En los últimos años, la economía se ha abierto hueco hasta ser uno de los principales temas de conversación entre los españoles. Expresiones y conceptos hace unos años solo en boca de economistas forman parte ahora de la jerga diaria de las charlas informales y motivo de largas entradas en los informativos y periódicos. Prima de riesgo, crecimiento, crisis, recesión, paro, etc.
Los economistas han desarrollado desde hace tiempo unas formas de concretar los fenómenos económicos para poder medirlos y analizarlos. Siguiendo la máxima de “lo que no se puede medir, no se puede gestionar” (máxima muy equivocada, dicho sea de paso) desarrollaron una forma de calcular y medir dichos fenómenos. Cada cálculo supone un enorme coste en recopilación de datos y tratamiento matemático. Así, para hablar de la inflación solemos aludir al IPC (índice de precios al consumo), que es el cálculo de la variación porcentual de los precios de una cesta de productos representativa del consumo de las familias de una economía. Pero, como el valor en la mili, la representatividad “se le supone”.
Asociamos uno y otro, pero no son lo mismo. El indicador intenta reflejar y representar el fenómeno, pero no es el fenómeno. “La economía es orgánica” (en oposición a mecánica) decía el personaje de F.A. Hayek en el rap de Russ Roberts. Es técnicamente imposible y económicamente inviable reunir todo el fenómeno en un indicador. El indicador, además, suele ser calculado por una administración (como el Instituto Nacional de Estadística) o una gran empresa (las notas de las tres grandes calificadoras de riesgo a la deuda soberana). Esas grandes y costosas organizaciones están compuestas de personas y, como personas, responden a incentivos. ¡Otra vez los incentivos!
Las personas que componen o dirigen esas organizaciones son personas como usted y como yo, y pueden perfectamente preferir un resultado a otro en el cálculo del indicador de turno. No son perversos ni necesariamente malos profesionales. Son personas. Como personas que responden a incentivos, modifican su discurso, consciente o inconscientemente, adaptándose a los mismos. Esto no les convierte en demonios, esto les convierte en humanos.
Tampoco el vendedor a quien compró su último coche le dijo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Tampoco usted en su última entrevista de trabajo respondió a las preguntas como lo haría ante un juez. Tampoco su pareja, seamos sinceros, se presentó ante usted cuando le conoció como realmente es. Todos intentamos ofrecer la mejor faceta de nosotros mismos. O la que más nos favorece.
Ocurre que, dado que tendemos a confundir el indicador y el fenómeno (de nuevo simplificamos la realidad para poder manejarla en nuestra mente), quien está generando el indicador puede perfectamente intentar ofrecer la mejor faceta del mismo.
Hace pocos días se publicaron los datos del déficit de la administración central en España de enero de 2013, y se confirmaron los peores pronósticos. El Gobierno había maquillado el dato de déficit de 2012 a base de posponer devoluciones de impuestos desde diciembre al primer trimestre del año en curso (en Sintetia se había hablado de ello)
El Gobierno de Cristina Fernández de Krichner (Argentina) publicó un dato de inflación cercano al 9% para 2012. Como otras estimaciones ofrecían un dato de inflación del 25%, su gobierno reaccionó prohibiendo la publicación de datos de inflación que no hubiesen sido calculados “con un sistema científico y la suficientes estructura de medios económicos y humanos”, para escándalo de patrios y organismos internacionales. Es decir, y esto es mi interpretación, el gobierno intentó impedir que se difundiera un dato “peor” de la inflación en la Argentina, aunque lo reconociera al utilizarlo en otros ámbitos (subir los salarios públicos un 21% y el salario mínimo un 25%). Para saber cuál es más correcto solo hay que preguntar a alguien que viva en ese país. Le dirá que el segundo.
El escándalo del Libor en Reino Unido es otro buen ejemplo de la manipulación de un indicador. El Libor, tipo de interés de referencia para préstamos hipotecarios, se calculaba basándose en los datos que veinte bancos hacían de sus tipos de interés. Y, por supuesto, tenían incentivos para dar datos no fidedignos.
Los resultados en cualquier convocatoria electoral en países como Cuba o Corea del Norte reflejan un apoyo inquebrantable hacia sus élites. El “aparato” siempre gana, con un apoyo por encima del 90%. Descontando una posible manipulación de los resultados electorales, estas elecciones no incluyen a aquellos que, antes y después de ellas, votan con los pies (emigran reflejando su desafección al régimen). Y son racionales. Responden a los incentivos tanto en la votación (no destacarse como outsiders) como en la emigración (buscar un futuro mejor). El indicador, el porcentaje de votos favorables, no corresponde al fenómeno, apoyo al régimen o candidato.
Un último ejemplo. Esta era, hace unos días, la noticia de la mañana: “El coste laboral por trabajador cayó el 3,2% en 2012, la mayor bajada desde 2001”. Como el subtítulo era “Según el INE, el coste laboral por hora bajó un 2,2% interanual hasta los 20,22 euros”, empecé a sospechar. ¿Cómo pueden ser verdaderos ambos datos?
Nuestra primera sospecha es que, si el coste por trabajador baja más que el coste por hora, probablemente se estén haciendo menos horas extras (que todos sabemos son más caras que las ordinarias). Aun así, si accedemos a la nota de prensa en la que el INE descubrimos que:
- Las percepciones no salariales se han reducido un “15,6% debido al descenso de las indemnizaciones por despido y otras…”. Podemos entender que el ritmo de destrucción de empleo es inferior, y eso causa menores costes en este capítulo.
- Las subvenciones y bonificaciones bajan un 40,6%. Podemos entender que las tipologías de contrato subvencionadas o bonificadas cada vez tienen menos peso en el mercado laboral. Ante ese fracaso, los gobiernos continúan creando nuevas tipologías subvencionadas.
- El coste salarial ordinario (sin contar las pagas extras) NO se ha movido (el dato exacto es el 0,03%). Como la administración pública es la única que ha eliminado la paga extra de navidad (y el único empleador que podía hacerlo), éste y no otro es el verdadero origen de la rebaja de los costes salariales motivo de la noticia (por cierto, la bajada interanual de los costes salariales de las pagas extraordinarias es de un 20,62%). Es decir, que las empresas españolas no han ganado ni un ápice de productividad por devaluación de salarios.
Personalmente, de haber redactado la noticia para un periódico, habría titulado así:
Los costes salariales se mantienen para la empresa privada; no ganamos competitividad.
Y como subtítulo:
La administración los reduce con la supresión de la paga extra.
Bajan las partidas para indemnizaciones por despido en el sector privado.
Pero, ¿qué podemos hacer cuando parece que no podemos confiar en los datos? ¿Acaso los indicadores no son útiles? ¿Están todos manipulados? Únicamente podemos confiar en nuestra propia mente. No aceptemos los datos sin más. Tres pistas: ir a la fuente, revisar cómo se obtiene el indicador, y pensar en términos de incentivos.