El último movimiento en la historia de la crisis de Chipre ha sido realizado por el Banco Central Europeo (BCE). En un claro posicionamiento estratégico ha amenazado que cerrará el grifo de liquidez (ELA = Emergency Liquidity Assistance) a los bancos chipriotas si al finalizar el lunes próximo este país no cuenta con un programa de rescate pactado con ZE / FMI.
Vivimos una auténtica guerra de los depósitos chipriotas, al puro estilo de la guerra fría, y más concretamente el crítico episodio de la “Crisis de los misiles cubanos” –un capítulo histórico todavía en revisión. Durante esta etapa crítica de la historia se acuñó un curioso término para denominar a un nuevo tipo de táctica de negociación: brinkmanship. Una traducción con cierto sentido podría ser “el arte de llevar las cosas al límite”, pues en eso consiste dicha táctica: en elevar la tensión y el peligro de la situación hasta un punto en el que el riesgo que asumen todas las partes es claramente inaceptable. ¿En qué se diferencia el brinkmanship de la amenaza clásica? En un aspecto clave: su credibilidad.
Muchas amenazas clásicas carecen de valor como arma de negociación debido a que su ejecución es muy poco creíble. Las potencias nucleares de la guerra fría tenían un incentivo muy pobre a usar su armamento en primera instancia: poco que ganar y muchísimo que perder. El brinkmanship, sin embargo, crea un peligro posible y creíble que no ha de materializarse necesariamente. Como describíamos en un antiguo post:
“Imaginen dos personas negociando en una habitación cerrada, pequeña y sin ventanas. Uno de ellos tiene una granada en la mano. ¿Es creíble que dicha persona amenace con tirar de la anilla? Si suponemos que la muerte es el peor resultado posible para ambas personas, la amenaza de tirar de la anilla no es creíble. Pero, ¿y si comienza a hacer malabares con la granada? Ello no garantiza la muerte, pero abre la ventana al accidente y al desastre. La otra persona empieza a percibir un problema real.”
En el caso que nos incumbe ¿es creíble la amenaza del BCE? Por un lado no, en tanto que es difícil creerse que ningún Banco Central querría nunca cargar con la responsabilidad de haber causado un caos financiero en uno de los países en su área monetaria. Pero por otro lado, el BCE no puede soportar bancos que están cerrados, o que son insostenibles financieramente (el ELA aporta liquidez, ¡no capital!). en cualquier caso, la amenaza sí que eleva el riesgo para ambas personas en es habitación cerrada, hasta un punto justo anterior a la deflagración total, es decir, ese momento que todos quieren evitar: un gran pánico bancario en cuanto se levanten las medidas cautelares.
Esta estrategia de negociación, que tiene mucho que ver con el “juego de la gallina” en el que Chipre está acelerando su negociación al máximo en su carrera con Rusia, mandando mensajes de que “no hay marcha atrás”.
En conclusión, mientras Chipre está poniendo un ladrillo en su acelerador para ganar la carrera de coches cueste lo que cueste, el árbitro o juez, es decir el BCE, ha decidido que este juego tiene que acabar ya, por eso se ha puesto a hacer malabares con el ELA (la auténtica «granada financiera»).
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Lets not blow this out of proportion.