[Artículo publicado originalmente en el blog «decigarrasyhormigas«]
Si comprimiésemos los 15.000 millones de años de historia del Universo en un solo año natural, la tierra no se habría formado hasta el 14 de septiembre y el hombre no habría nacido hasta el 31 de diciembre. Carl Sagan creó su “año cósmico” para ilustrar la escala de los acontecimientos relativos a la especie humana. ¿Qué podríamos aprender reescalando de igual modo la historia de la humanidad en un solo “año económico”? Podríamos situar el inicio de dicho año en cualquier punto de la historia de los homínidos, pero vamos a situarlo en un punto relativamente reciente: en la expansión definitiva del hombre anatómicamente moderno desde África, hace aproximadamente 60.000 años.
(Esta entrada se ha dividido, por su extensión, en dos partes)
Desde el corazón de África hasta las primeras ciudades
El 1 de enero, el hombre cruza la península del Sinaí y comienza a expandirse por el sur de Asia, bordeando el continente hasta alcanzar Australia el 27 de marzo en pequeñas embarcaciones. La ocupación del sur de Europa, disputada a los Neandertales, no se produce hasta el 2 de mayo; además, el clima glaciar limita las migraciones masivas al norte hasta el 20 de octubre de nuestro “año económico”. Mientras tanto, el 1 de octubre había comenzado a poblarse el continente americano.
La característica geográfica más importante de esta primera expansión de la humanidad es el clima glacial y una de sus principales consecuencias: el bajo nivel de las aguas. Australia se encontraba mucho más cerca del continente asiático, los actuales Japón, Inglaterra o Taiwán eran accesibles por tierra y el estrecho de Bering se podía cruzar también a pie. La lenta desglaciación fue elevando el nivel del mar, desertificando amplias zonas del planeta e incomunicó durante decenas de miles de años a distintos grupos de la especie humana.
La característica económica más relevante dentro de estos 10 primeros meses de “año económico” del humano moderno es su organización en comunidades de cazadores recolectores. Durante su expansión por el mundo, los frutos y los animales salvajes eran abundantes: aunque Hobbes definía la vida en el mesolítico como probablemente “solitaria, pobre, cruel, violenta y corta”, los registros parecen indicar que trabajaban menos horas que las posteriores civilizaciones agrícolas. De hecho, parte de las migraciones de nuestros ancestros se producían al perseguir durante generaciones manadas de grandes mamíferos hoy extintos –ya entonces por la acción del hombre primitivo-. Y aunque el bienestar material a lo largo de estos 10 meses de historia no superaba los 200 dólares anuales per cápita, la esperanza de vida era mayor que en las posteriores sociedades agrícolas, debido a la ausencia de parasitismo y de enfermedades zoonóticas producidas por la convivencia con los animales; aun así, rara vez un ser humano superaba los 40 años de edad.
Desde el Neolítico hasta la Revolución Industrial
El fin de la abundancia relativa y diversos avances tecnológicos desembocan en la Revolución Neolítica, que se da por primera vez el 29 de octubre en Oriente Próximo: el hombre abandona paulatinamente la caza y la recolección y comienza a domesticar animales y a plantar y cuidar las cosechas. Las fértiles tierras entre el Tigris y el Éufrates ven nacer las primeras ciudades conforme los avances agrícolas permiten alimentar mayores concentraciones de personas. La concentración de población permite a su vez una mayor difusión de las ideas, y la alfarería, la irrigación e instrumentos de arado facilitan el surgimiento de civilizaciones como la Egipcia, el 30 de noviembre, o la Sumeria, el 1 de diciembre. La cultura helénica se desarrolla entre el 17 y el 19 de diciembre, mientras Roma nace como república el 16 de diciembre y desaparece como imperio el 22 de diciembre.
Tras el estancamiento de las culturas mediterráneas, la dinastía Song toma el 25 de diciembre el poder en China y convierte el país más poblado del mundo –contaba ya entonces con un 25% de la población mundial- en la zona económicamente más desarrollada. Allí nacen la pólvora, la imprenta, la brújula e incluso las primeras máquinas de vapor, en un sistema institucional con funcionariado por oposición, circulación de papel moneda y educación prácticamente universal. China se encontraba, 900 años antes que Inglaterra -6 días en nuestro calendario- a las puertas de su propia revolución industrial, y además contaba con un gran tamaño de mercado, mayor que el de la Inglaterra industrial, condición imprescindible para iniciar el círculo virtuoso de innovación.
Pero la transformación definitiva nunca llega a ocurrir. El culmen de la paradoja se encuentra en la flota de más de 200 barcos que explora todo el Índico a las 9 de la mañana del 28 de diciembre, la cual, en vez de ser usada para tejer una amplia red de comercio, es inmediatamente desmantelada por mandato del emperador, temeroso de la contaminación externa que ello podría llevar a su cultura. El estancamiento de la economía China durará hasta casi la medianoche del 31 de diciembre.
¿Qué explicaciones existen para este gran enigma de la historia económica? Hay quien argumenta que es el fuerte nacionalismo el que hace a China dar la espalda al exterior. También quien dice que sus matemáticas y su escritura no eran lo suficientemente eficientes para desencadenar el proceso de innovación y difusión de ideas, o que la protección de la propiedad intelectual era inexistente.
Pero la hipótesis más sugerente se encuentra en el mecanismo evolutivo del ensayo y error. Tras la temprana unificación del Imperio y la concentración de poder en unos pocos gobernantes, cada decisión era una oportunidad para cometer un error mayúsculo, como el desmantelamiento de la flota, el cierre hermético posterior a toda influencia extranjera o las quemas de libros con ideas contrarias a las establecidas. La unidad hacía imposible el mecanismo evolutivo de variación y selección de buenas ideas e instituciones.
Europa, por el contrario, se caracterizaba por el poder atomizado de las ciudades y la competencia entre las mismas, cuyos continuos auges y caídas hacían más evidentes las políticas e ideas proclives o contrarias al desarrollo. El 27 de diciembre, un edicto en Florencia prohibía el uso de los números arábigos en su banca, pero antes del fin del día el atraso de la banca florentina respecto a sus ciudades vecinas era tan evidente que la perniciosa prohibición llegaba a su fin. El 28 de diciembre, los escribas de París lograban la prohibición temporal de la imprenta con idéntico resultado. En cambio, la China imperial, con su ausencia de variación y competencia, carecía de métodos para evaluar y desechar las malas ideas. Su homogeneidad cultural era idónea para perfeccionar y transmitir el conocimiento existente, pero estaba peor adaptada para resistir el proceso de experimentación y cambio, al contrario que la heterogénea Europa.
A partir de la mañana del 28 de diciembre, los contactos entre civilizaciones se empiezan a multiplicar y dan lugar a los años más oscuros de nuestra historia. El descubrimiento accidental del continente americano provoca una catástrofe cultural y demográfica. Lenguas, costumbres y civilizaciones enteras desaparecen mientras la población indígena es aniquilada por el exterminio sistemático y por epidemias desconocidas en el continente. Al mediodía del 29 de diciembre, mientras en los Países Bajos se desarrollan instrumentos financieros como las acciones, las opciones de compra y venta y los derivados, la población americana ha quedado reducida al 5% de la original. Para paliar la escasez de mano de obra, las potencias europeas comienzan el secuestro y la esclavización masiva de indígenas africanos, que durará hasta bien entrado el día 31 de diciembre. 10 millones de habitantes del África son trasladados a América para trabajar como esclavos, mientras otros 10 millones mueren durante las incursiones y los viajes. La población nativa de Australia se encuentra también al borde de la desaparición el 30 de diciembre.
Para encontrar las causas de la superioridad militar europea -las “Armas, gérmenes y acero” de Jared Diamond- hemos de volver a la geografía. El continente euroasiático era mucho más grande que África, América y Oceanía y contenía una amplia mayoría de los granos cultivables y la casi totalidad de las especies de animales domesticables. Ello tuvo como consecuencia un mayor desarrollo económico y tecnológico y también una fuerte selección natural de los individuos más adaptados a las epidemias transmitidas por los animales. Además, el eje principal de Eurasia corre de este a oeste, lo cual facilitaba los contactos comerciales, la difusión de tecnología y también la propagación de epidemias y la posterior inmunización de los europeos supervivientes. Mientras tanto, los ejes principales de América y África están orientados de norte a sur, y los distintos climas y barreras geográficas impedían la propagación de gérmenes y dificultaban la transmisión de ideas y tecnología. El resultado fue la casi total colonización del planeta por parte de las potencias europeas.
La principal característica económica de este largo período que va desde el 29 de octubre hasta el 30 de diciembre, aparte de las distintas formas de esclavismo y el vasallaje practicados por casi todas las culturas, es la trampa malthusiana, por la cual los aumentos de renta, en vez de traducirse en un mayor bienestar material, eran absorbidos rápidamente por un crecimiento proporcional de la población. Tan fuerte era la trampa que en la noche del día 30 de diciembre, la renta per cápita del ciudadano medio del mundo era equivalente a la del habitante del neolítico… ¡a pesar de que las horas de trabajo habían aumentado!
Pero un cambio fundamental se avecinaba en la Inglaterra de la medianoche del 30 de diciembre… [Continuará]
Conclusiones de la primera parte
- Desde la salida de África, el hombre ha pasado la mayor parte de su historia con una renta per cápita que hoy estaría por debajo de lo que hoy se define como umbral de pobreza extrema (menos de 1 dólar al día). Además, las condiciones de salud y las horas de trabajo tampoco mejoraron durante todo ese período, sino que empeoraron. El mero paso del tiempo no implica la mejora de nada.
- No podemos dar por sentado como sólido el aparente equilibrio actual, pues representa un tiempo ínfimo de la historia de la humanidad. El ser humano nunca se ha enfrentado, por ejemplo, a pirámides de población invertidas con esperanza de vida creciente. ¿Conocemos el efecto dinámico de dicha estructura poblacional sobre la productividad o sobre el gasto público? El hombre tardó decenas de miles de años en encontrar las instituciones necesarias para romper el círculo malthusiano de la pobreza. Incluso equilibrios que parecían estables, como el de la China de principios del segundo milenio, no lo eran: no podemos dar la prosperidad actual por sentada.
- La diversidad importa y tiene un efecto positivo sobre la apertura a las ideas y soluciones externas. Si permitimos e incentivamos enfoques diversos sobre los problemas, la libertad de elección y la competencia seleccionarán posteriormente la mejor solución. Si no permitimos estos mecanismos, corremos el peligro de tomar decisiones gravemente equivocadas. ¿Realmente disponemos de ellos en nuestro diseño de políticas públicas?