Cuando en una organización se menciona la palabra ‘innovación’, seguro que lo primero que os viene a la cabeza es un nuevo producto o servicio revolucionario que cambia el curso de la sociedad. Pero tranquilos, no os volváis locos.
En realidad, la innovación es el proceso de creación de valor mediante la aplicación de soluciones novedosas a problemas significativos. Teniendo esto en cuenta, hay muchas maneras de innovar, especialmente cuando se pueden abordar puntos de dolor reales en el mercado.
Este es un punto crítico porque la verdad es que la innovación es obligatoria… y ahora, con la que cae, ni os cuento. No importa a qué tipo de organización pertenezcáis, ya sea una startup, una gran empresa o una organización sin ánimo de lucro, ser innovador es la clave de la supervivencia. La competencia es feroz y las condiciones del mercado suelen cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Por eso, la capacidad de innovar de forma continua no es sólo una cualidad que contribuye a crear reputación, sino que es un rasgo necesario para seguir siendo relevante.
Un modelo de negocio que tiene éxito hoy se convertirá en anticuado mañana, por lo que las empresas siempre tienen que pensar varios pasos por delante de donde se encuentran ahora, planificando las fuerzas aún desconocidas que finalmente sacudirán el statu quo.
Steve Jobs le dijo a su biógrafo, Walter Isaacson, cuando le preguntó cuál era su mayor innovación que lo que más le enorgullecía no era un producto concreto, sino la propia empresa Apple. Su argumento era que lo más importante era construir una organización capaz de innovar continuamente.
No basta con sacar al mercado el próximo gran producto o dos. Los nuevos competidores o las disrupciones del mercado acabarán por dejar obsoleta tu estrategia. Un camino mucho mejor hacia el éxito sostenido es hacer que toda la organización adopte una cultura de innovación. ¿Cómo? Pues he aquí varias formas de hacer que esa cultura impregne a toda la organización.
La innovación empieza en la cima
Se espera mucho del líder de la empresa: que establezca la visión de la empresa, supervise su dirección estratégica, establezca objetivos y delegue la responsabilidad en las personas adecuadas para cumplirlos.
También es su trabajo establecer la cultura corporativa. Y, casualmente, es aquí donde puede fomentar un entorno en el que el pensamiento innovador esté presente en todos los rincones de la empresa. Esta mentalidad se puede desbloquear en todos, estoy convencido.
En lugar de confiar a un equipo de siete u ocho personas o al departamento de I+D la tarea de trazar el rumbo de la empresa, ¿por qué no invitar a toda la organización a participar en esta misión?
Cuando se establece una atmósfera que fomenta el pensamiento innovador, la próxima gran idea puede venir de cualquier departamento o nivel de empleados. Tener una mentalidad innovadora es más importante que los propios productos, y empieza por el máximo responsable, que cultiva y contagia esa mentalidad a toda la organización.
Dejad espacio en la organización para la innovación
Cuando las personas se centran únicamente en sus objetivos funcionales y en los resultados, dejan poco espacio para todo lo demás. Para fomentar el pensamiento innovador en toda la empresa, el equipo debe tener el espacio para pensar de forma creativa más allá de sus funciones principales.
Designad un momento específico de la semana o del mes para que los empleados identifiquen libremente los problemas del mercado y realicen una lluvia de ideas sobre cómo abordarlos. Aquí no aplican los ‘rangos’ ni los departamentos, por lo que se anima a todos a intercambiar ideas con quien quieran. No hay presión para llegar a un ‘ganador’ en una reunión, pero es un espacio donde ninguna idea se ha de considerar descabellada.
Crear este tiempo sagrado para la innovación indica a los empleados que la empresa valora su pensamiento disruptivo y los considera parte integrante del futuro de la organización. La mente es como cualquier otro músculo que necesita fortalecerse mediante el ejercicio. Cuando se deja espacio para el pensamiento fuera de lo común, la gente consigue ejercitar ese músculo y la organización hace brotar una cultura en la que las ideas potencialmente cambiantes son bienvenidas.
Recompensar los éxitos
Como decía antes, las ideas innovadoras pueden provenir de cualquier persona de la organización, pero primero hay que animarles a salir de sus silos. Sin la motivación adecuada, los empleados no se preocuparán por nada más allá de sus funciones y responsabilidades. Al fin y al cabo, siguen teniendo sus plazos y KPIs en los que centrarse. Pero si lo pensáis, quizás una de las principales razones de esto es que la mayoría de las personas necesitan ser incentivadas adecuadamente para pensar más allá de su función laboral.
Después de crear el espacio para el pensamiento innovador dentro de la empresa, estableced un sistema de recompensas y reconocimiento en el que se incentive a los empleados para que identifiquen puntos de dolor u oportunidades y propongan soluciones disruptivas. Si una idea resulta viable y acaba saliendo al mercado, se justifica la recompensa adecuada para el individuo que plantó la semilla.
Al proporcionar un espacio de aterrizaje suave para las ideas no convencionales, estáis cultivando una cultura en la que se aplaude el ingenio y tendréis a todo el equipo convencidos de que pueden marcar la diferencia, independientemente de su formación o función.
Controlad la disidencia
Nada fomenta el ingenio como la recompensa y el reconocimiento. A la inversa, nada lo corta de raíz como el rechazo o la burla, especialmente para aquellos que salen de su zona de confort. Seguro que habrá propuestas poco prácticas o realizables, pero si queremos inculcar una mentalidad de innovación en toda la organización, la respuesta a una ‘mala’ o ‘menos buena’ idea debe ser positiva.
En lugar de decir que una idea no es buena, considerad primero la solución y ofreced toda la información constructiva posible. Explicad con delicadeza por qué este enfoque puede no abordar el problema que hay que resolver. Mejor aún, dibujad un escenario en el que la idea pueda fracasar, y guiad a la persona para que entienda por sí misma por qué puede no ser una solución viable.
Por último, no cerréis nunca la puerta a la idea. Animad a la persona que la ha propuesto a que la perfeccione sobre la base del feedback recibido. Gestionar el rechazo creará resiliencia en el equipo. Y, lo que es más importante, no frenará la mentalidad innovadora dentro de la empresa.
Crear una cultura de la innovación es la mejor manera de extender su visión a todos los miembros de la organización. Les hace sentir que se les valora más allá de aquello para lo que fueron contratados. Con este tipo de cultura, también nos reforzaremos como líderes. Las personas se sentirán más involucrados en el éxito y el futuro de la empresa. Esto les motivará de forma natural a pensar de forma innovadora y, en consecuencia, nos llevará hacia unos resultados más exitosos para todos. ¿Lo intentamos?
1 Comentario
Muy muy bueno