo sobrevivir a sus propios inventos. Sony tenía una cultura que quedó hecha añicos con la llegada de Internet. IBM tuvo que reinventar su cultura para sobrevivir. HP sobrevive pero pagó carísimo que Carly Fiorina descuartizara una cultura tan potente como la suya (It wasn’t the HP way). Jack Welch reimaginó la cultura de GE. Bezos ha construido una cultura muy sólida en Amazon. Apple tiene la duda de si sobrevivirá culturalmente a Jobs. Yahoo ya no tiene cultura ni tiene casi nada…
Entonces ¿qué cultura corporativa sería la idónea para resistir en este mundo de cambio acelerado y disrupciones emergentes? No hay una receta. La gracia de la cultura es que integra los rasgos propios desde el nacimiento, de experiencias memorables, con las formas de estar en entornos mutantes. La cultura se cuece dentro pero se juega su valía fuera. Diría que me gusta mucho lo que escribe sobre cultura Jim Whitehurst en su Open Organization dónde cuenta su experiencia al frente de Red Hat, con la intención de crear una organización de cultura abierta.
¿Qué rasgos debería tener una cultura corporativa para enfrentar los retos actuales en las empresas?
Una cultura que sirva para enfrentar con agilidad problemas complejos en medio de grandes volúmenes de información y de datos. Con una valoración meritocrática del talento, buscando un compromiso radical de las personas, buscando la pasión y ofreciendo un entorno dónde el crecimiento profesional va acompasado con el crecimiento corporativo.
Una cultura dónde lo horizontal prima más que lo vertical, dónde la jerarquía y la burocracia no son hegemónicas. Una cultura que procesa los cambios como algo natural, dónde lo digital sea lo normal y la innovación la válvula de adaptación a un mundo que cambia aceleradamente y la forma de ofrecer a los clientes propuestas de valor diferenciales.
Una empresa que se ve a sí misma como una plataforma de oportunidades a desplegar con espíritu emprendedor. Una cultura de respeto entre las personas ocupen el lugar que ocupen, con liderazgos auténticos que desprendan voluntad de servicio.
Una cultura que respire transparencia, autenticidad. Una cultura que parte del axioma de es la empresa la que gira alrededor del cliente y no al revés. Una cultura en la que la empresa se siente arraigada a una sociedad con la que comparte valores, aspiraciones y oportunidades. Finalmente una empresa con una cultura de honestidad natural para con los clientes, con los empleados y la sociedad.