Desde la anterior crisis económica venimos experimentando una quiebra de confianza y un estado de desánimo social. Esto se ha incrementado de forma exponencial con la pandemia de la COVID. Todo ello ha dado lugar a una paulatina destrucción del capital social acumulado. Un activo intangible basado en las relaciones de confianza que da lugar a la disposición a cooperar y a comportamientos de ciudadanía organizativa, tan importantes para el buen funcionamiento de las empresas, las instituciones y la sociedad. El capital social actúa como un lubricante de las relaciones entre las personas en el ámbito laboral, económico, social y personal.
Fortalecer el capital social, personal y organizacional, es de una importancia vital porque impulsa la cooperación, reduce los costes de transacción, facilita el logro de los objetivos personales y grupales. Mejora la eficiencia organizacional y genera más innovación. Ello no es posible sin la confianza.
“Cuando la confianza es alta, la comunicación es fácil, instantánea y efectiva”. Stephen R. Covey
La confianza es una apuesta de futuro
Es creer hoy que mañana algo será posible o realizable, que mañana una persona llevará a cabo el comportamiento que esperamos, que mañana la persona en la que confiamos no nos fallará, y que mañana yo seré capaz de hacer aquello que hoy me propongo.
Se trata de una creencia que solo puede ser verificada a posteriori, es una inversión de riesgo:
Confiamos en que las acciones futuras de los otros no irán en detrimento de nuestros intereses ni explotarán nuestra vulnerabilidad. Es decir, tenemos una expectativa de ser bien tratados, de que los compromisos asumidos se cumplan, de que podemos contar con la ayuda de otros cuando la necesitamos y solicitamos.
La confianza siempre está a prueba
La confianza se renueva, se da y se quita, se gana o se pierde a cada minuto. Cuando las pruebas son numerosas y continuas, a favor de la confianza, las dudas, suspicacias y controles decrecen, y el tiempo dedicado a todo ello se puede emplear en otras cosas más satisfactorias.
De ahí que la confianza reduzca los tiempos, ahorre energías y facilite las relaciones. La confianza nos permite dejar de pensar y de preocuparnos y nos ayuda a relajarnos y a fluir con nosotros, con los demás, y con la vida.
La confianza puede reforzarse o debilitarse de acuerdo con las acciones de la otra persona para con nosotros y, viceversa, así como en base a nuestras acciones para con nosotros mismos. Es un ciclo continuo, una inversión que hay que cuidar si queremos que perdure.
Estrategias respecto a la confianza
Con la confianza suele haber dos estrategias diferentes: la otorgamos desde el inicio, como regla general. Luego comprobamos si son dignos de ella o no; o bien, esperamos a constatar si son merecedores de ella, y luego la concedemos.
En conclusión, si consideramos que es bien tratada la damos y mantenemos. Si, por el contrario, entendemos que ha sido maltratada la negamos o retiramos. También es frecuente encontrarse con dos tipologías de personas al respecto de la confianza:
- algunas ven indicios e, incluso, los crean de falta de confianza o traición por todas partes;
- otros, sin embargo, no vislumbran ninguno, aunque se la estén machacando descaradamente.
Cuando desconfiamos por sistema, sin base en hechos comprobables, realmente estamos negando a los demás lo que nos negamos a nosotros: nuestra autoconfianza. Cuando confiamos por inercia y sin filtro, estamos pidiendo que otros nos den lo que no nos proporcionamos a nosotros mismos. La confianza sana es una confianza inteligente, basada en la realidad, evaluada, fruto del aprendizaje de la experiencia, equilibrada, y sostenible.
Al tratarse de una inversión, el problema con la confianza acostumbra a darse por las expectativas que nos marcamos. Muchas veces su frustración no deriva de un incumplimiento por la otra parte, sino de una presuposición por la nuestra, cuando realmente nadie nos prometió, afirmó o aseguro nada al respecto de lo esperado.
Si yo espero y, por tanto, confío en que una persona me va a llamar mañana, cuando no se comprometió expresa y claramente a hacerlo, estoy creyendo y confiando que se va a producir un comportamiento de un tercero en base a una expectativa que he fabricado yo, y no él. No puedo responsabilizar al otro de que no me llame, o de que debería saber que me tendría que llamar.
Si quiero que me llame tengo que pedirlo, con el riesgo de que me conteste que no. Ahora bien, si yo pido que me llame y se compromete a hacerlo, o sin pedirlo se compromete también, entonces si tengo una expectativa real de llamada y será lógico que confíe en que lo hará, si en anteriores ocasiones así lo hizo. Si no lo ha hecho será lógico que no confíe en que lo haga esta vez. Y además, si realmente valoro mi confianza, le transmitiré como me siento respecto a su comportamiento.
Lo que está claro es que sin confianza todo se resquebraja. Ya sea por la desconfianza generalizada, por la incapacidad de darla, por la dificultad de recibirla, porque se traiciona, porque se pierde, porque dejo que me la rompan una y otra vez o porque ni siquiera se tiene en uno mismo. Gozar de confianza propia, de los demás, y en los demás, es un capital personal, organizacional y social muy valioso que debemos saber generar y cuidar.
Para ello existen 8 comportamientos clave que contribuyen a lograr un buen capital de confianza.
Empieza por ti mismo
Si quieres que otros confíen en ti, comienza por confiar en ti mismo. No traiciones tus valores, tus propósitos y tus compromisos. Si dices que vas a hacer algo: hazlo, aunque nadie esté mirando. En el momento en que queremos una cosa y hacemos otra, cuando somos de una forma y nos comportamos de otra, cuando decimos (incluso a nosotros mismos) que vamos a hacer algo y no lo hacemos estamos destruyendo la confianza en nosotros mismos.
Nuestra falta de seguridad y confianza está labrada a base de pequeñas traiciones hacia nosotros. Y si no confiamos en nosotros, difícilmente vamos a confiar sanamente en otros, o lograr que confíen en nosotros.
Comunícate a través del ejemplo
La confianza no se construye con palabras, se edifica y fortalece sobre acciones, con comportamientos y con hechos. No hay nada que haga más daño a la confianza que decir algo que luego no se corresponde con lo que hacemos, o afirmar que vamos a hacer algo que luego no llevamos a cabo.
La confianza exige mucha congruencia, coherencia y valentía.
El capital de nuestra confianza aumenta con cada nuevo crédito acumulado y estos proceden de nuestros compromisos cumplidos.
Cuando no podamos cumplir afrontémoslo con honestidad y responsabilidad, eso sí, si se vuelve un comportamiento reiterado, la acumulación de disculpas no aumentan el crédito de la confianza, más bien lo dejan por los suelos.
Sé claro con lo que quieres y con lo que esperas
Pedir, que no exigir, de forma clara y asertiva evita muchos malos tragos a la confianza. Las personas con las que interactúas deben saber exactamente lo que quieres e, incluso, por qué y para qué lo quieres.
La claridad aporta certidumbre, ayuda a comprender y a decidir con más seguridad si pueden responder o no a tus expectativas. Los demás no pueden conocer los deseos de tu mente.
La única manera de relacionarse en un ambiente de confianza es expresando lo que queremos, dándole al otro la oportunidad de que quiera o no contribuir a ello, y exigiéndonos los compromisos mutuos y expresos que cada uno ha asumido.
Esperar más de lo que me han dicho, o una cosa distinta a ello, es querer engañar a la confianza.
De la misma forma, no te responsabilices de las expectativas que otros tienen sobre ti, y tú no has contraído. Si no te piden, tú tampoco puedes decidir si dar o no, si hacer o no, y nadie puede exigirte algo que no has comprometido. No dejes que confundan y manipulen a tu confianza.
Deja hacer y espera
Las personas somos diferentes, pero todas, tarde o temprano, nos mostramos, nos revelamos en nuestros actos. Para saber si una persona es digna, o no, de confianza déjala hacer, permítele que te enseñe quién es con sus actos. Dale un tiempo, algunos tardan más que otros en evidenciarse, porque desconfían, porque son más reservados o tímidos.
Las razones pueden ser diferentes, lo importante es que respetes los ritmos de las personas y tengas claros tus límites, es decir, hasta dónde estás dispuesto a esperar, aguantar o comprobar. No juzgues sin hechos, recuerda que la confianza se demuestra con ellos.
Observa, escucha y pregunta
Cuando dudes sobre un compromiso, sobre lo que ha hecho una persona, sobre lo que te ha dicho, antes de negarle tu confianza, pregunta, indaga sobre lo que pasó. Si hubo una mala interpretación sobre si asumiste algo que no era, sobre qué llevó a esa persona a decir o hacer lo que te ha resquebrajado la confianza.
Escucha profundamente, olvídate de tu ego herido, de tu confianza traicionada, primero escucha con apertura, buscando comprender. Observa cuando la persona te hable, si detectas incoherencias entre lo que dice y como lo dice (lenguaje no verbal). Si te mira o no te mira o si te rehúye. Observa si sus actos son un reflejo de sus palabras, de sus compromisos.
Haz lo mismo contigo, obsérvate, pregúntate y escúchate para ver si estas tratando bien a la confianza.
Mantén abierta la puerta al diálogo. Tienes su llave
Expresa lo que quieres, como te sientes, si estás perdiendo la confianza y por qué, o si cada día crece más, señala lo que te hace desconfiar o confiar. Pide explicaciones, cuando consideres que las necesitas, y asume que a lo mejor no quieren dártelas o no te gustan. A partir de ahí, tú decides a dónde llevas tu confianza en esa relación.
No ocultes, no tergiverses, no pases por alto las faltas de cumplimiento, propias o ajenas. La confianza se basa en una comunicación sincera y transparente, en tener abierta la puerta para el diálogo. Incluso el día que quieras cerrar esa puerta, y quitarle la llave de la confianza a alguien, díselo con respeto y sin rodeos.
Cuando la confianza se pierde es extremadamente difícil recuperarla. Siempre que sea posible dale la oportunidad al otro de explicarse.
Defiende tu confianza con respeto y empatía
El grado de confianza que las personas necesitamos en nuestras relaciones es diferente. Es más, los diversos tipos de relaciones requieren distintos niveles de confianza. Las expectativas que tenemos unos sobre otros en las relaciones también son dispares.
La manera de comunicarnos, de pedir o de comprometernos es otro comportamiento que nos distingue. El grado de valor que le damos a los compromisos asumidos difiere, el número de oportunidades que estamos dispuestos a otorgar tampoco es el mismo.
Si tienes todo esto presente, las diferencias, que la habrá, no tendrían porqué afectar a la confianza, si son adecuadamente gestionadas. Utiliza la empatía para comprender al otro y a ti mismo, y el respeto para no transgredir tus límites y los ajenos. Lo importante es compartir las diferencias e indagar hasta que punto se pueden hacer convivir o no.
Si es posible encontrar algún punto de conexión, en el que ambas partes ganáis algo que queréis, es decir, experimentáis satisfacción mutua, entonces será posible mantener la confianza. Si no, quizás esa relación ya no tenga sentido, no porque la otra persona no goce del derecho a pretender lo que defiende o pide, sino porque tú no estás dispuesta a dárselo o no lo compartes, o viceversa.
Cada uno debe plantearse hasta dónde quiere ceder, por qué y para qué, y hasta donde le compensa.
Selecciona bien tus inversiones
Otorgando mi confianza estoy apostando por una persona, estoy invirtiendo mi tiempo, mi energía y mi esfuerzo en esa relación, y con esa persona. Si lo hago es porque creo que merece la pena, pero solo el caminar diario entre ambos dirá si ha sido así o no. En todo caso, mientras duró fue bonito, no pierdas de vista nunca la parte positiva.
Esto es una opinión muy particular, pero para mi es vital cuidar bien mis inversiones en otras personas y relaciones. No quiero relaciones desgastantes, insanas, sin sentido, que no me aportan nada. Valoro cada minuto que dedico a otros, como valoro igualmente los que me dedican a mi. A fin de cuentas, compartir nuestro tiempo, nuestra atención y nuestro ser con otros es la mayor prueba de amor, porque es lo más preciado que tenemos para darles.
En el momento en que comienzo a sentir insatisfacción en una relación, comienzo a observar, a escuchar, a hacerme y hacer preguntas, a expresar como lo estoy viviendo y entender como lo está viviendo la otra persona. Si no encuentro un punto de conexión, reseteo, comienzo a poner distancia y a llevar la relación a otro nivel, que en algunos casos puede ser de mínimos imprescindibles, si son estrictamente necesarios.
Lamentablemente, no se puede tener garantía de que alguien pueda meceder confianza. Confiar es un riesgo que cada uno decide asumir o no, y con diferentes grados y límites, todo dependerá de la importancia que le otorgues a este valor. Si quieres cuidarla mantén un sistema de relaciones en el que se den estos 8 comportamientos, y se riguroso con quien no los cumpla y, por supuesto, contigo mismo. La confianza tiene dos caras, la tuya y la del otro.
Sin confianza es más difícil que las personas estén dispuestas a cooperar y esto es especialmente necesario en épocas de crisis donde hay que asumir sacrificios a corto plazo para superar las dificultades y salir de las situaciones negativas. El círculo vicioso de la desconfianza destruye las organizaciones porque sin confianza las personas no se implican, no participan, no cooperan, sin ello las condiciones laborales y económicas empeoran y con ello la confianza se resiente aún más.
“Es la confianza mutua, más que el interés mutuo, la que mantiene unidos los grupos humanos.” Henry Louis Mencken.