Basilea III, la nueva regulación de requerimientos de capital está en proyecto. Si bien se sitúa en una fase preliminar, podemos ver ya estudios que anticipan cómo afectarán las nuevas reglas al cómputo de los recursos propios exigibles a los bancos.
La primera lección aprendida con esta crisis es el carácter crítico que tiene para los bancos la cobertura de su exposición al riesgo por capital de elevada calidad. Por ejemplo, es bien conocido que bajo el marco de Basilea II los bancos podían mantenerse con un capital compuesto por sólo un 2% de su activo ponderado por riesgo en acciones comunes (common equity).
Bajo Basilea III se plantea una simplificación importante de las categorías de capital. Se refuerza el capital de máxima calidad o Tier 1, el Tier 2 será armonizado y reducido en la casuística aceptable, y el Tier 3 que estaba disponible para cubrir riesgo de mercado, desaparece.
Con el nuevo marco regulatorio se realiza la siguiente clasificación:
Tier 1 – “going concern capital”: se trata de conseguir un colchón de recursos propios que permitan asegurar la viabilidad de un banco con problemas de solvencia (going concern). Se tratará de la principal fuente de financiación del banco caracterizada por tener una indudable capacidad de “absorción discrecional de pérdidas” en momentos de estrés de mercado. No podrá incluir ningún producto que debilite al banco en momento de estrés o presión sobre la financiación del banco.
Tier 2 – “gone concern capital”: El objetivo es proveer al banco de un mecanismo de mitigación de pérdidas cuando la preocupación por la solvencia del banco es una realidad ya.
Bajo este esquema de simplificación del capital regulatorio, podemos pensar si la implementación de Basilea III (gradual a partir de 2012) tendrá un impacto homogéneo entre los bancos europeos y americanos. La estimación inicial apunta a que saldrían más perjudicados los bancos de la Zona Euro, precisamente aquellos sobre los que se cierne hoy el mayor grado de incertidumbre y presión de los mercados de capitales.
Y es que la misma intuición nos apunta en esta dirección: en EEUU se recapitaliza a los bancos mediante inyecciones de capital propio con acciones preferentes, pero también con acciones ordinarias cuando así se precisaba, por ejemplo, en el caso de Citigroup.
En cambio, en España se propone recapitalizar a los bancos sólo con compras de participaciones preferentes (recordemos, cuya prelación es justo un nivel superior a las acciones ordinarias y uno inferior a la deuda subordinada, además de no poseer derechos de suscripción preferentes ni derechos políticos) vía el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, FROB). O también, conocemos a nivel de España la estrategia de capitalización vía distribución minorista de participaciones preferentes de los más importante bancos comerciales. Esta estrategia, vista al principio como una fortaleza del sistema financiero español (no muchos países tienen un acceso a los inversores minorista tan profundo como en España) desde luego ahora tendrá que cambiar en el nuevo marco regulatorio.
Al fin y al cabo, lo que importa en el momento de la verdad es el capital propio más simple que existe: las acciones comunes. Esto es lo que nos ha demostrado la actual crisis.