El diario El País titulaba el pasado jueves «La cara amarga del iPad está en Shenzhen»:
«En Shenzen trabajan 420.000 trabajadores de Foxconn, un inmenso grupo industrial con sede central en Taiwan que ensambla todo tipo de productos electrónicos, desde videoconsolas a móviles o portátiles para marcas como Nokia, HP, Dell o la citada Apple. Aunque es probablemente el mayor fabricante mundial de aparatos electrónicos, su nombre no hubiera salido nunca a la luz si no fuera porque en lo que va de año, sus trabajadores han protagonizado una ola de suicidios que han estremecido a Shenzhen, donde tiene dos de sus principales plantas de producción. Nueve de ellos se quitaron la vida, otros dos resultaron intentos fallidos y la prensa local habla de un último suicidio aún sin confirmar que habría ocurrido este miércoles.
Los sindicatos atribuyen estas muertes -todas ellas de trabajadores de entre 18 y 24 años- a la presión insoportable y las condiciones laborales que sufren los empleados para cumplir con los objetivos de producción que les marcan las multinacionales, mientras que la empresa siempre ha aducido causas personales. Apple y otras empresas clientes de Foxconn se apresuraron a señalar su preocupación por estos sucesos y a indicar que vigilarían que se cumplan los derechos laborales.»
Una simple visita a Wikipedia revela los siguientes hechos:
- La tasa de suicidios en China es de 13,9 por cada 100.000 habitantes (Fuente: OMS).
- En Shenzhen trabajan 420.000 personas. Extrapolando la tasa poblacional, el número de suicidios anuales equivalente a la población general sería de: 13,9 x (420.000 / 100.000) = 58 suicidios anuales.
- Anualizando la cifra a los cinco meses que llevamos del año (58 x (5/12)), la tasa equivalente poblacional sería de 24 suicidios en cinco meses por cada 420.000 personas.
- En Shenzhen ha habido 10 suicidios en cinco meses por cada 420.000 personas… ¡menos de la mitad del equivalente poblacional!
La conclusión inmediata es que parece que en Shenzhen no son tan infelices como nos quieren hacer creer; nadie pone en duda que la situación laboral de dichos trabajadores puede ser muy dura, pero al fin y al cabo parece psicológicamente mejor que las condiciones del resto del país.
¿Por qué la falta de rigor?
No está entre nuestros objetivos dejar en evidencia el sensacionalismo de muchos medios de comunicación, pero este caso merece una reflexión. El artículo adolece de una falta de rigor alarmante; quizás el hecho de que todo lo que suene a iPad llama la atención hoy en día ha relajado la atención del medio. Es cierto que en el texto se menciona el argumento de que la tasa no es superior a la poblacional, pero ello se deja caer como una simple opinión no contrastada. El artículo toma una posición de equidistancia que no debe tolerarse cuando existen datos contrastables. Si el medio en cuestión tiene una preocupación real por la tragedia del suicidio, ¿por qué no pone el acento allí donde las tasas son mucho más altas que en la media, como por ejemplo en la China rural?
Una de las funciones de los medios consiste dar una imagen fiel de la realidad y filtrar la información sensacionalista, y más en estos tiempos de crisis en los que discute la reforma laboral mientras la razón está comprensiblemente nublada por muchas situaciones personales muy duras. La aceptación pública de medidas que pueden no ser populares depende muchas veces de la cobertura que realicen los medios, y en ese aspecto nos encontramos en un momento crítico de nuestra historia contemporánea.
Un medio de comunicación no puede ofrecer equidistancia ante cualquier postura, sino buscar y contrastar los datos más fiables que existan para ofrecer una imagen veraz de la realidad.