Bob Fosse dirigió el musical All That Jazz en 1979. Trata sobre la aceptación de la propia muerte por parte de un estresado, fumador empedernido y mujeriego coreógrafo llamado Joe Gideon (Roy Scheider). Según la doctora Elizabeth Kübler-Ross (Sobre el duelo y el dolor), todos los que vamos a morir, llegado el momento, pasamos por un proceso de cinco pasos: negación, ira, pacto, depresión y aceptación. El musical describe el proceso de Joe Gideon desde su infarto hasta una apoteósica muerte.
El libro que nos ocupa no trata de la muerte ni del fracaso. Al contrario, narra la victoria de David sobre muchos Goliat. Y si bien es cierto que el proyecto estuvo a punto de desaparecer en muchos momentos, éste resurge como el Ave Fénix del título: Fractus, El Ave Fénix. Ese proceso de cinco pasos es una parte esencial del libro y de la historia de Fractus, una start-up de Barcelona nacida en la UPC – Universitat Politècnica de Catalunya.
En su camino hacia el infierno, ninguneada, despreciada y pisoteada, Ron, un inversor y consejero de Fractus, le dice a Rubén, autor del libro y líder del proyecto, que hay que tener paciencia. Los Goliat de esta historia (Samsung, LG, Commscope, entre otros) tienen que pasar por ese mismo proceso: negación, ira, pacto, depresión y aceptación.
Esta magnífica historia va de eso; de cómo un David (Fractus) bien equipado con su “catedral de patentes” es capaz de gestionar el proceso de duelo de los muchos Goliat que pretenden aprovecharse de un conocimiento genuino, excelente y bien protegido.
El libro es un excelente punto de referencia para las empresas de base tecnológica; para comprender que la protección de su conocimiento puede evitar los abusos y derrotar a los múltiples Goliat que existen.
Empezando por un conocimiento profundo de la ciencia, Carles, el inventor y fundador de Fractus —junto a Rubén—, desarrolla una tecnología excelente que va a solucionar los problemas relativos a las antenas multibanda de la telefonía móvil.
Desde un inicio, Fractus es consciente del valor de lo que tienen entre manos y de la necesidad de protegerse frente a los enormes conglomerados industriales que controlan el sector de las telecomunicaciones. Decide crear lo que ellos llaman su “catedral de patentes” (sólo con el nombre de Fractus como solicitante, Espacenet devuelve 91 resultados. La empresa afirma poseer más de 30 inventos y 120 patentes.)
Seguidamente, Fractus se prepara para escalar: visita a los principales fabricantes de móviles y llega a acuerdos para fabricar millones de antenas. Fractus demuestra al mercado que su solución es la mejor. Y el sector en masa, viendo el tamaño del David en cuestión, desatiende sus compromisos y copia la tecnología.
Fractus se hunde y está a punto de llegar a la quiebra acechada por varios “patent trolls”, fondos y empresas especializadas en comprar patentes, dispuestos a comprar la “catedral de patentes” por una cantidad ridícula.
Pero los socios de Fractus se niegan a dar el partido por perdido. Never Surrender (nunca rendirse) se convierte en su lema.
Y en este punto, con todo el sector copiando a Fractus, la empresa puede poner en marcha una estrategia para licenciar su tecnología. Para ello, apuesta fuerte promoviendo una demanda multimillonaria en Estados Unidos contra todos los infractores de las patentes.
David – Fractus comienza la gestión del proceso que todos los Goliat deben pasar antes de firmar los acuerdos de licencia: negación, ira, pacto, depresión y aceptación. La lista de Goliats y cómo se gestiona ese proceso desde Fractus es impresionante: Apple, Motorola, LG, Blackberry, Kyocera, HTC, Sanyo… y finalmente Samsung.
En un país con nula tradición tecnológica desde la guerra civil, es bueno recordar que se puede desarrollar tecnología excelente, hacerla llegar a todo el mundo mejorando la vida de muchas personas y contribuir a la historia. Todo ello fue posible para Fractus ya que se hace respetar gracias a una excelente gestión de la propiedad industrial: desde el desarrollo de un conocimiento y tecnología excelentes hasta la demanda de infracción, pasando por el proceso de tramitación de las propias patentes.
Hay que agradecer a Fractus y sus cofundadores: Rubén y Carles por esta historia ejemplar para cualquier empresa de base tecnológica. Si no fuera una empresa de Barcelona, es probable que su historia hubiera tenido una difusión mucho mayor. Este libro pondrá solución, en parte, a ese problema.
Agradecimientos: Muchas gracias a Julián por sus comentarios al borrador inicial.