En la primera entrada introductoria a esta serie de artículos tratamos de manera muy genérica los rasgos generales de la recuperación económica del que algunos llaman el nuevo “tigre europeo”, Grecia. El aumento de la inversión pública y privada, la diversificación de los sectores productivos, el fortalecimiento institucional y la cooperación europea parecen constituirse como los elementos clave del despegue de un país que no hace mucho tiempo se daba por desahuciado.
Grecia fue el primer país de la eurozona en recibir ayuda por la crisis financiera de 2008. Necesitó tres rescates y ocho años de tutela externa, vaivenes políticos, reformas drásticas y enormes sacrificios para salir de un pozo que dejó al país exhausto. Sin embargo, el panorama actual parece muy distinto.
En este sentido y aparentemente, la evolución reciente de Grecia y España presenta patrones similares. A pesar de la difícil coyuntura internacional, ambas economías crecieron a buen ritmo en 2022 (5,9% Grecia y 5,5% España). Aunque se espera que dicho crecimiento se vaya moderando por el endurecimiento de las condiciones de la política monetaria y fiscal y del todavía complicado entorno global.
Según las previsiones de primavera de 2023 de la Comisión Europea, en 2023 el PIB real crecerá en Grecia un 2,4% y un 1,9% en España. En 2024, las estimaciones son del 1,9% y 2%, respectivamente.
Fuente: Comisión Europea
Un elemento clave de la coyuntura que estamos analizado es el mercado laboral. Tanto en Grecia como en España se ha mostrado resistentes a los choques externos y han presentado datos francamente positivos.
La disminución de la tasa de paro griega en el período 2019-2023 ha sido de un espectacular 31,8%, mientras que en nuestro país ese descenso ha sido menos acusado, del 9,9%.
Los últimos datos disponibles muestran un 12% de paro en Grecia y un 12,7% en España. En principio, podríamos pensar en un mejor comportamiento en Grecia, pero estas cifras por sí solas pueden llevarnos a conclusiones precipitadas, sino incluimos en la ecuación un elemento fundamental: la demografía.
Dos universos demográficos distintos en Grecia y España
Basta con comparar las siguientes dos gráficas para reconocer las claras diferencias demográficas entre Grecia y España. El estancamiento y declive de la población griega contrasta con el crecimiento español, marcado principalmente por el hecho migratorio.
El crecimiento de la población española a lo largo de los últimos 30 años se ha sustentado en un elevado porcentaje en la inmigración. Ya en los últimos años, la población inmigrante ha aminorado su ritmo de entrada y la población natural ha registrado retrocesos por primera vez.
En el caso de Grecia, la caída de la población natural empezó 10 años antes, y los flujos migratorios tampoco fueron favorables desde la crisis de 2008.
A partir de 2021, la población migrante sale de Grecia a un ritmo mucho más rápido del que entra, según los últimos ajustes oficiales en los datos de migración, sometidos a no poca incertidumbre y discusión. También cabe destacar la importante migración de griegos (la llamada «fuga de cerebros») desde la crisis.
El impacto en el crecimiento demográfico y en la población en edad de trabajar ha resultado notable:
Con respecto al envejecimiento, común en ambos países, a partir de 2007 la población mayor de 65 años empezó a aumentar a mayor ritmo en España que en Grecia.
No obstante, la inmigración contribuyó a rejuvenecer nuestra base demográfica, por lo que el declive de la población menor de 15 años empezó más tarde que en el país heleno, donde el desplome resulta tremendamente llamativo en comparación.
Como resultado, la tasa de envejecimiento griega es mayor que la española. Esta peor estructura demográfica en Grecia constituye un lastre para el futuro crecimiento del país, pero también supone un aviso para España que, pese al decalaje temporal descrito, podría acabar siguiendo una trayectoria similar.
¿Cómo afecta la estructura demográfica al empleo de ambos países?
Los datos de población que acabamos de analizar tienen un fuerte impacto en las cifras de crecimiento del empleo que describíamos al principio de ese artículo. Para ello vamos a prestar atención a los siguientes gráficos:
Ahora pongamos el foco en los últimos cuatro años, para ello nos apoyaremos en el cuadro siguiente. En las cuatro primeras columnas del cuadro se indican los valores media anual, mientras en la dos últimas están calculadas las variaciones acumuladas de 2019 a 2023.
Los últimos 4 años en términos de población han sido bien distintos en ambos países, con una subida acumulada en España del 1.9% y una caída del 2.5% en Grecia.
Si hablamos de población en edad de trabajar (15-64 años), las diferencias son aún más dramáticas en favor de España, subida del 1.9% frente a una caída del 4.5% en Grecia.
Y, centrándonos en el mercado de trabajo, la variable más relevante es la tasa de empleo u ocupación, que viene definida por:
En el caso de España, la tasa de ocupación prácticamente se mantuvo estable en estos 4 años (-0.1%), mientras que en Grecia la tasa de ocupación registró una subida considerable del 10.5%.
Por otro lado, sabemos que la variación de la tasa de ocupación o de empleo responde a dos movimientos: el de los ocupados (sumando) y el de la población en edad de trabajar (restando). La expresión formal sería:
En España, período 2019-2023, la tasa de ocupación baja un muy ligero 0.1%, a pesar de que sube la población ocupada un 1.8%, porque la población en edad de trabajar lo hace a un 1.9%. Es decir, el ritmo de crecimiento de la población ocupada es ligeramente menor al ritmo de avance de la población en edad de trabajar.
En Grecia, la tasa de ocupación o empleo sube un 10.5%, porque la población ocupada sube un considerable 5.6%, pero también porque la población en edad de trabajar baja a un ritmo del 4.5%. Es decir, en Grecia se crea empleo y además se reduce población en edad de trabajar, por lo que por ambos motivos casi a partes iguales aumentan la tasa de ocupación.
Con ello, la tasa de ocupación en Grecia se eleva al 76%, cuando en España aún se sitúa en el 65.6%. Por consiguiente, la demografía importa, y mucho, cuando hacemos comparativas de datos de empleo.
En ambos países, el estancamiento de las horas trabajadas por persona empleada nos habla de una productividad que no repunta pese al incremento del empleo. No obstante, la peor estructura demográfica en Grecia impone mayores limitaciones al crecimiento futuro.
En cualquier caso, las matemáticas demográficas son insoslayables: para seguir manteniendo la senda de crecimiento iniciada, se necesitará un impulso demográfico que por ahora parece lejano de alcanzar, y que requiere:
- Propiciar un entorno económico e institucional dinámico y estable, que favorezca la confianza en el futuro, incentivando mayores tasas de natalidad y la recuperación del talento emigrado.
- Integrar flujos importantes de inmigración legal, imprescindibles para compensar el declive poblacional.
Un reto mayúsculo.
Artículo escrito junto a Combarro, bajo seudónimo, (síguele en Twitter)