«Estamos en una sociedad en la que hay mucha fantasía, pero poca innovación’«. Todo un golpe en la línea de la flotación intelectual que me llevé tras leer el libro ‘Escuela de aprendices’ de Marina Garcés, una filósofa de referencia a la que suelo seguir, leer y escuchar.
Tras leer esta frase, y bajar el libro de mis manos, pensé que Marina había dado en el clavo. Con la sencillez abrumadora de sus palabras acotó muy bien uno de los problemas que más definen el mundo del emprendimiento y la innovación en este país.
La RAE define fantasía como la capacidad que tienen las personas para reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, la de representar ideales o la de idealizar las cosas reales.
En el emprendimiento hay muchas personas que usan la fantasía para explorar oportunidades, y no tanto para crear riqueza real. Juegan con las expectativas y con las posibilidades imaginarias que cuesta mucho aterrizar.
¿Por qué lo digo? Porque Emprender necesita de esta capacidad de visionar, imaginar y hasta fantasear con algo que está muy lejos y solamente lo ves tú. O Steve Jobs visionaba la música como servicio, o Henry Ford cuando lo hizo con la producción de coches en cadena, o Amancio Ortega y su modelo de tiendas con time to market mucho más corto y así, tantos casos como todos sabéis. Visionar es el punto de partida que puede mover un gran cambio.
Esta es la sabia básica de los emprendedores, pero los que lo son de verdad logran convertir esa fantasía, esa visualización imaginada, en realidad. En ese sentido, la tecnología ha potenciado la facilidad y la capacidad de crear fantasías, pero con un riesgo latente:
- ¿Es realmente beneficiosa esta facilidad de crear fantasía?
- ¿Esta fantasía es magia?
- ¿Es un timo?
Habrá casos de todo tipo, pero hay un factor determinante que es el nivel de consciencia que tiene la persona que aprecia esa magia. Es decir. La magia de los Reyes Magos o Papá Noel es una fantasía que, hasta cierto punto, engaña, pero bendito engaño.
Bendita sea esta fantasía en niños de 10 años. Pero si esta fantasía sucede a una persona adulta, quien aún cree que los Reyes vienen de Oriente, tenemos un problema
Por eso es importante diferenciar entre magia y fantasía. Cuando hablas de magia, desde el primero momento sabemos que hay un engaño, se juega con la torpeza que a veces presenta nuestro cerebro para conocer la realidad y, además, se alimenta con grandes habilidades para sortear estas torpezas. Cuando hay magia ‘sabes que hay trampa y la toleras’ y, es más, ¡te hace feliz! Pero la fantasía es otra cosa.
Esta necesidad de emprender retos y de innovar, obviamente implica una capacidad de visionar, visualizar y conceptualizar, pero, sobre todo, requiere algo más importante que muchas veces nos olvidamos: requiere financiación, requiere acción y ventas.
La innovación obviamente requiere de ideación y conceptualización, pero si queremos que esa fantasía se convierta en algo real, y tolerado a largo plazo, debemos trabajar estos tres puntos. Necesitamos:
- Financiación de tracción
- Acción e implantación
- Ventas, ventas y más ventas
Para que la innovación sea una realidad y no una fantasía, debemos potenciar y exigir mucho más que la financiación sea un medio para lograr una tracción continuada en el tiempo de ronda en ronda de financiación.
Hay muchos proyectos que se venden como innovadores, pero acaban siendo fantasía. Se piensan más como ilusiones para convertirse en especulación que como negocios reales, de impacto real social y financiero. Se piensan más en crear tracción para que la pelota salte a otras mesas que en generar riqueza de una forma sostenida. Son proyectos que, en realidad, se parecen más a las apuestas financieras (con dinero de sus inversores) que en negocios y empresas de largo plazo.
Lo que pasa, por desgracia (al menos desde un punto de vista mediático y de expectativas), es que se habla demasiado (y a veces se veneran) de los proyectos fantasía y no tanto de la innovación real que genera riqueza y éxitos . Algunas preguntas para pensar sobre ello:
- ¿Te fijas en los titulares de empresas con miles de ventas y empleados, pero sin generar ni un solo euro de beneficio y sin llegar al equilibrio durante años?
- ¿Eres consciente de cuántas supuestas startups llevan años buscando dinero, pero se olvidan de dedicar ese tiempo a intentar vender?
- ¿Sabemos cuánta de esta fantasía de innovación ha sido creada, mantenida y sostenida por grandes corporaciones que realmente son incapaces de innovar ni de implantar la innovación dentro de sus ‘paredes‘?
- ¿Sabemos cuántos emprendedores que han puesto sueño, sangre y sudor han caído en las redes de inversores especuladores, prometiendo El Dorado, y todo a acabado en una película de terror?
No seré yo quien diga que hay que limitar el derecho a especular. Pero tras ese derecho puede haber mucho sufrimiento humano en el emprendimiento. Pero lo que no estoy dispuesto a compartir es que esa especulación aplicada a startups crea riqueza real.
Quizás el libro que mejor explica esta diferencia entre expectativas, especulación y formas de entender el emprendimiento desde una perspectiva más humana (y realista) sea el de Javi García y Enrique González: ‘La Burbuja Emprendedora’.
Una vez asumido que necesitamos financiación para tracción, has dos cosas vitales que debemos asumir mucho más y mejor.
- Acción e implantación. En pocas palabras, menos powerpoint, menos pósit menos planes de negocio a largo plazo, y más acción con seguimiento de su implantación.
- Ventas, ventas y más ventas.
La clave es pasar lo antes posible del MVP (Producto Mínimo Viable) al Mínimo Producto VENDIBLE y VENDIDO.
Necesitamos convertir la fantasía de las ideas, a la realidad de las ventas. Sólo las ventas crean beneficios y sólo ellas marcan la diferencia entre un hobby y un negocio, como se dice en este artículo de Reinicia.