Por mucho que hayamos asistido recientemente a un notable receso en el precio de la energía en Europa, no lancen las campanas al vuelo. Esto puede ser sólo una calma coyuntural en medio de la tormenta.
Y es que las aguas siguen muy revueltas en el vital sector de la energía, y tanto consumidores como productores de materias primas se hayan inmersos en una espiral inflacionaria. En ésta obviamente hay unos consumidores occidentales como grandes perdedores, y unos productores que se están haciendo literalmente de oro.
Pero más allá de lo que tenemos ya encima, lo importante sería lo que está por venir. Y ahí realmente siguen pintando muchos bastos. Lejos de poder afirmar que van a seguir remitiendo en el medio y largo plazo, lo cierto es que puede que la energía cara haya venido para quedarse.
¿Qué ha fallado en el sistema de precios energéticos de Europa?
A modo de síntesis independiente y rigurosa, que no sesgada ni por intereses políticos ni empresariales, empezaremos por citar en primer lugar los factores coyunturales.
Es un hecho: en esta espectacular marea alta de precios de la luz, ha influido fuertemente todo lo que la funesta pandemia del COVID-19.
Recuerdo mi análisis sobre la debacle que se nos venía con el Coronavirus, allá por los primeros días de febrero de 2020. Por aquello recibí no pocas críticas agrias y viscerales, e incluso algunas descalificaciones. Ya en aquel momento exponía que esto iba a traer a todo el mundo no sólo una crisis bio-sanitaria, sino también económica, y finalmente social. A los hechos nos remitimos, y de esos hechos la convulsión energética sólo forma una pequeña parte.
Aparte de las rupturas de stocks y de cadenas de suministros que les están influyendo a las eléctricas, como a todos los otros sectores, uno de los principales problemas ocasionados por el Coronavirus a los sistemas eléctricos nacionales ha sido el denominado como “efecto goming”. Esta denominación establece un paralelismo muy acertado con los vaivenes, subidas y bajadas, que se experimentan en esta práctica, considerada como un deporte de riesgo muy similar al “puenting”.
Y es que el sistema eléctrico ha sufrido mucho con la parálisis de la actividad económica durante los confinamientos. También ha sufrido con la súbita vuelta a la normalidad. Todo sistema socioeconómico reviste su complejidad. Pero en el caso del sistema eléctrico nacional, que además es estratégico, la complejidad es extrema y la gravedad de su impacto severa.
El sudoku de productores y distribuidores de energía
Encajar tanto el acusado descenso del consumo, como la recuperación fulgurante de la voracidad de KWh no es algo fácil de gestionar para productores y distribuidores de energía.
Al contrario, disfrutar de electricidad en casa sin sobretensiones, sin apagones, y sin sobrecarga en la red ha sido todo un reto que nuestras compañías eléctricas nacionales han aprobado con nota alta. En otros países no pueden decir ni mucho menos lo mismo. Pero claro, cuando miramos un poco más en profundidad, y ya damos por natural que el enchufe mantenga su tensión, el hecho es que estamos soportando unos precios auténtica vergüenza eléctrica.
Y es que los mercados mayoristas de energía se encuentran totalmente trastocados, bastante inestables, aquejados encima de toda esa inseguridad jurídica de la que el gobierno de España hace un populista alarde. Y además, enfrentándose a situaciones eléctricas que no sólo no estaban previstas, sino que eran inimaginables hace tan sólo unos trimestres.
El hecho es que aquí realmente el problema está en cómo el diseño del sistema eléctrico europeo funcionaba perfectamente en condiciones normales, pero presenta ineficiencias y disfunciones para una situación tan excepcional como la de la recuperación post-pandémica.
Y las satanizadas eléctricas no son sólo sino el brazo ejecutor, puesto que ellas se nutren de la legislación dictada para esos mercados mayoristas. Y eso sin mencionar el fortísimo intervencionismo gubernamental en un sector como el eléctrico, además de todos los peajes políticos que pagamos los sufridos consumidores en las facturas. De las puertas giratorias mejor hablamos otro día, que hoy ya estoy mareado con tanto giro de los oportunistas políticos de turno.
La “descarbonización” podría traer un shock energético a Europa
Siempre he defendido el gran problema del cambio climático. Pero sin caer ni en el populismo pro-climático, ni tampoco en la cruda y cortoplacista propaganda anti-climática. Lamentablemente, tanto en una tendencia como en la otra, hemos visto argumentos y desinformaciones más que frecuentes.
Pero además, en el caso de la deriva anti-climática, hemos visto auténtica propaganda pro-petróleo que siempre ha olido penetrantemente a intereses de algún país productor con sus muchas capacidades al respecto.
Pero aquí hay mucho más. No hay una buena salida a la encrucijada del cambio climático. Tanto persistir en quemar petróleo como si no pasase nada, como pasar a dejar de consumirlo, suponían un inasumible reto socioeconómico. Efectivamente, la descarbonización tampoco ha sido nunca algo deseable (que no digo que no sea totalmente necesaria). Esa descarbonización podría traer todo un shock mundial.
Y es que no sólo las petroleras le han visto las orejas al lobo: ya están empezando a vender sus activos petrolíferos a precio de saldo, sino que obviamente, ante el riesgo de un descenso acusado del consumo por el giro pro-clima, muchas de estas mega-compañías descalabraron sus inversiones.
¿Por qué el gas impacta tanto en el precio de la electricidad?
Como muchas veces tanto el sector gasístico y el sector petrolífero son el mismo perro con distinto collar. Por ello, a pesar de que el gas natural sea visto como una energía de transición, el descalabro de inversiones afectó igualmente al gas.
Porque esa producción de gas no ha sido capaz de seguir el tirón de la demanda, con el consiguiente subidón de los precios. En el diseño del sistema eléctrico europeo, el gas natural está siendo la fuente del mix energético que marca los precios que pagamos los consumidores.
El diseño no es que sea incorrecto. Como decíamos, es bueno bajo unas condiciones normales de mercado. Por supuesto, no estaba a salvo del terrorismo energético de terceros. Y siempre ha estado presente en el mercado desde que el petróleo es petróleo (recuerden también la crisis energética de principios de los 70).
De hecho, los fuertes vaivenes vistos en el sector eléctrico podrían ser tan sólo los primeros temblores. Dejar de consumir energías fósiles y transformar todas nuestras socioeconomías de raíz no iba a ser tan fácil. ¿Acaso pensaban otra cosa de un sistema socioeconómico tan extremadamente complejo, vital y en el que hay tantos intereses en juego? Esto ya no se trataba de elegir la opción buena dentro del “buenismo” más obcecado y auto-indulgente, sino que nos veíamos abocados a tener que elegir sólo la opción menos mala; o al menos la única que nos llevase a una supervivencia socioeconómica con unas mínimas garantías.
Greta, el clima y el show
Lo de Greta y los Garbo realmente ha sido parte del show más oportunista al calor del cambio climático, cuando lo que se necesitaba era menos filón populista, y más políticas y acciones de alcance real y diseñadas para minimizar daños.
En Europa siempre hemos sido pioneros y visionarios en esto. D hecho a ella se ha ido uniendo poco a poco el resto del mundo. Hemos conseguido ser innovadores y disruptores con unas energías limpias que ahora vendemos por todo el mundo. Generan millones de puestos de trabajo en el Viejo Continente. Obras son amores, que no buenas razones. Hagan menos caso de los escenarios y de las super-stars oportunistas, y más de las políticas reales y eficaces.
Siempre hay muchas más cosas que la ley de la oferta y la demanda entre los bastidores de las materias primas
La factura de la energía parece que ha aflojado un poco. Pero el receso sólo nos podría estar indicando dos cosas muy relevantes.
La primera es que, de igual manera que la bajada de los precios ha sido “made in Russia by Putin”, la subida podría haber sido tres cuartos de lo mismo. Esto podría estar siendo así porque los factores que desencadenan tanto una subida como la bajada consiguiente guardan una alta correlación.
Resulta “toda una casualidad” que la propaganda se haya lanzado de cabeza a publicitar a diestro y siniestro vendiendo a Putin como “el auténtico salvador” energético de Europa. Todo ello merced a la bajada que ha propiciado. Y a esto habría que añadir los comentarios recurrentes en las mesas de operadores de materias primas.
Llevan semanas diciendo que había en el mercado una fortísima especulación rusa. Además de los movimientos ciertamente anómalos que los rusos han venido haciendo con sus reservas estratégicas de gas.
La dependencia energética de Europa con Rusia
Pero la segunda alarma del reciente receso de los precios energéticos en Europa es la barbaridad inflacionaria vista en la energía. Y podría ser sólo un aviso. Señalando el castigo que nos pueden llegar a infligir en cuanto llegue el frío invierno a Europa. Esto cobra todo el sentido, en especial en lo que se referiría a ese estado alemán. Los alemanes están pensándose desde hace meses seriamente si aumentar su peligrosa dependencia energética de Rusia.
Estados Unidos alerta la hiper-dependencia de la Rusia de Putin. Por eso en Berlin se barajaba incluso la posibilidad de no inaugurar ese nuevo gaseoducto NordStream 2. El enfado de Putin y su inquietud fueron incontenibles, puesto que en este gaseoducto Rusia lleva muchos millones invertidos. Con él Rusia se evitaría tener que depender de la ya poco pro-rusa Ucrania para suministrar gas a Europa.
Adicionalmente, Ucrania pasaría a depender de Rusia económicamente de manera mucho más vital. Rusia podría amenazar muy fácilmente a Ucrania con cerrar su gaseoducto y desviar buena parte de su caudal por el NordStream 2. Desde luego que la jugada está clara para Putin, y por ello podría haber necesitado poner con ella toda la carne en el asador.
El Gobierno de España y sus ocurrencias
Pues por increíble que pueda parecer, el título anterior es totalmente cierto.
Como ya teníamos poco que soportar con los precios de la energía en España. Además de tener un sector eléctrico hiper-intervenido y totalmente patas arriba. O más bien tan patas abajo, como otros estuvieron antes de empezar su decrepitud socioeconómica “a la venezolana”. Ahora va y llegaron los “Men in Black” ibéricos con sus soluciones improvisadas.
Ante todo el complejo panorama energético que les hemos dibujado llega la “solución mágica” de España. Coger y articular un enrevesado mercado con diferentes precios para cada fuente de energía. Con ello, se podría saltar por encima del alto precio del gas como fuente más cara que fija los precios. Pero esta idea es grave. Se trata de un imprevisible mecanismo jamás probado antes a nivel europeo. Además de tememario. No se puede “experimentar” con esos sistemas eléctricos europeos que son infraestructuras totalmente críticas.
Las improvisaciones de España para arreglar el sistema energético de Europa
Los extraños del gobierno español en este tema ya empezaron cuando empezaron a cargar culpas sobre Europa. No sobre nuestra incapacidad nacional para tratar de atajar la crisis energética galopante. Las culpas, siempre de los demás.
La cosa empezó por las trifulcas y continuos desmentidos europeos a raíz del IVA de la electricidad. Pero posteriormente la cosa fue a peor. Entre otras muchas cosas, ante la estupefacción de las autoridades europeas, agravada por la situación límite de familias y empresas en España, el colofón final fue que la ministra española optó por no acudir a la reunión extraordinaria de ministros de energía que se celebraba en Luxemburgo.
Hay que aclarar que los dirigentes energéticos europeos programaron esta reunión precisamente para analizar juntos la propuesta española de reforma del sistema eléctrico. E inconcebiblemente faltó la ministra española.
Dado que ni se presentó, efectivamente el objetivo debía de ser otro distinto a exponer y negociar. A pesar de las amenazas del gobierno español, Europa no cedió al chantaje. Eso de salirse por las bravas del mercado eléctrico europeo en un momento crítico para el sector energético es toda una temeridad. Como era de esperar, Bruselas dio todo un varapalo aleccionador a un gobierno español desafiante.
Un gobierno español que debió olvidarse que si no fuese por las ayudas europeas tan solidarias, España S.A. estaría ya seguramente quebrada. Y es que la posición española resulta realmente inconcebible en este tema tan crucial para el ciudadano de a pie.
Produce estupefacción que desde España aspiremos a dictar la reforma eléctrica de Europa. España no ha sabido ver las evidencias durante la pandemia, ni adoptar medidas preventivas esenciales. Todo llega tarde, lento y de forma reactiva. ¿Y ahora pretendemos aportar improvisaciones para reformar el sistema en Europa? Y, peor, ¿aspiramos a imponerlo a los demás?
La posición española en energía ha resultado ser una elocuente demostración más del destructivo cortoplacismo político
Optamos siempre por tapar nuestros problemas sólo a corto plazo y de forma oportunista. No parece importar que al taparlos hoy, y mal, creamos un problema aún mayor a medio y largo plazo. Por ejemplo, podríamos crear el problema serio de generar apagones eléctricos que desde Europa advierten que podrían llegar a ocurrir de adoptar la propuesta española.
Nuestros políticos patrios son una especie aparte. Y en esto también queremos ser más europeos. Nunca dejaremos de aspirar a tener políticos responsables, éticos, y competentes, cuya principal pretensión sea legislar lo mejor posible. Como consecuencia, nos despediremos hoy esperando que no vayamos a tener en Europa un invierno energéticamente movidito.
Es lo que tiene el capitalismo. Cuando alguien paga de más —como la factura de la luz (que es la del gas—), en algún lugar hay quien, cómo mínimo, se prepara para hacer caja. Cuando no para algo todavía (mucho) peor…
En ocasiones hay escenarios que mejor no se conviertan en ciertos. Es mejor que su telón ni tan siquiera se llegue a subir. Lo que algunos ven como un excitante espectáculo, en el patio de butacas sólo se oyen llantos de drama humano. Sin que le importe ni lo más mínimo al impasible director de la funesta obra. Y entonces sí que se baja el telón socioeconómico, pero para siempre.