Hungría se encuentra en una grave situación económica. En noviembre de 2008 el FMI, junto con la ZE, aprobó un rescate del país por cerca de EUR 20.000 millones, a un plazo de 17 meses. Así, se pretendía dar un respiro a la refinanciación de deuda que afrontaba el país, tanto doméstica como extranjera. Ahora, se publica que Hungría entra de nuevo en problemas, después de que la ZE se negara a aprobar su nuevo plan económico, basado en la reactivación de la competitividad y el consumo.
En Mayo de 2010 gana las elecciones el candidato a Primer Ministro Orban, con la máxima de bajar impuestos y simplificar los existentes. Algo realmente popular en el pueblo húngaro, que venía de sufrir el endurecimiento económico exigido con el rescate del FMI.
Hoy, desde vocales del mismo Primer Ministro Orban, afirman que “el país está en una grave situación”, el “gobierno anterior ha falseado las cifras del país”, y la ZE no ha tenido mayor remedio que reclamar de nuevo un informe detallado de la situación del país, el cual se espera para este mismo fin de semana.
A falta de conocer los datos reales revisados, las cifras públicas del país están en realidad en línea con aquellas de algunos países miembros de la Zona Euro. A final de 2009 el país había caído un 6,4% del PIB, y una inflación del 4,3% interanual. Contaban con un desempleo del 11%, una deuda pública sobre PIB del 75% y su déficit público se estimaba por el FMI que podría llegar al 7,5% del PIB.
¿Qué conclusiones podemos sacar de este caso (todavía sin resolver)? Por ahora tenemos que (i) un país sometido a condiciones excesivamente duras puede verse empujado socialmente a revertir la situación, es decir, la condicionalidad excesiva hace que el rescate no sea creíble y (ii) para convencer al votante, el Gobierno da un mensaje erróneo al mercado, es decir, falta credibilidad de nuevo. Para suavizar la caída en el estado de bienestar del país, se apoya en el argumento de ganar competitividad para fomentar el consumo, y la exportación, tratando de convencer al mercado que esto le permitirá recobrar el equilibrio fiscal mediante incremento de la base imponible, no del tipo impositivo. Este mensaje extremo no es creíble por el mercado, ni por la ZE.
De nuevo oímos la palabra quiebra de un país dada la falta de credibilidad. Y es que un rescate no creíble puede hundir más profundamente a un país. Hungría pudo afrontar las refinanciaciones que el dinero prestado por el FMI le permitió, pero en tanto los problemas subsistían en la economía, una vez finalizado el plazo del rescate, el país vuelve al punto de partida, o peor. Esta debe ser una gran lección para Europa.
Por lo pronto, no olvidemos el impacto de este suceso en el corto plazo para los miembros de la ZE, ya que esto significa un nuevo destinatario de los paquetes de ayuda, no previsto hasta el momento.
Andrés Alonso