Si hay un libro al que siempre vuelvo desde que lo leí por una razón u otra es «The Great Stagnation» de Tyler Cowen. Es un libro (corto) que generó cierto revuelo en su momento en Estados Unidos, pero que por aquí pasó bastante desapercibido y ni siquiera llegó a ser traducido al castellano.
Cowen explica cómo la década de estancamiento de los años 70 de la economía americana no fue más que el comienzo de lo que él llama «Gran Estancamiento». En el momento de la publicación del libro, el 2011, él no era capaz de prever que este estancamiento fuera a acabarse pronto, y es más, predijo que nos enfrentábamos a una larga temporada de escaso crecimiento de la productividad y por lo tanto de la economía.
La tesis de Cowen es que los grandes yacimientos de productividad que la economía explotó durante el siglo XIX, y parte del siglo XX, ya están agotados, y que el ritmo de innovación que se ha visto después solo sustenta, en el mejor de los casos, un bajo crecimiento.
La historia parece dar la razón a Cowen, desde la década del estancamiento de los 70, sólo ha habido dos momentos de crecimiento de productividad moderada, la década de los 90 en los que la productividad creció por la digitalización de las oficinas, y más tarde justo durante la crisis financiera cuando las empresas redujeron dramáticamente sus plantillas e hicieron más con menos aumentando de nuevo la productividad aunque la economía decrecía.
Esto se ve bien con estos dos gráficos. En el primero, vemos el incremento de la productividad en Estados Unidos desde los años 50 con una media móvil de 10 años. En él se ve la primera gran época de estancamiento a partir de los años 70, seguido del incremento de la productividad gracias a la primera ola de digitalización durante los 90.
Este segundo gráfico enlazaría con el final del anterior. En este caso es anual, y aquí vemos mejor el incremento de la productividad durante los peores años de la crisis por el efecto de la reducción fuerte en las plantillas de las empresas americanas, aunque luego se ve como rápidamente la productividad se vuelve a estabilizar en crecimientos bajos.
Creo que es bueno recordar que estamos utilizando datos de Estados Unidos, porque Cowen sólo se centra allí en su libro. Pero es razonable pensar que son tendencias globales aplicables a los países maduros.
Cowen en su libro habla del papel de la tecnología digital como una especie de promesa no plenamente cumplida hasta ahora. Por un lado, la primera ola digital que transformó la empresa durante los años 90 aportó como hemos visto un importante aumento de productividad. Aunque es cierto que como dice Cowen en el libro, ese proceso fue de mera digitalización no de transformación. Pasamos de hacer lo que hacíamos de forma analógica a hacerlo de forma digital con el consecuente incremento de la productividad, pero no fue en sí mismo transformador. Salvo algunas industrias muy particulares y cercanas al mundo IT o de contenidos, las cosas son bastante parecidas a cómo se hacían en los años 70.
La siguiente ola de digitalización que nos llegó, internet, sin tener un impacto enorme en cuanto a la productividad, sí que lo tuvo en cuanto a empleos. Internet creó monstruos digitales de pocas decenas de miles de empleados (en el mejor de los casos) literalmente barriendo industrias que empleaban a cientos de miles de empleados. Personalmente, y aquí se ha hablado mucho sobre el impacto de la robótica y la inteligencia artificial en los empleos, creo que este es realmente el mar de fondo de la situación del empleo a largo plazo, y no tanto las grandes tormentas puntuales como la gran crisis financiera que hemos pasado.
En todo caso, volviendo a Cowen, él argumentaba en su libro que internet todavía no había tenido un efecto transformador de la economía como por ejemplo lo hizo la electricidad. Esta idea es sobre la que jugaba en mi presentación del año pasado en el congreso e-coned del Norte de Castilla en Valladolid (que podéis ver aquí). En esa charla hablaba de cómo en realidad la electricidad tardó unos 50 años en realmente convertirse en una tecnología realmente omnipresente y verdaderamente transformadora, algo que podríamos considerar que ocurrió cuando la industria pesada americana dejó definitivamente el vapor y pasó a la electricidad. Hasta entonces, la electricidad era una tecnología «periférica» que sólo había transformado pequeñas áreas de la economía.
Esa era la idea principal de mi charla en e-coned, que se puede trazar el paralelismo entre lo que pasó con la electricidad y lo que está pasando ahora con internet. Internet no ha transformado aún la economía de forma dramática y completa, y curiosamente nos acercamos a ese medio siglo que tomó a la electricidad transformar la economía mundial.
Siguiendo con esa idea, en mi opinión, Internet de las Cosas (loT) y Big Data, dos grandes tendencias que van tan de la mano, van a ser a internet lo que significó para la electricidad el sustituir las máquinas de vapor de la industria pesada. Con ellas, internet impregnará y transformará de forma definitiva la economía mundial, llegando a todos los sectores productivos.
Pero la gran pregunta es cómo una tecnología pasa de ser «periférica» a «central». La respuesta simple es que eso sólo ocurre cuando la economía, las industrias se diseñan alrededor de esa tecnología.
Voy a utilizar la agricultura como ejemplo. Las tecnologías realmente transformadoras son las que han significado un cambio fundamental en como se hacen las cosas. Pensad en el arado o la mecanización sobre todo con el motor de combustión. En ambos casos, fueron transformadoras. No fue simplemente el hecho de que una tecnología permitiera hacer lo que se hacía más rápidamente, sino que para realmente aprovechar al máximo la tecnología había que redefinir como se hacían las cosas. Por ejemplo, con el arado implicaba labrar la tierra, y por lo tanto plantar en «línea». La mecanización traía unas economías de escala enormes que exigía una reorganización de las tierra entorno a grandes plantaciones de monocultivo.
Pues bien, como os decía creo que IoT y Big Data tienen el potencial de hacer eso con internet, y eso a pesar de que Gartner todavía las sitúa de camino al Valle de la Desilusión en su Hype Cycle de 2015 (algo de lo que he hablado recientemente en mi blog). Y la verdad es que estoy de acuerdo, todavía son puro hype.
Sin embargo, a pesar de pensar que son todavía hype, últimamente estoy empezando a ver señales que me empujan a pensar que efectivamente estamos empezando a ver que esas tecnologías están abandonando la periferia y van siendo cada vez más centrales. ¿Y dónde podemos ver esas señales? En las startups, por supuesto.
Las startups son un poco como los canarios en las minas. Últimamente, como tampoco podía ser de otra forma, muchas de las startups con las que trabajo están de lleno en el mundo del IoT y del Big Data. Algunas de esas startups están empezando a ganar proyectos con grandes corporaciones. Y cuando hablo de proyectos, no me refiero a los típicos pilotos con los que muchas veces las grandes empresas marean a las startups con las que trabajan, sino a proyectos muy serios y con un compromiso muy grande por las dos partes. Proyectos que no se quedan en el campo de pruebas de los departamentos de innovación, sino que ya se están entroncando en el núcleo del negocio, pero lo más importante, son transformadores. Estoy viendo como sobre esos proyectos los clientes están montando propuestas de negocio verdaderamente novedosas y que giran alrededor de esos servicios de IoT y Big Data de las startups.
Utilizando el símil de la agricultura, es como si el agricultor basase sus decisiones en recomendaciones que le diera un servicio de «agricultural intelligence», dando lugar a campos multicultivo que maximizan el retorno de la finca en base a características contextuales de cada metro cuadrado.
Y esto en mi opinión es a lo que refería Cowen como el momento en el que veremos el verdadero potencial de las tecnologías digitales, y en definitiva, el momento que saldremos de la «Great Stagnation». Sin duda, es todavía demasiado pronto para cantar victoria. Estamos a algunos años de cruzar el Valle de la Desilusión con estas tecnologías. Sin embargo, ya se empieza a ver la luz al final del túnel, y quizá sea una casualidad, pero estamos en unas escalas de tiempo muy parecidas a las de la electricidad.