‘Golpe de Efecto’: la intuición de Clint Eastwood frente a los datos de Brad Pitt

5 diciembre 2012

Esto va de cine, béisbol y management. Ya hablé de Moneyball, donde Brad Pitt y su “cerebrito” -Jonah Hill- nos enseñaron lo importante de los datos para tomar decisiones. Ahora quiero hablar del viejo, gruñón y genial Clint Eastwood en su papel de otra magnífica película, “Golpe de Efecto”. A Clint le traen sin cuidado los ordenadores, las bases de datos y todos esos cacharros tecnológicos para tomar decisiones sobre qué jugador tiene o no talento. Dos películas, dos extremos, dos formas de ver las cosas. Merece la pena verlas simultáneamente y quedarse con la mezcla de los puntos de vista que transmiten sobre la gestión cuantitativa de datos versus la gestión discrecional humana.

Respecto a Moneyball no me extenderé demasiado, sólo un brevísimo resumen: vivimos en un mundo de ojeadores, de miles de tipos que miran y observan, que se fijan casi en las mismas cosas. Existe un público entregado, unos comentaristas -periodistas- especializados y que influyen en la opinión del público y de los propios ojeadores. En este mercado unas pocas estrellas se llevan los contratos millonarios y todos los clubs compiten por unos escasos jugadores. En ese mundo, surge una forma de diferenciarse, medir. Cuantificar resultados y no fijarse tanto en las personas. ¿Qué queremos comprar? ¿Jugadores o resultados? Si lo que queremos son resultados midamos ciertas variables que nos aseguren ganar partidos. Tras una recopilación de datos y análisis de diversas variables, el ranking de mejores jugadores “para la máquina” no necesariamente es igual a los mejores jugadores “para los ojeadores y periodistas”.

Si eliges las variables adecuadas, es decir, qué medir; si tienes buenos datos y un modelo adecuado, y además tu competencia no hace lo que tú estás planteando, surgen un mar de oportunidades. Puedes detectar antes que nadie el talento y puedes hacerte con jugadores “anónimos” con gran potencial que te permiten dos cosas: (i) ayudar a tu equipo a obtener mejores resultados y, (ii), hacer inversiones muy rentables, porque si efectivamente es un talento con el tiempo se lo disputarán y podrás obtener un gran precio. Y ésa es la esencia de Moneyball.

En un mundo sin análisis de datos, de pura intuición y gran atención mediática existe una alta probabilidad de pasar por alto el talento potencial de los jugadores. Y eso en sí mismo es una veta para innovar y crecer como club. Brad Pitt -en realidad, Billy Beane- rompió las reglas del juego introduciendo una nueva forma de hacer las cosas.

Y es ahí donde se conectan las dos películas. ¿Qué pasa cuando no hay ojeador sin base de datos y sin ordenadores? ¿Qué ocurre cuando todos tienen prácticamente los mismos datos y contratan a las mismas empresas para que se los suministren? “Golpe de Efecto” te enseña que es muy difícil sobrevivir en un mercado con una innovación fácil de copiar por tu competencia. El primero en aplicar ordenadores y crear bases de datos genera una ventaja -a veces muy grande- frente a sus rivales… hasta que éstos se hacen con las mismas bases de datos y los mismos ordenadores (incluso mejorándolos). Las ventajas iniciales se van limando y los clubs “cada vez se parecen más”.

Por lo tanto, mal negocio si pretendes diferenciarte por tener un software, una nave, una máquina o un centro logístico. Si es fácil de copiar y te funciona, tu competencia acabará por contratar a las mismas empresas que te vendieron esas “singularidades”, o te analizarán con bisturí hasta lograr neutralizar esa innovación. Se necesita algo más.

Moneyball se basaba en una historia real que transcurre en 2001. Golpe de Efecto muestra algo que está ocurriendo hoy en 2012. Negociaciones muy profesionalizadas, elevado dominio de todos los datos de todos los jugadores de béisbol de todas las ligas…y por todos los clubes. Y es aquí donde se muestra a un Clint Eastwood y a un puñado de viejos más que seguían yendo metódicamente a los partidos de las ligas menores para detectar “potenciales estrellas”. Eran los “raros” y los “clásicos”, en un mercado donde casi todo eran “ojeadores de despacho”. Sin pisar un campo de béisbol podían decidir qué contratar y qué no.

El dilema ocurre cuando la base de datos dice una cosa y el “viejo gruñón” otra. Los datos frente a la intuición. Una intuición que es fruto de muchos años de experiencia,  entrenamiento,  prueba y error y, sobre todo, meticuloso análisis de detalles… muy difíciles de cuantificar. Detalles que tienen que ver con el sonido de la bola cuando se lanza o golpea, o de cómo coge el bate un jugador o cómo coloca su cintura. ¿Cómo medir eso? Hay un margen entre el dato y la medición del verdadero potencial (con datos pasados no se puede predecir el futuro). Ese margen se nutre de un intangible muy difícil de medir, que requiere de personas altamente capacitadas para estimarlo.

No desvelaré el final, pero lo interesante de ambas películas es que aumentan el foco de la atención en dos extremos de los cuales podemos extraer ideas interesantes:

1.- Grandes decisiones bien fundamentadas con datos, no necesariamente tienen por qué ser las mejores o las que más éxito generen. La realidad es que no todo lo importante para decidir se puede medir.

2.- La experiencia y el alto entrenamiento generan capacidades muy desarrolladas que crean una especie de “olfato”, una intuición rica en detalles muy valiosa para decidir. Tras leer el libro de Miguel Illescas, este entrenamiento es precisamente una de las fortalezas de los maestros del ajedrez.

3.- Las diferencias duraderas se logran gracias a lo que no se puede copiar y alimentar día a día. Y eso suele estar vinculado con lo que hacen las personas, cómo aprenden y cómo aplican sus conocimientos. Normalmente esto va mucho más allá de un sueldo. Requiere de otros componentes cada vez más importantes como: motivación, pasión, esfuerzo, foco y especialización y capacidad continua de aprendizaje. Nada de esto se resuelve tan sólo con un programa informático y unas bases de datos o unas Excel.

La tecnología es un gran vehículo para lograr metas cada vez más complejas e importantes. Pero la productividad de una tecnología y sus posibilidades no es algo que esté dado, se tiene que expandir con el desarrollo de las diversas capacidades humanas. Centrémonos ahí, cultivemos valores, formación, propósitos y una motivación para progresar y mejorar…después habrá una tecnología que te ayudará a conseguirlo o hacerte la vida más fácil…y si no la hay, ¡se inventa!

Una última reflexión: una cosa es que no sepamos medir algo y otra cosa muy distinta es que ese algo no exista.

Te dejo con el trailer de “Golpe de Efecto”.

 

Artículo escrito por Javier García

Editor de Sintetia

3 Comentarios

  1. Carlos Arias

    Javi: estoy de acuerdo con casi todo. De hecho, me parece que sólo mencionar estos temas tiene mucho valor. Sin embargo, el tema de los «expertos» ganando a los datos tiene muy mala pinta. En SuperCrunchers aparecen bastantes experimento en los cuales los expertos fallan en cuanto les cuentas éxitos y fracasos y no sólo los éxitos. Hay un papel para los expertos y es para mejorar las máquinas.

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  2. Eduardo Ciordia

    Las organizaciones se impacientan con los resultados y no dejan espacio a ese ‘olfato’ que sólo tienen unos pocos visionarios o algunos genios si les deja pensar y trabajar en el entorno propicio. Sin embargo hay algunas empresas que tiene la habilidad de no ‘tirar/olvidar’ aquellas ideas que no funcionaron. Esa base de datos puede ser oro molido, nunca se sabe

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  3. Javier García

    Carlos,
    De hecho ése que apuntas es el punto intermedio que defiendo en el artículo. Gente con buen dominio de la máquina pero, además, con mucha intuición y olfato, fruto de mucho esfuerzo, foco, especialización y mucho trabajo. Todo combinado creo que es la fórmula. Nadie puede ser experto de ningún sector sin antes conocer muy bien todos sus entresijjos, por mucho número que haya…

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