Robert Barro, profesor de Harvard y responsable del resurgir de los trabajos empíricos sobre crecimiento, escribía el pasado sábado un artículo en el New York Times titulado “Cómo salvar realmente a la economía”. Barro argumenta que, si algo aprendió realmente de Keynes, el crecimiento está íntimamente ligado a la inversión, la cual se encuentra en mínimos desde el inicio de la crisis. Y argumenta que lo necesario para que la inversión vuelva a fluir es un horizonte temporal estable y despejado de dudas fiscales, y no la política errática (recortes de cotizaciones, nuevas desgravaciones gasto público en infraestructuras, extensión de prestaciones de desempleo) que ha seguido la administración Obama.
Barro compara además la contratación de trabajadores con la inversión, lo cual es relevante en estos momentos: en muchas ocasiones no existe diferencia entre alquilar o comprar una máquina y contratar a un trabajador e invertir en él capital humano específico. De hecho, se podría pensar en el salario como un “leasing” mensual del capital humano que un trabajador atesora.
A partir de esto, propone una reforma fiscal basada en:
- Eliminación de todo tipo de deducciones fiscales, especialmente la hipotecaria.
- Introducción del IVA, inexistente en Estados Unidos.
- Aumento de la edad de jubilación.
- Eliminar los impuestos a las empresas.
- Eliminar los impuestos sobre la propiedad.
- Recortar el gasto público (supuestamente el militar)
No hay duda de que existen aspectos positivos en la propuesta de Barro. El plan sanearía en parte las finanzas estadounidenses y pondría al país en una senda fiscal consolidada. Aún así, Barro no parece haberse preocupado por la equidad, y así como la eliminación del impuesto sobre las empresas tiene su sentido económico (distorsionan gravemente las decisiones de inversión), la propuesta de eliminar el impuesto sobre la propiedad no tiene mucho respaldo teórico: se trata de uno de los impuestos más eficientes que existen, por inelástico (no puedo llevarme mi tierra a otro sitio), y además tiende a gravar a las personas de mayor renta.
En resumen, son interesantes algunos aspectos de la argumentación, como la visión del empleo basada en las expectativas y la necesidad de una senda fiscal comprensible para las empresas, aunque Barro no ha pensado en una reforma neutral en cuanto a la equidad del sistema. El IVA y el fin del impuesto de sociedades y el de la propiedad disminuirían la equidad del sistema, mientras solo la eliminación de deducciones correría a favor de la misma. No obstante, para conocer el signo final de la equidad de la propuesta es necesario conocer donde se recortaría el gasto. Si el gasto se recorta solo en defensa e infraestructuras, la equidad del sistema no habría variado.
Por otro lado, Krugman finge no entender la argumentación y, en vez de discutir la disyuntiva entre la eficiencia y la equidad del sistema… ¡vuelve a proponer más estímulos fiscales -gasto público- para salir de la crisis! Krugman sostiene que hay un problema inmediato, que es de demanda, que urge corregir, y que ello no implica despreocuparse de los problemas estructurales. Los estímulos fiscales y monetarios tienen que aplicarse para ayudar a salir a corto plazo de la crisis. Por eso considera que es un error la austeridad europea -y la que proponen los republicanos americanos- y el someterse al déficit cero en época de recesión. Krugman va a contracorriente, como él mismo expresaba en su propio blog del NYTimes:
Tyler Cowen responde a Krugman sobre estas cuestiones de la siguiente forma:
A veces el crecimiento se frena y después vuelve a acelerar. Las pérdidas temporales tienden a ser compensadas por los períodos futuros. El modelo de Solow lleva implícitos procesos de convergencia al PIB potencial, y las pérdidas cíclicas suelen exhibir regresiones a la media. Durante el bache, el capital humano se deprecia por culpa del desempleo, pero el PIB a largo plazo y el bienestar depende casi exclusivamente de las fuerzas que determinan el crecimiento económico. […] Ello implica un menor gasto público en muchas áreas de la economía y también implica un menor gravamen del capital, argumentos apoyados por muchos artículos empíricos sobre crecimiento, incluyendo algunos del propio Barro. Esta visión puede resultar no ser cierta, pero en ningún sentido es extraña o económicamente analfabeta.