El click que España necesita: más empresas, más innovación y mejores instituciones

26 noviembre 2020

Mayo 2007, ahí empezó mi propia montaña rusa, lo que comúnmente llaman emprendimiento. Porque cuanto antes se entienda que esto de emprender es lo más parecido a subirse a un asiento “sin protección”, a la espera de subidas y bajadas, giros inesperados, momentos en que casi deseas caerte y otros en los que ves la subida y te pones eufórico… cuanto antes se sepa, mejor. Porque si no sabes que hay tramos de bajada, mejor no subas.

Emprender está lejos de la imagen bucólica de pensar que tienes una gran idea, que todo el mundo la entenderá rápido y, lo mejor, que te la comprarán fácil y al precio que quieres. Esa idea subiendo en la montaña, con la tranquilidad de contemplar el futuro… y donde arriba del todo está algo que se llama “exit”, vendes la idea y a otra cosa… eso ocurre muy pocas veces, de hecho, lo raro es que ocurra.

Emprender es arriesgar, no dormir, no irte de vacaciones y en muchos casos, fracasar. Pero emprender también es aprender, ilusionarte, abrir tu mente, enfocar la vida de otra forma. Porque yo no nací emprendedor, o por lo menos no era consciente de ello hasta que un día no recuerdo qué mes del 2006 decidí que ya no quería pasar de empresa a empresa buscando un plan de carrera, un jefe del que aprender y que fuera capaz de arriesgar en sus decisiones. Y fue entonces cuando decidí subirme a esa montaña rusa que, por supuesto, imaginé de forma más utópica.

Y lo interesante de esto es que, a pesar de que yo no tenia madera de emprendedor, con una buena posición y todo controlado, de repente, mi cabeza hizo un click. Y en ese momento es cuando el cristal con el que miras la vida… cambia.

Emprender es como ponerte unas gafas de realidad aumentada con la que eres capaz de ver las cosas que tenemos alrededor y que necesitan cambiarse.

Empiezas a buscar soluciones para todo, cosas que dices “pero cómo es posible que nadie haya pensado en esto para resolver este problema” y cuando has hecho ese click ya no hay marcha atrás. A partir de ese momento el problema es saber enfocarte, porque si pudieras, estarías montando proyectos nuevos todos los días.

Pero emprender con éxito hay que elegir. Saber elegir de entre todas las ideas que te llegan, que se te ocurren, que surgen, cuáles tienen más probabilidades para “tocar mercado” con éxito y saber ponerlas en ese mercado.

Cuántas veces habré oído eso de ‘quiero emprender’ pero no sé qué hacer. ¡Qué miedo! Porque, como dijo Javier García aquí en Sintetia: ‘Para emprender no todo vale’. Porque incluso cuando lo tienes claro, hay una probabilidad muy elevada de fracasar, imagina cuando no sabes ni qué hacer o por dónde empezar.

Las ideas hay que tenerlas claras, testearlas y validarlas lo antes posible. Y, sino, no tienes un negocio entre manos, tienes una ilusión. Y puede ser una garantía de fracaso. ¿Y sabes qué implica? Depresiones emocionales, problemas financieros…dificultades (por desgracia) para lanzar nuevos negocios…

Por todo ello si no estás preparado para fracasar lo mejor es seguir en el trabajo donde estás o intentar buscar otro, pero nunca emprender.

En mi montaña rusa ha habido fracasos, éxitos limitados, pero suficientes para seguir creyendo en mí. Creé empresas y cerré empresas. También logré que ciertos proyectos hayan estado a punto de éxitos, pero los “a punto” hacen daño, es una manera de tocar fondo. Pero te levantas y buscas el siguiente proyecto con la energía de creer que lo conseguirás.

Cuando emprendes emprendes, aprendes que una cadera forjada con un hula-hop no es nada en comparación con la que se te hace pivotando a cada rato, apostando por un nuevo sueño. Emprender es soñar despierto, pero soñar con cabeza y creer, aunque seas el único que cree en tu proyecto.

También ocurre que ese proyecto que a todo el mundo fascina llega muy pronto al mercado. Y por eso aprendes que tienes que saber cuándo lo tienes que dejar. Hay que saber apostar y creer con toda tu alma, y a la vez saber cuándo lo tiene que dejar. Porque si no lo haces, te puedes cavar un hoyo difícil de salir.

Pues ahí estoy yo, creyendo en mis proyectos, luchando por ellos como tantos. Sacrificando mucho por el camino, pero siempre con la esperanza de lograrlo.

Pero como yo hay muchas personas en este país. Un país en una situación crítica. Por eso tienes dos opciones: o lamentarse o remar. No hay que tener miedo a reinventarse, hay que tener miedo a seguir igual, a ser una planta movida por el aire.

Es frustrante ver la cantidad de talento desaprovechado o frustrado. Somos imaginativos, trabajadores, bien formados. Pero nos falta una cultura inculcada desde la infancia que potencie nuestras capacidades, nos quite el miedo al fracaso y capacidades para subierse a la montaña rusa.

Emprender es el mejor máster de realidad que puedes tener. Es enfrentarte a retos todos los días, tomar decisiones todos los días, aprender todos los días, motivarte todos los días, luchar contra la soledad todos los días. Pero ahí está la riqueza moral, intelectual y, por qué no, económica de la persona.

España podría ser una gran potencia tecnológica, dar lugar a muchos unicornios. Lamentablemente esos unicornios son muy raros, muy difícil, y no surgen de la nada. Se necesitan instituciones sólidas, responsables y que se alimente un ecosistema que permitan fraguarse esas empresas extraordinarias.

Grandes ideas nacidas en España han migrado o simplemente han muerto por falta de impulso, por no tener una estrategia de país que aproveche esa capacidad que tenemos de crear y trabajar duro y bien, quitándonos los complejos y saliendo a comernos el mundo.

Es una pena ver cómo empresas que en España no hubieran sobrevivido ni un año en otros lugares han crecido. Por eso, es crucial cambiar el modelo de país, hacer un click también.

Potenciar la innovación, el crecimiento empresarial, que no solo dependamos del turismo sino de sectores productivos, que exportemos ciencia y tecnología, porque si, porque la tenemos, porque somos muy buenos y porque es una desgracia que haya que emigrar para sobrevivir.

En un mundo global en el que los países compiten entre ellos por tener las mejores empresas, los mejores investigadores, las mejores ideas, tenemos que dejar de vernos el ombligo, levantar la cabeza y competir, retener talento, fomentar las montañas rusas y crear empresas para las nuevas economías. Tenemos una oportunidad, quizás, la última, con los más de 140.000 millones de euros que se pueden canalizar de Europa. ¡Aprovechémoslos!

Como dice mi amigo José Luis Casal: “jamás estaremos preparados para atrevernos a hacer lo que muy pocos harían y para vivir como muy pocos podrían” y que completaría diciendo: “y aún así aquí seguimos persiguiendo sueños y viendo oportunidades donde otros ven problemas”.

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Miguel Ángel Orellana es actualmente CEO de Bookker

Twitter: @orellanabookker

Artículo escrito por Miguel A. Orellana

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