Me sumo a la corriente, divulgada con fuerza desde Sintetia, que confirma que se está gestando un nuevo managment. Una nueva forma de hacer las cosas. La ruptura con más de un siglo de procesos que sirven para producir en masa, ser eficientes y hacer procesos y tareas repetitivas. Aspecto crítico, porque nos ha llenado nuestras neveras, pero insuficiente para seguir progresando.
En estos procesos ‘clásicos’ lo imprevisible, lo diferente, lo poderosamente humano tiene una cabida muy justa. Y, desde luego, son insuficientes para abordar tanto desafíos globales como micro desafíos, donde lo incierto, lo humano, la conexión mente-máquina, el papel de las marcas, el impacto social de las empresas y la interacción con los clientes (que no dejamos de ser todos los ciudadanos) es crítico. El nuevo management coloca a lo humano, los valores, la esencia renacentista, una ves más, en el centro de todo.
Tecnología, ¡sí! Pero en la ensalada del crecimiento, el progreso, del impacto social y ambiental, incluso (más bien, sobre todo) en la rentabilidad financiera de las empresas, lo humano marca la gran diferencia.
Y cuando hablamos de lo humano, acabamos siempre en nuestro gran poder: el de crear. Unir piezas para visualizar soluciones nuevas a problemas (nuevos o viejos). La creatividad es un ingrediente fundamental para transformar nuestra forma de hacer las cosas.
Vivir con incertidumbre
Hablamos de incertidumbre cuando no sabemos qué puede pasar. Una acción puede generar diversos resultados, pero ni siquiera podemos adivinarlos. Hacemos algo y no sabemos qué va a pasar. Prevemos algo, y de repente todo cambia —una nueva normativa, una pandemia, un competidor que no sabemos de dónde salió, un volcán que explosiona…—.
La complejidad define nuestras vidas, y no digamos las vidas de los negocios. Echa un vistazo a las estanterías de un supermercado y te darás cuenta de que decenas y decenas de marcas compiten por el mismo dinero de los mismos clientes, con los mismos gustos. Piensa en un coche, una lavadora o la forma en la que interactuamos con las máquinas (cada vez de forma más sofisticada y autómata) y nos daremos cuenta de que esto es cada vez más complejo.
Pero ¿cómo navegamos en este mar de complejidad? La única receta es trabajar nuestro músculo creativo. Lo que nos hace humanos. Lo que nos sacó de las cavernas. A nivel individual, pero también formando equipos de alto rendimiento, con diferentes conocimientos y experiencias en entornos diversos y con método… ¡diferente!
Nada lineal, previsible y básico puede abordar problemas o desafíos complejos. Es una regla que se impone. La forma en la que somos capaces de utilizar nuestro gran poder creativo será diferencial para resolver problemas complejos, y soportar los envistes de la incertidumbre.
Creatividad para hacer una grieta en una roca de 100 años
El nuevo management es como una grieta que se abre en una roca, sólida, consistente y aferrada por una forma de funcionar que aporta una cierta “tranquilidad” a nuestros (burócratas) gestores. Dar protagonismo a las personas y poner su poder creativo al servicio de un gran proyecto. Utilizar los valores como guía indiscutible para hacer negocios.
Buscar de forma incansable y continua, tanto como respirar, formas para mejorar las cosas. Pensar y re-pensar viejas ideas y desafiarnos de forma continua. Todo esto no es fácil. Pero es necesario. Hará retorcerse a las burocracias, a los hipopótamos, a los egos incluso. Sin embargo, todo ello es quizás el mayor desafío que nos hemos encontrado en el mundo empresarial (pero también social e institucional) desde hace más de 100 años.
Los cambios graduales en esa roca no generan resultados. Hay que seguir golpeando la grieta para imponer nuevas formas de hacer las cosas. Y eso es la esencia del nuevo management que se está gestando. Donde la creatividad, una vez más, es un ingrediente esencial.
Negocios y personas. Personas y negocios
No hay nada, pero nada, por muy tecnológico que sea, donde la interacción o el impacto de una empresa se pueda desligar de las personas. Que levante la mano quien no quiere ir a trabajar alegre y con un derroche de motivación. Sentirse escuchado. Con el ‘estrés sano’ de contribuir y dar lo mejor de uno mismo. Sentir que te exprimes —porque disfrutas haciéndolo— en cada reducto de tu mente para hacer una contribución diferencial.
Que levante la mano quien quiera trabajar en una organización que tiene valores, y los respeta. Una organización que escucha y valora el potencial de todas las personas con las que se relaciona (no sólo accionistas, también empleados, proveedores, clientes, no-clientes, que son muchos más que los clientes). Y también que levante la mano quien quiera trabajar en equipos donde lo importante es el proyecto, la contribución, el valor y no las tarjetas de visita y los egos. Por último, que levante la mano quien crea que aún todo esto está muy lejos de la forma de hacer de nuestras empresas.
¿Y qué hacemos mientras? Parches a la creatividad
Ponemos espacios abiertos, mesas de billar (que no se usan), máquinas de videojuegos (para limpiar el polvo), salas de reuniones creativas (llenas de sofás de colores y post-it, pero con poca comunicación real, y menos impacto estructural) o facilitamos chats donde cualquier empleado puede aportar ideas, interaccionar con el resto de los equipos y parecer que somos una empresa que “escucha”.
Estos parches, plagados de PowerPoint y de charlas motivacionales, no ayudan a transformar las empresas… ¡de verdad!
Hay una nueva ola en el mundo, una gran retirada de trabajadores que dejan sus empresas (también directivos no solo aquellas personas ‘poco cualificadas’). Y la enfermedad es siempre la misma. Años y años de exprimir sueldos, de Excel con objetivos que aprietan más y más, reuniones sin sentido, órdenes sin explicaciones. Ya no somos empleados autómatas que cumplimos órdenes por una ración de alimentos. Esto no funciona así. Los empleados huyen de los malos jefes, de las empresas más obsoletas, de los equipos más mediocres.
No podemos competir en el lado de los costes. Porque siempre habrá alguien, en algún lugar, que haga las cosas más baratas. No podemos competir tampoco en el lado del valor, si no estamos entrenados y no tenemos equipos poniendo todo su talento, creatividad y pasión en ese valor. Y, al final, nos quedamos en el terreno de nadie, con resultados mediocres y equipos quemados. Y todo ello se debe a que necesitamos unas nuevas normas de juego. Ese nuevo management del que tanto hablamos en Sintetia.
5 claves de la creatividad en el nuevo management
Creatividad es la forma en la que las mentes interaccionan, crean. Y por eso, es frágil si no se desarrolla en contextos adecuados.
- La verdadera creatividad se gesta en entornos donde hay autenticidad, desafío, motivación,… hambre por saber. Y, sobre todo, hambre por ser mejores usando nuestras capacidades.
- La creatividad es frágil si lo que haces no está sustentado en valores. Si no sabes qué aportas, ni para qué. En un equipo no creas si no te sientes respetado, escuchado, con libertad para fallar.
- La verdadera y transformadora creatividad es un modo de vida, una forma de hacer las cosas, un GPS. Implica crear relaciones de valor, formarse más y más, utilizar las experiencias para buscar problemas, soluciones y aportar. Es un prueba y error. Es medir los miedos, los riesgos, las acciones troceando los desafíos y probando. Implica crear información donde no la tienes. Implica hacer en vez de no-hacer, y que la inacción se apodere de nosotros (y de nuestro negocio).
- La verdadera creatividad nace de personas con suficiente humildad, capacidad de escucha, pero también con vocación de suma y comunicación. Controlar el ego y ponerse al servicio de una contribución
- La verdadera creatividad es consistente: no sólo en momentos de crisis. No es un bote salvavidas. Como bien dice Xavier Marcet, la creatividad es una alarma dentro de la empresa que nos anuncia que nos hemos dormido. Nos hemos dejado llevar por los “focos” del éxito y aquello que decíamos que era innovación, en realidad, fue una manera más de estirar el chicle.
La creatividad tiene método
La creatividad tiene método. Se puede auditar, trabajar, mejorar. Hay que analizar las barreras que, de forma inconsciente, vamos levantando. La clave es lograr que toda organización viva como en el día 1 de Jeff Bezos: con hambre por crear. Actuar desde la escasez del dinero —se usa a cuentagotas, cuando duele y no se derrocha—. Pero sin miedo por el riesgo, se le ataca de frente usando nuestra poderosa intuición y creyendo en el mayor activo de toda empresa, sin excepciones, su capital humano.
¿Cuántas ideas —malas, buenas, exponenciales— se habrán matado (incluso no salen de la boca de las propias personas) sólo ante la idea de pasar por filtros, firmas y mesas de negociación, la gran mayoría de ellos sin sentido y oxidados?
El capital humano no es capital si sólo lo tratamos como la suma de personas que ejecutan órdenes. El capital humano sólo es diferencial cuando el todo es más que las partes, cuando las organizaciones son ecosistemas de mentes inquietas, formadas, con experiencia y con vocación de servicio con su mayor talento y creatividad. Todos tenemos esos ingredientes, te invitamos a ver el video de Tim Harford para que te convenzas de ello. Hay organizaciones que esos ingredientes los ignoran, y otras que sacan lo mejor de nosotros mismos. La diferencia entre ambas organizaciones es algo parecido al crecimiento exponencial.
Agilidad, flexibilidad, aprender sin descanso, interacción desde el respeto y la independencia, autenticidad. Tras cada una de estas palabras no hay tecnología, no hay valores en bolsa, no hay indicadores financieros. En el fondo de estas palabras hay personas. Y ellas, sólo ellas, hacen que la tecnología se desarrolle (y cure enfermedades o nos haga explotar las oportunidades de nuevos negocios), que las empresas contribuyan al desarrollo de sus entornos sociales. Sólo las personas crean riqueza, más empleo, más posibilidades de justicia. Y como hilo que hilvana todas estas palabras está nuestro poder creativo.
Si te has quedado con ganas de más, nunca dejes de escuchar a una de las mentes más brillantes europeas, Tim Harford.