El incremento intenso de la tasa de paro durante los últimos dos años y las presiones de los organismos internacionales a favor de la aplicación de ajustes neoliberales en la economía española han desembocado en la aprobación de una nueva reforma laboral en España (anuncio el 16 de junio de 2010). El debate acerca de la necesidad de realizar reformas estructurales en el mercado de trabajo español se inició ya hace meses en medios académicos y de comunicación especializados con el objetivo declarado de reducir el desempleo.
Los argumentos que justificarían una reforma en el mercado laboral se pueden agrupar en cuatro:
- Flexibilidad: Se realiza una comparativa entre la tasa de paro de la economía española respecto de otras economías desarrolladas y su tasa de crecimiento del PIB. La conclusión que se extrae de tales datos es que la economía tiene un problema de rigidez de oferta en el mercado de trabajo, puesto que con tasas de crecimiento del PIB superiores a la media de otras economías desarrolladas la economía española presenta una tasa de desempleo superior, al tiempo que en la actual recesión el ritmo de aumento de la tasa de paro y de descenso de la ocupación es notablemente superior a la media de la otras economías desarrolladas.
- Competitividad: Se vincula el descenso de competitividad de la economía española a la supuesta rigidez en el mercado laboral y al incremento de los costes laborales unitarios.
- Protección del empleo: Se enlaza sin solución de continuidad la protección al empleo con la elevación de la tasa de paro.
- Dualidad laboral: Se parte de los modelos neoclásicos de insiders-outsiders en el mercado de laboral, para hacer hincapié en la llamada dualidad en el mercado de trabajo entre trabajadores indefinidos (con elevados costes de despido) y trabajadores temporales (con coste reducidos o nulos). Como forma de eliminar tal dualidad se propone un debilitamiento de las garantías de los contratos indefinidos, que reduzca los incentivos a la contratación temporal.
Podemos argumentar en cada uno de estos puntos con ideas que nos pueden hacer reflexionar al respecto de la necesidad de la actual reforma laboral.
1. Flexibilidad
Aunque pueda parecer banal analizar la presunta rigidez del mercado trabajo español requiere definir brevemente a qué se denomina rigidez. La rigidez en un mercado debe entenderse en términos de la facilidad de ajuste de la oferta de trabajo a la demanda de trabajo, a través de las variaciones de salario (precio) y ocupación (cantidad).
Desde el punto de vista de la flexibilidad en términos de ajuste en cantidades, el mercado de trabajo español, contrariamente a la opinión extendida, puede clasificarse como el más flexible de la OCDE. La variación de la ocupación ante una variación porcentual del PIB es sin duda la más elevada entre las economías desarrolladas. Desde el último período recesivo (1993-1994), la elasticidad del empleo a la variación del PIB se encuentra entre las más elevadas de la OCDE como consecuencia de la alta elasticidad de sustitución capital-trabajo que ha presentado la economía española durante el último período expansivo.
Estos datos están evidentemente sesgados por las diferencias de crecimiento potencial entre las economías y únicamente nos informan directamente de la capacidad para generar ocupación. Pero, al estimar para el período 1995-2008, la denominada ley de Okun, que indica el descenso en puntos porcentuales de la tasa de paro por cada punto porcentual en que la tasa de crecimiento del PIB se eleva por encima de su potencial encontramos un resultado análogo.
La flexibilidad en términos de precio, es decir, de salario real, también se aprecia con sólo un análisis meramente descriptivo de la información estadística. Con elevado incremento de los trabajadores ocupados en el mercado laboral, si la oferta tuviera síntomas de rigidez o ineslasticidad, la tasa de variación de los salarios reales se hubiera incrementado incluso por encima de los aumentos de productividad. La tasa media anual de ocupación aumentó durante el período 1995-2008 a un ritmo del 4,5%, dejando escaso margen para incrementos de la productividad (la productividad aparente aumentó a una tasa media del 0,5%) y el salario en términos reales experimentó un descenso del -0,4% anual.
Podemos concluir así que España cuenta con una elevada elasticidad de su mercado laboral tanto vía salario como empleo.
2. Competitividad
También es una opinión extendida la que vincula los incrementos en los salarios nominales con la pérdida de competitividad exterior de la economía española por el incremento de los costes laborales unitarios.
Es cierto que durante el último período expansivo se ha producido una pérdida de competitividad de la economía española medida en términos del tipo de cambio efectivo real, de los costes laborales unitarios relativos o de los diferenciales de inflación, pero es falso que dicho descenso de la competitividad sea atribuible a la evolución de los salarios.
El descenso de la competitividad se explica por el anémico incremento de la productividad durante el último período expansivo y por la inflación, debida a un aumento por encima de la media de los socios comerciales españoles de nuestros márgenes de beneficio aplicados. No se explica de otro modo que, por su parte, los salarios no sólo hayan disminuido en términos reales en el mencionado período (reflejando la pérdida de poder adquisitivo) sino que su aumento nominal ha sido inferior al de la productividad, lo que ha dado lugar a la conocida caída de la participación de los salarios en la renta nacional, con el correlativo incremento del peso de los beneficios empresariales en la renta nacional.
3. Protección del empleo
Desde un punto de vista microeconómico, la indemnización por despido se trata sólo de un gasto más, que el empresario asume con incertidumbre, pero gasto al fin y al cabo. Como un impuesto que se repercutiría sobre el salario y el beneficio en función de las elasticidades relativas de la oferta y demanda de trabajo.
La vinculación entre las distintas modalidades de protección al empleo en sus diferentes modalidades (indemnizaciones por despido, subsidio por desempleo…) y la tasa de desempleo es un lugar común de la literatura académica y empírica sobre desempleo. Sin embargo, al analizar empíricamente los datos e indicadores de protección al empleo y las tasas de paro no se encuentran conclusiones que relacionen una y otra variables. Trabajos como los de David Howell, profesor de la New School for Social Research, demuestran la ausencia de relación robusta entre ambas variables. Es decir, existen países con alta protección al empleo en diferentes modalidades y con una menor tasa de paro que países con una alta desregulación y una baja protección al desempleo y viceversa. No existe un patrón inequívoco que pueda explicar la tasa de desempleo a través de la legislación y el mecanismo de protección al desempleo.
4. Dualidad laboral
La llamada dualidad entre contratación temporal e indefinida es uno de los argumentos más utilizados para reclamar la reforma laboral. Es evidente que la tasa de temporalidad española (aproximadamente un tercio del empleo total) es la más alta de la OCDE y que genera graves distorsiones. Una alta rotación en el empleo se traslada a un bajo crecimiento de la productividad y lamina a largo plazo la cualificación de la fuerza de trabajo. ¿Pero parece una solución asimilar la contratación indefinida a la temporal mediante la reducción de los costes asociados a la contratación indefinida para reducir la contratación temporal? En el límite si el coste de despido es cero, la contratación indefinida sería idéntica a la temporal, imponiéndose de forma generalizada, ¿pero eso solucionaría los problemas de rotación, bajo crecimiento de la productividad y cualificación asociados a la temporalidad?
Podría resultar justo al contrario. Una de las teorías que justificaría la eliminación de la dualidad en el mercado por la vía de asimilación de la contratación indefinida a la temporal son los modelos de insiders-outsiders. De hecho los modelos de insiders y outsiders parten de la idea de que los trabajadores indefinidos (insiders) maximizan su masa salarial impidiendo el acceso al mercado laboral a los desempleados (outsiders). Pero también podemos utilizar otras opciones de análisis. Otro marco analítico consiste en explicar tanto el desempleo estructural como su evolución cíclica a través del mecanismo del modelo de crecimiento cíclico de Goodwin, que sustituye la dualidad trabajador ocupado-trabajador desempleado por el conflicto distributivo entre empresario y trabajador.
El modelo de crecimiento cíclico de Goodwin (1967) tiene un mecanismo dinámico que se puede resumir en que la elevación del empleo impulsa el aumento de los salarios, que incrementan la participación de los trabajadores en la renta, lo que reduce los beneficios empresariales y por tanto, teniendo en cuenta la función de inversión kaleckiana (I = f(B)), la inversión y el producto. La reducción del producto induce una caída de la demanda de trabajo y disminuye el crecimiento salarial reduciendo la participación salarial en la renta, lo que permite incrementar los beneficios y por tanto la inversión y el producto, dando lugar a una nueva fase del crecimiento cíclico endógeno, en el que salarios, empleo (desempleo) y crecimiento retroalimentan su dinámica entre si. La dinámica de este modelo se muestra en términos del diagrama de fase de la participación salarial en la renta (Mu) y del output gap (o desempleo, u), y en términos de serie temporal en los dos gráficos siguientes.
Según este modelo de comportamiento evolutivo endógeno, el elevado desempleo con el que se inicio la fase expansiva 1995-2008 supuso una reducción de la participación salarial en la renta, mientras al mismo tiempo, los márgenes unitarios se incrementaban y con ello la inversión. En consecuencia, el output gap también se elevaba por la mayor utilización de capacidad productiva. Precisamente, las altas tasas de desempleo (la tasa de desempleo alcanzó un nivel mínimo en 2008 del 8,3%, casi el doble que la media de la ZE), incluso en los períodos de alta utilización de capacidad productiva, permitieron mantener baja la participación salarial en la renta, y por tanto retrasar la fase de contracción cíclica en el mercado laboral español.
Ha sido pues una causa endógena del mercado laboral: el desempleo estructural, la razón de que España no cambiara de fase en el mercado laboral en el sentido de Goodwin. Los beneficios empresariales subieron, y la inversión con ello, pero la demanda de más trabajo no incrementó la participación de los salarios en la renta debido a este elevado desempleo estructural que no permitía a los trabajadores disponer de poder de negociación suficiente.
No se produjo una reversión del ciclo de Goodwin hasta finales de 2008 en la economía española, coadyuvado por la restricción del crédito y el impacto sobre el empleo menos cualificado de la caída de la inversión en construcción, que dado su menor salario real como resultado del efecto composición provocó un aumento del salario real medio en el último año, al eliminar del mercado aquel empleo con un menor crecimiento de la productividad (y por tanto menor nivel salarial), menor cualificación y menor poder de negociación.
Esta dinámica cíclica de lucha distributiva entre participación salarial, márgenes empresariales y a lo largo del ciclo del output gap, aun con sus limitaciones, ayuda a explicar la evolución del mercado laboral español en los últimos 15 años, mejor que los modelos de insiders y outsiders, y también permite explicar que la alta tasa de paro estructural y la alta temporalidad fueron los que contribuyeron a retroalimentar el modelo de acumulación extensivo de baja productividad apoyado en la construcción como sector de arrastre.
En definitiva, una mayor flexibilidad en el mercado laboral no hará de nuevo sino realimentar en el futuro un crecimiento que intenta ser profit-led, en el que el aumento de la inversión y de la competitividad estará dirigido por la erosión de los salarios. Saltándonos así, de nuevo, la fase de crecimiento de Goodwin liderada por las rentas salariales. Sin embargo, precisamente el efecto contractivo sobre la demanda agregada de la minoración de la participación de los salarios en la renta impedirá que dicho crecimiento conducido por la erosión salarial se traduzcan en una reducción de la tasa de desempleo estructural. Con lo que el modelo se retroalimentará de manera indefinida y perpetuará sus características más si cabe. De esta manera, el origen del desempleo estructural masivo en España y en Europa desde finales de los 70 como resultado de la caída crecimiento económico (insuficiencia de demanda de inversión productiva) y los procesos de reestructuración productiva seguiría sin absorberse por el mercado, aun cuando la política de depresión salarial a la que inevitablemente dará lugar la mayor flexilibilización del mercado de trabajo pudiera mejorar los beneficios, la competividad y las exportaciones de la economía española.
Paulino Fernández es economista y especialista en Historia de la Teoría Económica