Pol Antràs (Universidad de Harvard) ha sido galardonado con el Premio Fundación Banco Herrero el año 2009 por haber realizado aportaciones del máximo nivel y de muy diferente carácter en el campo del Comercio Internacional (multinacionales, globalización, políticas comerciales, comercio y flujos de capital, economía y política del comercio). El objetivo de este artículo es aportar una visión sobre las implicaciones fundamentales en el campo de las empresas multinacionales.
Las multinacionales y el paradigma OLI
Cuando a un economista se le pregunta por las multinacionales lo primero que le viene a la cabeza es el denominado enfoque “ecléctico” de Dunning, quien nos señaló que el instalar una planta en otro país tiene sus inconvenientes. Así, la empresa se enfrenta a problemas nuevos tales como los asociados con las diferencias existentes, entre otros aspectos, en lengua, cultura, marco jurídico…, que generan costes adicionales. De ahí que en el momento de tomar la decisión de convertirse en multinacional la empresa deba compensar estos mayores costes que tiene respecto a las empresas locales con unos mayores beneficios que estas últimas. Llegados a este punto, la pregunta que surge inmediatamente es ¿cuáles son las ventajas que, respecto a las empresas del país de destino, tienen las empresas que deciden convertirse en multinacionales? La respuesta está en lo que se denomina el “marco OLI” de Dunning. La “O” se refiere a las ventajas que tiene la multinacional por tener activos de su propiedad (Ownership en inglés, de ahí la “O”), tales como, por ejemplo, patentes, que le permiten tener un cierto poder sobre el mercado y, consecuentemente, cobrar un precio más elevado. La “L” remite a la localización y se refiere a las ventajas que se derivan de tener las plantas en los lugares de menores costes (por ejemplo, si, por los elevados costes de transporte, es prácticamente imposible exportar coches a un país en el que hay un amplio mercado para los mismos, la empresa puede evitarlos instalando una planta en dicho país y convirtiéndose por lo tanto en multinacional). Finalmente, la “I” se refiere a la “Internalización” (no confundir con “internacionalización”), al hecho de que a veces es provechoso para una empresa mantener dentro de la misma (“internamente” pues) las actividades que desarrolla en otro país, en vez de, por ejemplo, transferirle su tecnología a una empresa local independiente para que esta última realice dicha producción.
Del paradigma OLI al equilibrio general
El marco OLI funciona, pero tiene un problema importante, no se inserta en un marco de equilibrio general. Esto significa que no nos permite ver las consecuencias de la actividad de dichas empresas sobre múltiples aspectos de la economía. Así, por ejemplo, no permite explicar los patrones comerciales (¿cuáles son las causas de que un país exporte o importe un determinado un producto y no otros?). En definitiva, deja abiertas muchas preguntas y de ahí que deba complementarse con un enfoque más global, de equilibrio general.
Esto es lo que se pone en marcha a mediados de los ochenta del pasado siglo, con las aportaciones seminales de Helpman y Markusen, ambas de 1984. Gracias a dicha labor, se comenzó a contar con modelos de comercio internacional con empresas multinacionales en los que se daba cuenta de la “O” y de la “L”. Así pues, a mediados de los ochenta nos faltaba una letra (la “I”, la relacionada con la “Internalización”) para cuadrar el rompecabezas. Dicha letra era muy importante, ya que, como señaló Rugman en 1980, al final “las teorías existentes respecto a las multinacionales son en realidad sub-casos de la teoría de la internalización”. En síntesis, a mediados de los ochenta nos encontrábamos con que la clave de las multinacionales, la “internalización”, era, como señaló Ethier en 1986, “una caja negra, a la que siempre se apelaba, pero que nunca se explicaba”. De ahí que en ese momento Ethier señalara que “la tarea fundamental de cualquier teoría en clave de equilibrio general de las multinacionales debe ser la de elucidar el papel de la internalización”.
La aportación de Pol Antràs
Es en este contexto en el que se sitúa la aportación de Pol Antràs en su tesis doctoral, cuyo artículo central se publica en el año 2003. Con dicho artículo, Antràs abre la caja negra de la internalización y la convierte en una caja traslúcida. Lo primero que hace es plantearnos dos rompecabezas en forma de gráficos.
:: El primero nos muestra que “las empresas de los Estados Unidos tienden a importar bienes intensivos en capital, tales como productos químicos, dentro de las fronteras de sus empresas, a la vez que tienden a importan bienes intensivos en trabajo, tales como los productos textiles, de empresas que no son sus filiales”.
:: El segundo nos indica que “las importaciones de los Estados Unidos procedentes de países en los que abunda el capital, tales como Suiza, tienden a realizarse entre las unidades de las empresas multinacionales. A la inversa, las importaciones de Estados Unidos procedentes de países en los que escasea el capital, tales como Egipto, se producen en su mayor parte entre empresas independientes”.
Dicho de otra manera, lo que nos plantea Pol Antràs es que debemos ser capaces de explicar el hecho de que la abundancia de capital se asocia a comercio dentro de la multinacional, entre sus diversas factorías en diferentes países (el denominado “comercio intra-firma”), y que su escasez se asocia a comercio entre empresas independientes.
Para lograrlo, Pol Antràs desarrolla un modelo que da cuenta de esos hechos y que se basa en la “internalización”, la “I”, la letra que faltaba para completar el rompecabezas. En dicho modelo se combinan las aportaciones que sobre la teoría económica de la empresa habían realizado Grossman y Hart en 1986 con las aportaciones procedentes de las Nuevas teorías del Comercio Internacional, concretamente con el trabajo sobre comercio internacional con competencia imperfecta y diferenciación de productos de Krugman y Helpman del año 1985. En aras de la brevedad, me centraré únicamente en el proceso de internalización.
Partamos de una empresa (la denominaremos la compradora) que inicialmente no es multinacional y que se provee de un determinado componente necesario para su producción en otro país, comprándoselo a otra empresa independiente de ella (la denominaremos la vendedora). Supongamos que dicho componente es intensivo en trabajo, esto es, se hace utilizando básicamente mucha mano de obra y pocas máquinas.La cosa marcha y en un momento posterior la empresa compradora le propone a la vendedora que le produzca un nuevo componente intensivo en capital. Aquí es donde empiezan los problemas: la empresa vendedora echará sus cuentas y es posible que llegue a la conclusión de que construir una nueva planta e invertir en maquinaria para producir ese nuevo componente que sólo podrá vender a la empresa productora del bien final (la compradora) puede complicarle la vida. Así, el que no sea posible detallar en el contrato todas las cuestiones relacionadas con dicha transacción (precio, calidad…) la deja a merced de la empresa compradora, que posteriormente puede aprovecharse de esta situación para pedirle que reduzca el precio de dicho componente. Por ello, es posible que la empresa vendedora no realice la inversión o que, si la efectúa, no invierta todo lo necesario para desarrollar la producción de dicho nuevo componente de una manera eficiente.
Una posible solución es que la empresa compradora aporte parte de la inversión que debe hacer la vendedora. Esta podría ser una buena solución, pero no funciona. Así, en esta nueva situación puede ocurrir que sea la empresa vendedora la que se aproveche del carácter incompleto del contrato, por ejemplo facilitándole a la compradora un componente que no se ajusta a lo que esta última había pedido respecto a la calidad. En definitiva, el problema no se ha resuelto y lo único que se ha conseguido es liarlo todavía más: antes sólo lo tenía la empresa vendedora y ahora lo tienen ambas.
Por todo ello, la pregunta que cabe hacerse es ¿tiene esto solución? La respuesta de Pol Antràs es que sí: la empresa compradora, que inicialmente no era multinacional, es posible que termine llegando a la conclusión de que la única forma de librarse de este problema es controlar directamente la nueva planta de componentes intensivos en capital. Consecuentemente, la empresa compradora termina convirtiéndose en multinacional.Lógicamente, ahora el comercio entre la matriz (la compradora) y la filial (la vendedora de dicho nuevo componente intensivo en capital) es un comercio dentro de la misma empresa, comercio intra-firma.
En resumen, el que el componente transado internacionalmente sea intensivo en capital lleva a la “internalización” y a la formación de una multinacional, al mismo tiempo que se mantiene el comercio internacional entre empresas independientes en los componentes intensivos en trabajo, en los que no surge este problema de compartir-controlar la inversión, debido a que esta última es poco importante. En síntesis, gracias al crucial artículo de Pol Antràs de 2003 la caja negra de la “internalización”, el tema clave de las multinacionales, se ha convertido en una caja traslucida.
Sobre el autor:
Cándido Pañeda, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo.
Artículo original publicado en LNE y actualizado para su publicación en Sintetia