El problema de la ‘Ley de la Manada’: sobre el regeneracionismo de España (II)

5 marzo 2015

Admitamos que las democracias son imperfectas por definición. Admitamos que el espíritu castizo lleva impreso en su ADN una tendencia a la crítica autodestructiva que jamás nos hará tener un sentimiento de grandeur como nación. Admitamos que las cosas no están tan mal como las sentimos diariamente y que algo habrá cambiado en el último siglo. Como dice esa eterna optimista-inconformista que es mi madre, debemos estar en una constante comparación con los que son mejores, pero sin perder de vista lo que hemos dejado atrás, y yo, que no soy tan mayor, aún recuerdo aquella época que ahora parece muy lejana, pero no que no lo es tanto, en que entré en Gran Bretaña no por “European and Commonwealth countries” sino por “Rest of the world”.

Lilian_Fernandez_Sintetia_Regeneracionismo

Seamos realistas: en 2014 España ocupaba el puesto 22 en el índice de democracia de The Economist y el 37 en el índice de percepción de la corrupción elaborado por Transparencia Internacional… ¡Así que tan mal no vamos!

Indice_democracia_2014

Pero a pesar de este optimismo -un poco forzado, lo reconozco- no deja de resultar inquietante leer lo escrito por Joaquín Costa en 1901 y descubrir cuán vigente es su reflexión:

“Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en «partidos»…

… eso que complacientemente hemos llamado y seguimos llamando «partidos», no son sino facciones, banderías o parcialidades de carácter marcadamente personal, caricaturas de partidos formadas mecánicamente… sin más fin que la conquista del mando, y en las cuales la reforma política y social no entra de hecho… más que como un accidente… quedando reducidos a meras agrupaciones inorgánicas, sin espíritu, sin programa… al concepto personal y oligárquico…

… las supuestas clases directoras y gobernantes son oligarquía pura, facción forastera, que ha hecho de España campo de batalla y de explotación, atenta no más que a su provecho y a su vanagloria…

…Nada más sobre el concepto de la forma actual de gobierno en nuestro país: lo dicho hasta aquí es más que suficiente para dejarla definida como una oligarquía pura en el concepto aristotélico: gobierno del país por una minoría absoluta, que tiende exclusivamente a su interés personal, sacrificándole el bien de la comunidad.”

OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO COMO LA FORMA ACTUAL DE GOBIERNOEN ESPAÑA: URGENCIA Y MODO DE CAMBIARLA.- Joaquín Costa

El problema principal de España no es la corrupción, sino que es el resultado. Tampoco lo son “los políticos”, en lo esencial idénticos al resto de seres humanos. Ni siquiera lo es el bipartidismo. El problema es la partitocracia imperante con sus dos características definitorias: el monopolio de las candidaturas y el control de los representantes por los partidos políticos, que derivan en la perpetuación del modelo castizo de oligarquía y caciquismo. Distintos actores y escenarios, pero mismas consecuencias.

La traslación del poder real a los partidos políticos lleva de suyo una politización de todas las esferas de la vida pública, económica y social. Ostentar el poder no sólo implica la capacidad de ejecutar un programa electoral y una visión de sociedad, sino que se transforma en un salvoconducto para ocupar las instituciones del Estado y las Administraciones Públicas que se ponen al servicio de intereses electorales y partidistas, o peor aún, personales… En consecuencia, hemos asistido a una involución generalizada, y parece irreversible, de una de las bases esenciales del Estado de Derecho: la separación de poderes, pero también de aquellas instituciones que nacieron bajo la premisa de la independencia para ser contrapeso del poder político. Y no sólo, sino también, se ha dinamitado la concepción institucional que el artículo 103.1 de la Constitución otorga a las Administraciones Públicas entendiéndolas como instituciones independientes que sirven con objetividad a los intereses generales y actúan de acuerdo con unos principios propios, hasta cuasi convertirlas en cesantías decimonónicas. En la tensión entre gobernanza política y autonomía administrativa, la política ha invadido todos los espacios posibles (Ya lo escribía en ¡La tecnocracia ha muerto! Larga vida a la política (I) y (II)).

La sensación de impunidad y arbitrariedad se ha instalado entre unos ciudadanos que van de sobresalto en sobresalto y de cabreo en cabreo. Se generaliza esa impresión de que, en esta taberna en que parece haberse convertido España, el camarero distingue entre sus clientes, a unos pocos les sirve amablemente selectas bebidas de importación y al resto puro y duro “garrafonazo”, un todo incluido para unas “élites” que otros pagan. Malos mimbres para recuperar la legitimidad de unas instituciones esta percepción generalizada, y en muchos casos injusta, de prebendas y tratos de privilegio en la vida pública.

Se abren nuevos territorios para ser colonizados por un nuevo linaje: los políticos de oficio que no basan su carrera en sus méritos y capacidad, ni en sus éxitos, sino en su partido que es el que les proporciona el estatus, el puesto, el networking y unas retribuciones, generalmente, muy por encima de las que les corresponderían por su “curriculum personal”. Y por supuesto, cuando estén amortizados, les garantizan un dorado retiro.

Y si los incentivos son claves para definir el comportamiento de los individuos en una organización, activando la ironía, parece que los partidos políticos se han especializado en establecer un sistema que favorece la supervivencia y ascenso de aquellos con un cerebro reptiliano especialmente desarrollado. Un modelo sustentado en la meritocracia de la mediocrecracia del partido, en que el talento se sustituye por el silencio y los resultados por la disciplina. -Curioso modelo en el que abandonamos nuestro destino como nación, región o municipio a quien no contrataríamos jamás en nuestra empresa-.

Impera la ley de la manada, es la manada la que garantiza la supervivencia. Pero también se sabe que, de tarde en tarde, como los ñus obligados a cruzar un río infestado de cocodrilos, algunos, para entretener el hambre de esos cocodrilos, serán sacrificados, así la manada podrá seguir adelante.

En una ley no escrita la independencia y el pensamiento crítico resulta amenazante. Cualquier intento por parte de los ciudadanos comunes -lo que algunos políticos llaman “la gente” , término glamouroso para referirse a ese vulgo que debe relegirlespara oxigenar ese enrarecido clima desde dentro, entrando en la arena política, es visto como un acto intrusismo. Advenedizos que no comprenden las relaciones de la manada, a los que no les unen lazos cómplices de secretos y silencios y que amenazan su forma de vida. El grupo lo convierte en paria, y sin pasar mucho tiempo, lo condena a morir de inanición, la muerte civil. Recuerden aquel diálogo entre el cínico Churchill y un joven diputado tory:

  • “Qué alegría, estar aquí, a su lado, con el enemigo enfrente…”,
  • “No se confunda usted joven, los que tiene usted enfrente son los laboristas, que son sus adversarios. Los enemigos los tiene usted aquí detrás sentados, en su propio partido”.

El resultado es un déficit democrático. El ciudadano se transforma en mero espectador de este juego con una práctica incapacidad real para elegir a sus representantes, más allá de unas siglas, y controlar sus actuaciones. Sus representantes no responden ante ellos, sino ante su partido de quien depende su reelección. Así su día a día, vestido de democracia interna y/o primarias, transcurre entre “Matanzas de San Valentín”, con un objetivo prioritario que su don logre hacerse con un control que les garantice su presencia en las Listas. Una vez logran ver su nombre impreso, se entremezclan con la gente, sacan su cajón y se suben a él en plazas y mercados para convencer a la multitud de los milagros del maravilloso crecepelo. Elegidos, se repliegan a sus fortines de los que sólo saldrán cuatro años después… Eso sí, para entretener y autojustificarse, de cuando en cuando, se dejaran ver a través de un plasma. No es de extrañar el grado de desafección ¿Cuántos ciudadanos han visto si quiera una vez en su vida un diputado? ¿Cuántos tienen acceso a los diputados que eligen? Al final, una ya duda de que realmente existan y no sean avatares del mundo virtual de La Política.

La disciplina de voto es una constante y así llega al caso de ver como diputados elegidos en circunscripciones electorales con escaso peso en el mercado electoral nacional –Asturias, Cantabria, Soria, Palencia, Albacete….- se ven obligados a votar en contra de los intereses de los ciudadanos que representan, en favor de los intereses electorales generales de su partido. El máximo del absurdo lo representan los Diputados o Senadores cuneros, impuestos por los aparatos, auténticos paracaidistas que representan a un electorado de territorios en los que no viven y, en muchos casos, jamás han pisado.

Como ya decía en la primera parte de este artículo, «el eterno día de la marmota«, transparencia, participación, representación, regeneración democrática… y demás palabrerío de tertulianos y políticos, no son sino remedios parciales a este mal mucho más profundo que nos aqueja. Capas de pintura para un edificio con los cimientos corroídos, que no harán sino a contribuir a perpetuar un poco más un viejo sistema que debería demolerse.

“… es sabido que, para ponerse en cura, lo primero que hace falta es conocer la enfermedad. De lo contrario, seguirá aplicándose al malestar sentido, pero no definido, específicos incongruentes: reforma de la ley electoral,…, revisión constitucional, crisis ministeriales o de Gobierno, represión de la reacción…, sin hacerse cargo de que por algo han resultado ineficaces…., administrando al enfermo, en vez de revulsivos, emolientes, para que cuando por fin se caiga en la cuenta sea tarde y se haya hecho preciso amputar y sajar…”

OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO COMO LA FORMA ACTUAL DE GOBIERNOEN ESPAÑA: URGENCIA Y MODO DE CAMBIARLA.- Joaquín Costa

Artículo escrito por Lilian Fernández

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