Esther Duflo, recientemente galardonada con la medalla John Bates Clark, habla sobre sus experimentos con los pobres y aclara sus resultados sobre los microcréditos.
CAMBRIDGE, MA — El año pasado fue un año lleno de éxitos para Esther Duflo, profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y co-directora del Laboratorio de Acción contra la Pobreza Abdul Lateef Jameel (J-PAL), del propio MIT. Entre otros reconocimientos, tras haber recibido el galardón de Cooperación Internacional de la Fundación BBVA, concedido en España al J-PAL, Duflo obtuvo a título individual el premio “Genius” de la Fundación MacArthur, dotado con 500.000 dólares. Recientemente, la Asociación Económica Americana le concedió la medalla John Bates Clark al mejor economista menor de 40 años.
Nacida en Francia en 1972, Duflo se doctoró en el MIT, donde fue contratada a continuación en lo que supone una excepción a la regla predominante en EE.UU., donde las universidades no contratan a sus propios doctores. El reconocimiento actual significa el éxito de la apuesta por una nueva forma de análisis del desarrollo que pone a prueba las políticas en la vida real, con personas reales. Según las propias palabras de la Fundación MacArthur, “Duflo ha adaptado los experimentos con selección aleatoria, usados extensivamente en la industria farmacéutica y en las ciencias experimentales, para aumentar el rigor en las afirmaciones sobre costes y beneficios de las intervenciones en economía del desarrollo”. A través de su investigación y de sus viajes, Duflo ha desarrollado una habilidad única para entender cómo los pobres toman decisiones y cómo sus vidas están gobernadas por un conjunto diferente de reglas económicas.
La entrevista ha sido realizada por Javier Mato, profesor de economía en la Universidad de Oviedo e investigador visitante en la Sloan School del MIT.
P: Seguro que estás satisfecha con el ultimo año…
R: Ha sido un año emocionante, recibiendo reconocimiento desde varios sitios por el trabajo colectivo que llevamos a cabo en el Laboratorio: promover el uso de métodos científicos rigurosos para evaluar qué funciona y qué no en el desarrollo. Hemos estado haciendo este trabajo durante años y, finalmente, mucha gente de distintos sitios se ha interesado. Una vez que empiezas, es fácil acumular.
P: ¿Cuándo tomaste la mejor decisión de tu carrera? ¿Recibiste algún pequeño empujón?
R: Mi mejor decisión tuvo lugar cuando estaba preparándome para ser historiadora en Francia. Pasé un año en Rusia y empecé a trabajar para varios economistas, incluyendo a Jeffrey Sachs. Pronto me di cuenta de que era la economía, más que la historia, la que te permite decirle cosas al mundo desde la academia. También, Thomas Piketty, un profesor francés entonces profesor en el MIT, pudo haberme dado el empujón final, en el sentido de que me explicó el enfoque que se da a la economía aplicada en el MIT.
P: Has obtenido reconocimiento por utilizar experimentos reales y no teóricos, experimentos que realizas en gente pobre en el mundo en desarrollo. ¿Cómo reaccionan los participantes ante el hecho de que se les asignen o se les nieguen ciertos servicios de forma aleatoria?
R: Esto puede ser un problema en los países desarrollados, en los que la gente tiene una ideología más fuerte y piensan que tienen derecho a todo. La población de los países en desarrollo está mucho más habituada a la arbitrariedad, así que puedes ir y decirles, “mirad, sólo tenemos dinero para comprar ordenadores nuevos para 50 escuelas. Así que podemos elegir 50 escuelas, colocar allí los ordenadores e irnos; o bien podemos asignar los ordenadores a las escuelas aleatoriamente. Seguirá habiendo sólo 50 ordenadores. Pero la segunda opción será completamente justa, porque las receptoras serán escogidas al azar, no dependerá en absoluto de a quién conoces o de quién es tu hermano. Como es justo, podemos estudiarlo, y si demostramos que distribuir ordenadores es realmente efectivo a la hora de mejorar la educación, entonces existe una oportunidad para que alguien se dé cuenta y extienda el programa.” La gente es muy receptiva a ese tipo de argumentos.
Cuando empecé a trabajar en experimentos aleatorios, hace casi 10 años, mucha gente del Banco Mundial nos decía: “Puedes realizar uno o dos experimentos de este tipo, pero es una locura. La gente nunca estará de acuerdo en que experimentes con ellos.” Y lo que ha ocurrido demuestra que eso no es verdad. Cualquiera está dispuesto a que experimenten con él, siempre que les expliques lo que estás haciendo.
P : Tienes una gran experiencia en la India. ¿Qué funciona allí y qué no?
R: Lo que falta en la India son servicios sociales decentes. El sistema de salud es un desastre. La educación es un desastre. El gobierno está prácticamente desconectado de los pobres. Por lo demás, el país está creciendo y va mejor. Pero para los pobres esto no es así, y la preocupación es que en algún momento se enfaden realmente o que se queden definitivamente atrás.
Por ejemplo, ahora mismo existe un programa que supuestamente garantiza el empleo rural pero que en realidad es una transferencia de efectivo. Se supone que debes trabajar para el programa, pero creo que mucha gente recibe el dinero sin trabajar o trabajando muy poco. Es un parche a corto plazo, porque lo ideal sería encontrar la forma de ayudar a la gente a desarrollar sus capacidades para que puedan participar plenamente en la economía, en vez de sólo regalarles dinero, y para ello se necesita un sistema decente de sanidad y educación.
P: Vuestra evaluación de los microcréditos ha recibido una gran cobertura mediática. Se ha dicho que el trabajo muestra que los microcréditos no son efectivos. ¿Pueden extrapolarse vuestros resultados?
R: Nuestra investigación ha sido mal utilizada en la prensa y peor en los blogs. Hemos encontrado que los microcréditos tienen sólo un impacto modesto, pero que es el impacto que uno esperaría. Allí donde existen, poca gente hace uso de ellos, pero entre aquellos que hacen uso, aproximadamente uno de cada ocho lo utiliza para comenzar un nuevo negocio que de otra forma no existiría. Otra gente lo usa para devolver préstamos o para comprar activos para sus casas. Se trata de un producto financiero y hace lo que se espera de un producto financiero.
No encontramos impacto sobre otros resultados como el poder de la mujer, la salud u otras cosas. La historia fue recogida inicialmente por The Economist en estos términos, pero la cobertura mediática fue volviéndose cada vez más negativa. Ahora ya aparece en un blog que dice que los microcréditos son un fracaso.
P: ¿Así que han tenido el efecto que se esperaba?
Exactamente. La crítica sería comparable a decir que un programa de inmunización de niños no hace que sus padres pongan en marcha un negocio. No podrías decir que se trata de un fallo del programa de inmunización. De todas formas, no me sorprende, porque las expectativas eran muy altas y cuando pones el listón muy alto y fallas por poco la gente piensa que es algo para avergonzarse. Es extraño que las expectativas fuesen tan altas y es un fallo del movimiento a favor de los microcréditos, pues son quienes fijaron esas expectativas. Ahora sus enemigos les están dando con su propia medicina. Pero los microcréditos son una herramienta que llega efectivamente a los pobres. Funciona a la hora de proporcionar crédito y a la hora de recuperarlo. Hay un sistema que funciona, no como con la educación y la sanidad.
P: En un artículo con Abhijit Banerjee, os cuestionáis si las personas en el mundo en desarrollo realmente quieren responsabilizarse de su propio desarrollo. ¿No se trata de una actitud condescendiente?
R: El problema con la ideología que parece dominar ahora, del empoderamiento por obligación, es que cuanto más pobre eres, más responsabilidad tienes. Tomemos el caso de las vacunas: en Estados Unidos o en Francia la inmunización básica es obligatoria. La gente no decide si vacunan o no a sus hijos. Pero esto en la India no es obligatorio y si eres una persona pobre, resulta muy difícil. De los pobres en la India se espera que tomen mucho más tiempo averiguando si sus niños deberían ser inmunizados, averiguando cuáles son los beneficios. Deben caminar una hora hasta el centro de salud para intentar vacunar a sus niños, sólo para encontrárselo cerrado. ¡No hay manera! Así que lo que yo encuentro muy condescendiente es que, desde la seguridad de nuestro propio país, donde se ocupan por nosotros de todo lo realmente importante, digamos “bueno, la gente pobre debe organizarse por su cuenta”. No creo que eso esté bien. Porque, cuando examinas la realidad, no suelen entenderlo. No vacunan a sus niños. Hay muchas razones por las que ocurre esto: es muy estresante ser una persona pobre. Vives soportando situaciones con mucho riesgo. Al revés que las personas ricas, que reciben un salario cada mes, ser pobre significa que necesitas ingresos cada día, pero no los consigues… Esto es lo que encuentro peligroso de la ideología del empoderamiento por obligación.
También sabemos que la gente comete errores. Todos cometemos errores, pero los errores son más costosos cuando eres pobre, porque si no inmunizas a tus hijos contra el sarampión y lo contraen, no tienes dinero para curarles. El sarampión es más caro para los pobres. Y es más fácil cometer errores cuando suceden un millón de cosas en tu vida, que es lo que pasa cuando eres pobre, y si las infraestructuras no están ahí para ayudar a la gente.
P: Entonces, ¿la inmunización debería ser obligatoria?
R: El problema es que sería absurdo hacerla obligatoria, porque aún así tendrías que proveerla. Ahora, la India acaba de hacer obligatoria la educación. Es ridículo. ¿Cómo puedes declarar obligatoria la educación si no eres capaz de proporcionarla? El resultado es que en la legislación sobre educación obligatoria no aparece nada sobre su calidad, es una legislación que realmente asusta. Hemos de admitir el límite de lo que realmente podemos proveer. Ello nos lleva de vuelta al problema de la experimentación creativa: en vez de hacer obligatorio aquello que no podemos proveer, podemos ayudarles, orientándoles en la dirección adecuada. Dar incentivos sería mi respuesta en este caso.
P: ¿Vuestro trabajo ha servido para cambiar las políticas de desarrollo?
R: Sí, existen muchos ejemplos de trabajos del J-PAL. Uno de ellos es el trabajo de Michael Kremer, también miembro del Laboratorio. Estudió el caso de los parásitos intestinales, que infectan a una cuarta parte de los niños del mundo. No matan, pero debilitan a los niños y les impiden ir a la escuela. Pueden tratarse muy fácilmente, por lo que es una forma muy efectiva de conseguir que vayan a la escuela. Así que hemos contribuido a la creación de una organización llamada “De-worm the world” (“Desparasita el mundo”). Está intentando influenciar la política y la desparasitación se está llevando a cabo en Kenia, está a punto de hacerse en Andhra Pradesh (India), y muchos otros países irán detrás.
Otro ejemplo es el de programas educativos de recuperación en la India. Han resultado efectivos y hemos contribuido a conseguir financiación para que las ONG expandan el trabajo. Conforme lo expanden, lo evaluamos de nuevo con la esperanza de que pueda convertirse en una política internacional.
Y otro ejemplo más se llevó a cabo aquí en los Estados Unidos, donde evaluamos los incentivos al ahorro entre la población de renta baja, y nuestra recomendación de política económica fue el crear una desgravación fiscal para el ahorro, que ahora mismo ya está en el presupuesto federal.
P: ¿Por qué se evalúan tanto las políticas sociales mientras otro tipo de políticas, como la infraestructura energética, que consume muchos más fondos públicos (por no hablar de las ayudas a los bancos) apenas son evaluadas?
R: Es una buena pregunta. En parte se debe a que la política social interviene allí donde el mercado, a priori, está fallando. No tenemos razón alguna para evaluar un nuevo coche, en principio. Pensemos en ejemplos como General Motors o Ford. Si no venden coches tendrán pérdidas, por lo que no necesitamos evaluar su nuevo coche. Donde falla este argumento es en que, de hecho, si fracasan hoy, serán salvados de todos modos, por lo que ahora mismo deberíamos empezar a evaluar el impacto social del coche, al menos el impacto social de su existencia. La lógica es que, cuando proporcionas escuelas o cualquier servicio social a la población, no tienen elección. Han de tomar lo que les das, porque no tienen dinero para pagarse una escuela ellos mismos -de hecho, por eso proveemos escuelas-. Así que no hay garantía de que el dinero esté siendo bien gastado.
P: Pero hay muchos proyectos de energía y de infraestructuras que son financiados públicamente: carreteras, vías de tren…
R: Hay algunos trabajos intentando medir el impacto de las carreteras, pero es algo más difícil… Trabajé en un caso sobre embalses y es complicado, pero es cierto que es importante y que deberían ser evaluadas.
P: ¿Cómo afecta la crisis actual a las perspectivas del mundo en desarrollo?
R: Quizás sea una respuesta poco ortodoxa, pero diría que no mucho. Los pobres viven soportando una gran cantidad de riesgo de todos modos, así que ya están habituados, es sólo otro shock. Para nosotros es como una tormenta en un día de sol, pero ellos ya están acostumbrados a vivir con mucho riesgo.
P: ¿Cómo verías el experimento de enviar la misma investigación a distintas revistas científicas, cambiando los resultados aleatoriamente, para ver cuáles la aceptan con mayor facilidad?
R: No podemos hacer ese experimento porque llevaría a decepcionar a la gente, y como economistas no nos gusta decepcionar y acabaría con nuestro negocio. Es cierto que las investigaciones con resultados significativos son mucho más fáciles de publicar que las que encuentran una falta de influencia. A la gente no le importa que tal o cual medicina no produzca efectos, lo que quieren saber es la medicina que los produce. El problema es que haciendo cien tests a esa medicina, 99 no salen y se quedan en el cajón, mientras se publica el único que resultó significativo, y ello podría deberse puramente a la suerte. Creo que este es el problema más importante para las publicaciones científicas y es un problema común a todos los campos. Deberíamos intentar corregirlo y yo, como editora de una revista, intento publicar muchas investigaciones con resultados nulos.
P: En conclusión, ¿todo se resume en racionalidad e incentivos?
R: La gente es irracional, tanto si vive en países desarrollados como si vive en países en desarrollo, pero la gente es irracional en formas que podemos intentar y conseguir entender. Y los incentivos funcionan, simplemente tenemos que entender la manera en que lo hacen.