Si, ya sé que los unicornios son seres mitológicos y que será muy difícil que los veamos en España o en cualquier otro lugar. No me he vuelto loco. Es que me refiero a otro tipo de unicornios, también realmente difíciles de encontrar: se trata de empresas no cotizadas, que tienen inversión de al menos un fondo de capital riesgo y que han sido valoradas en más de 1.000 millones de dólares. Ya hemos hablado de que éste es un club muy selectivo y escaso en el mundo. De hecho, la investigación que publicaba The Wall Street Journal sólo apuntaba a 39 compañías que cumplían esos requisitos, en todo el mundo. En el anterior articulo resaltábamos si estamos viviendo una nueva época de valoraciones eufóricas de startups y si se está cociendo o no una nueva burbuja de empresas tecnológicas (por ejemplo, ¿vale WhatsApp los 19.000 millones de dólares que pagó por ella Facebook?).
En cambio, hoy me resulta especialmente relevante otra cuestión: ¿cuántos de esos unicornios de 1.000 millones de dólares son europeos? Y, de ellos, ¿Cuántos españoles? Respecto a la primera cuestión, sólo existen 3 startups en Europa valoradas en más de 1.000 millones de dólares. Usando el propio gráfico publicado en The Wall Street Journal, esas compañías son Zalando, con una valoración a octubre de 2013 de casi 5.000 millones de dólares, Spotify, que a finales de 2013 se le asignó un valor de 4.000 millones de dólares, y la tercera ya más alejada de las otras dos, Mobileye. Respecto a la segunda pregunta, es fácil comprobar que España no es un lugar donde existan startups que tengan un valor de más de 1.000 millones de dólares (recordar: sin cotizar y con inversores privados).
¿Por qué es importante tener unicornios en un país? La respuesta no está del todo clara si sólo atendemos a ciertos números. Por ejemplo, Techcrunch se hacía eco hace unos meses de un estudio elaborado por la empresa Cowboy Ventures que ponía el foco en los unicornios vinculados al sector del software. Curiosamente, también detectaron tan sólo 39 compañías en el mundo con un valor superior a los 1.000 millones de dólares (de ahí que cada vez es más difícil disociar startup, tecnología y valor multimillonario). El equipo de Cowboy Ventures estimaba que el lugar del mundo donde viven más unicornios vinculados al software es San Francisco (no necesariamente Silicon Valley). Pero esas empresas tan sólo representan el 0,07% del total del tejido empresarial de Estados Unidos.
En este sentido, ¿cómo es posible que algo que representa el 0,07% de las empresas pueda ser el centro de atención mediático de mayor impacto mundial? No hay medio respetable (Techcrunch, Business Insider, The Wall Street Journal, The New York Times o Forbes) que no hable de este selectivo club de unicornios o de emprendedores jóvenes que han logrado crear grandes compañías en poco tiempo. ¿Es esto suficiente para mover el PIB de una economía? Claramente no, pero creo -y ésta es una opinión muy personal- que existen muchos efectos positivos, que los economistas llamaríamos spillovers. Jerry Carlino ha explicado muy bien cómo se generan estos efectos positivos, sobre todo en ciertos lugares del mundo, (para quien no esté familiarizado con esta literatura le recomiendo sus artículos).
La esencia es que cuando tienes en un lugar (en una ciudad, una región o un país) los incentivos y el caldo de cultivo necesarios como para que de ella emerjan y se desarrollen con garantías compañías globales, conocidas en todo el planeta, se generan una serie de ‘fuerzas’ que atraen a más personas con talento, más y mejores empresas y con ello se va creando un tupido ecosistema dinámico de generación de riqueza (a todo esto se le llama economías de aglomeración). Estos unicornios son los mejores embajadores de la marca de un país y pueden ser un foco de gran atracción de capital internacional para invertir en el mismo ecosistema del que han salido.
Mientras escribo este artículo estoy escuchando un disco de una banda inglesa desconocida para mí y que he descubierto gracias a Spotify. ¿Quién no conoce a esta empresa? Spotify viene a establecer un nuevo modelo de negocio en un sector donde la tecnología ha cambiado de forma radical la manera de producir y consumir música. Esta compañía sueca creada en el 2006 va abriéndose camino de forma muy rápida en más mercados. Ya hay rumores de una próxima salida a bolsa. Todo hace indicar que pronto alcanzarán los 10 millones de usuarios que pagan mensualmente por escuchar la música que quieren y donde quieren, y en 7 años ya es una empresa global que tiene un valor de 4.000 millones de dólares.
¿Y qué me dicen de un unicornio en el sector de la venta de ropa y calzado por Internet? Zalando es una compañía alemana creada en 2008. Según The Wall Street Journal es la mayor empresa de retailer de Europa, y también parece que se confirma su salida a bolsa. Una compañía que en 2013 creció un 50% y que ya supera los 1.800 millones de euros de ventas. Que ha logrado atraer fondos canadienses (hacia Alemania) que le están permitiendo lanzar un plan de expansión en 14 nuevos países. En definitiva, sus movimientos ya están haciendo que los bancos de inversión preparen su salida a bolsa y las valoraciones superan actualmente los 5.000 millones de euros.
Algo similar pasa con Mobileye, una auténtica referencia en tecnología de seguridad para vehículos. Tiene su sede en Europa, pero su I+D se está ejecutando en Israel. Su tecnología es usada desde la BMW hasta la General Motors. Es una empresa europea, global, que ya lleva varios años en el mercado pero que está creciendo a ritmos realmente importantes (su última ronda de financiación con inversores fue el pasado verano de 2013 por un importe de 400 millones de dólares). Esta potencia de crecimiento ha colocado a Mobileye en el disparadero para una próxima salida a bolsa.
¿Qué tienen en común estos ejemplos, aunque sean escasos? Es difícil contestar con precisión a esta pregunta, pero lo que no me cabe duda es que estas empresas no surgen de la nada. Hay 10 puntos muy importantes que se deberían tener en cuenta:
- las compañías de alto crecimiento y con presencia global rompen las reglas de los mercados en los que operan;
- son un foco de atracción mediático realmente poderoso, y ello es una puerta abierta para que los grandes fondos de inversión localicen rápido potenciales unicornios;
- suelen tener fuertes conexiones con centros de conocimiento (universidades y centros tecnológicos);
- son globales (no están pensadas para un único mercado), lo que las obliga a tener un modelo de negocio muy apegado a resolver problemas de los clientes, y que no necesariamente son iguales en todos los países y/o culturas. Por lo tanto, conocen muy bien a quién van dirigido su producto;
- saben gestionar el crecimiento (que nunca es gratis);
- se apoyan en un tupido ecosistema de compañías más pequeñas de las que ‘beben conocimiento’ y con las que colaboran, es decir, que no nacen en los desiertos;
- son un foco de atracción de actividad hacia el lugar donde tienen sus sedes (el denominado ‘efecto sede’) de trabajadores de gran talento que, a su vez, tienen a atraer a empresas que demandan ese talento (las citadas economías de aglomeración y que pueden generar importantes nodos de crecimiento);
- influyen en la cultura del emprendimiento local: puesto que son la demostración de que en ese lugar concreto es posible crear compañías globales y muy valiosas; por lo tanto, es una señal hacia el resto de la población (sobre todo hacia las personas con talento) de que pueden intentarlo contando con posibilidades de éxito;
- influyen en la capacidad de absorber innovación en el territorio. Estas compañías posicionadas en el mapa mundial del conocimiento, con colaboraciones en diversos países y con proyectos de innovación constantes, incitan e incluso ‘obligan’ a una cultura local por la innovación;
- a partir de un tamaño crítico de ecosistema de personas y empresas dinámicas, con mentalidad global y una motivación por la diferenciación, se puede construir un tejido empresarial muy dinámico y sostenible.
Y ahora la pregunta del principio, ¿para cuándo unicornios españoles? Me preocupa no saber responder a esta pregunta. Cierto que Javier Santiso nos muestra cada día cómo hay muchos mitos sobre España, y cómo cada vez hay más compañías españolas globales, que exportan, que innovan y que resuelven problemas importantes. O también es muy alentador ver el “Ranking Startups ‘made in Spain’ con una valoración superior a los 10 millones €” que elaboró Carlos Blanco. O para los seguidores de Hemerotek, como yo, vemos con gran ilusión cómo parece que está emergiendo con fuerza una nueva industria de capital riesgo en España y que empieza a ser noticia la inversión de fondos internacionales en nuestras empresas.
Pero, ¿es esto suficiente? Lo que realmente me preocupa es que España no es un país con una legislación flexible y pro-activa hacia el emprendimiento; que nuestro sistema fiscal penaliza el trabajo y el ahorro, dos combustibles imprescindibles; que nuestras universidades son reinos de taifas, donde la gran mayoría no bombea oxígeno al tejido empresarial; nuestro sistema científico está atrofiado y sin recursos; y, sobre todo, me preocupa que nadie está pensando sobre estas cosas en España. No está en la agenda política.
Leía con admiración el post de Xavier Ferrás que describía cómo en otros lugares del mundo, como Corea del Sur, hacen cosas, piensan estrategias, no se conforman con lo que tienen y asumen el reto de crear esos ecosistemas con tamaños críticos (donde los emprendedores se convierten en empresarios globales). Lograrlo requiere mucho esfuerzo, trabajo y dedicación desde todos los frentes. Pero en España no existe liderazgo político ni institucional. No es que sea 100% imprescindible este liderazgo, pero al menos deberían preocuparse de ‘quitar’ todo aquello que sobra y que no deja crecer a los unicornios y sus ecosistemas. En vez de pensar en destinar dinero para una ‘marca España’ o para crear infraestructuras faraónicas (como si por sí mismas generaran actividad), deberíamos empezar por el principio: empresas, personas con talento que usan ese talento, conexión global y que las instituciones y los mercados fluyan y funcionen. Empecemos por lo básico…que quizás es lo que menos presupuesto nos cueste.