Quien piense que se está produciendo una revolución en la economía mundial está equivocado. Quien esté convencido que los sistemas productivos y las relaciones productor, proveedor y cliente están cambiando definitivamente, que se lo haga mirar. No hay cambios revolucionarios, lo que hay son parcelas del mercado que sí están empezando a hacer las cosas distintas, a gestionar de otro modo y a cambiar las relaciones del mercado. No soy partidario de ensoñaciones, pero sí de aceptar la realidad.
Y la realidad es que poco a poco parece abrirse paso, en un porcentaje muy interesante, un tipo de economía que apuesta por las redes, la cooperación y el compartir, la economía crowd. La palabra crowd (“multitud” en inglés) trata de reflejar un tipo de economía en el que el mercado, entendiendo como tal a los clientes, usuarios y, en ocasiones, proveedores y stakeholders, participan de manera activa e intensa en el proceso productivo en condiciones de igualdad o de forma masiva con la empresa.
No podemos confundir la economía crowd con la economía social. La economía crowd pone su foco en el proceso, en los modelos productivos, por supuesto con la intención de obtener un resultado más equitativo en la distribución de valor. Por su parte la economía social pone más el foco en el resultado, procurando ofrecer un beneficio en la Base de la Pirámide, aunque no sólo ahí, o al menos poniendo énfasis en esa redistribución del valor. Por ejemplo, cuando estamos desarrollando un proyecto de innovación social, en el que buscamos un beneficio cierto para determinadas comunidades, como pueden ser los proyectos que realiza Balloon tanto en Chile como en Kenya, estamos hablando de economía social, que por supuesto puede utilizar metodologías crowd para su desarrollo, como de hecho utilizan en muchos casos.
Centrándonos en la economía crowd resulta interesante observar la variedad de formas de entrar en la economía tradicional que tiene este enfoque. Crowdsourcing y crowdfunding son las más habituales, pero también se puede hablar de co-creación, crowdcasting, inteligencia colectiva… Este tipo de enfoques tienen una serie de características que dan forma a la economía crowd, que a su vez se puede comprender porque:
- Pone el acento en el uso, no en la posesión. Es una de las claves fundamentales. El acercamiento a los bienes desde una perspectiva de usuario y no de dueño, de posesión, permite una mayor variedad de formas de distribución del valor de los bienes. Este es uno de los principios que marca Lisa Gansky en su muy recomendado libro La Malla, donde muestra algunos de los aspectos fundamentales de este tipo de economía.
- La importancia de la inteligencia colectiva. Tanto en la toma de decisiones como incluso en la gestión de procesos. Ya a principios de siglo Howard Rheingold publicó un libro clásico, Multitudes Inteligentes, que ponía sobre aviso de la importancia, oportunidad y beneficio de movilizar a las masas en busca de proyectos y beneficios comunes. Años después Barry Libert y Jon Spector publicaron Nosotros es más Inteligente que yo, donde actualizaban la tesis de Rheingold en base a los nuevos adelantos tecnológicos y la irrupción de los medios sociales.
- El valor de lo abierto. En una economía de este tipo es fundamental trabajar en base a principios de apertura y transparencia. No cabe otra. No es de extrañar que algunas empresas de enfoque crowd apuesten por modelos de Empresa Abierta.
- La confianza forma parte del proceso. Está claro que si vas a alquilar tu vehículo particular, como en Social Car, o vas a meter a un desconocido en tu casa, como con el couchsurfing, vas a necesitar confianza. Otro ejemplo interesante es el de la española Knok, que posibilita el intercambio de casas entre sus usuarios y se ha convertido en una referencia mundial.
- Asume que la colaboración es normal. En el fondo la economía crowd es un modelo de cooperación y colaboración. Ya lo dijo Yochai Benkler en su libro El Pingüino y el Leviatán, “la cooperación es nuestra arma más valiosa para mejorar el bienestar de la sociedad”. Para Benkler el ser humano es un ser colaborativo, es lo que le ha permitido tener esa posición dominante por encima incluso de la inteligencia.
- Puede afectar a cualquier punto del proceso producción-comercialización-consumo. Desde el nacimiento de la idea, con plataformas como Innocentive, o a nivel más artesanal un reciente proyecto como Dovase, hasta la compra final con ejemplos como Groupon o Groupalia, todas las fases del proceso mencionado son susceptibles de generar entornos crowd.
Todos estos principios dibujan un tipo de economía que trata de superar el aislamiento individual, y que en cierto modo va contra la figura casi mítica del emprendedor en su garaje, trabajando en solitario en un proyecto por el que pierde sueño y salud. En cierto modo las nuevas metodologías empresariales y de gestión van un poco en esta línea: buscan la suma de esfuerzos. La metodología Lean Startup no hace sino aconsejar que saquemos cuanto antes nuestros productos y servicios al mercado y escuchemos la voz de la masa y dejemos que nos ayuden a definir mejor nuestra propuesta de valor. El Pensamiento de Diseño va también por este camino y utiliza la opinión del mercado/colectiva para iterar y probar soluciones en sus procesos de desarrollo.
Estamos ante un modelo de economía colaborativa, abierta, que en modo alguno renuncia a los beneficios o a pertenecer y estar en el mercado, pero que es capaz de utilizar otro tipo de armar. Armas que van desde la fase de ideación hasta la de distribución y venta. Incluso los entornos se “masifican” y se vuelven colaborativos con los espacios de coworking.
Posiblemente los dos pilares de la economía crowd sean hoy en día, como he comentado antes, el crowdsourcing y el crowdfunding. El crowdsourcing supone la asunción de que parte del proceso productivo, comercial o de venta (o todos) va a ser gestionado de manera colaborativa con grupos de personas externos a la empresa. Cuando empresas como Airbnb o Knok publicitan y venden en sus páginas lo que están haciendo es conseguir que potenciales usuarios, no profesionales, con intereses económicos, por supuesto, pero que no forman parte de los generadores habituales de producto, estén creando oferta muy segmentada, con un alto nivel de personalización y permitiendo unos costes y precios mucho menores. De hecho Airbnb ha recibido críticas de, por ejemplo, los apartamentos de alquiler regulados, por competencia desleal.
El crowdsourcing entendido en sentido amplio podría incluir a la innovación abierta, con plataformas como Innocentive, o con proyectos como Lego Cuusoo, donde los propios usuarios diseñan los modelos y deciden cuáles se producen.
Por otro lado, el crowdfunding supone la financiación colectiva, la utilización de la masa para la microfinanciación de modo que los propios usuarios aportan un pequeño porcentaje de la inversión necesaria a cambio, por lo general, de alguna ventaja sobre el producto o servicio. Una de las plataformas de crowdfunding más interesantes es Goteo, en cuya página se presentan múltiples proyectos en los que poder participar aportando una pequeña cantidad para su financiación.
Del ecosistema de Goteo participa también Colaborabora, una especie de movimiento y espacio de reflexión que tiene entre sus focos el trabajo en torno al procomún, del que hablaré en otra ocasión pero que tiene mucho que ver con la economía crowd.
Recientemente Antoni Gutierrez-Rubí y Juan Freire ha escrito un interesantísimo libro, Manifiesto Crowd, que contempla una serie de máximas, al estilo de las ya clásicas del Manifiesto Cluetrain. Entre ellas están por ejemplo:
- Los mercados son relaciones
- Contar con un mercado aparentemente cautivo y perder la posición ante la sociedad nos lleva tarde o temprano a la ruina.
- La empresa del siglo XXI no puede estancarse en un su perímetro de seguridad, debe explorar el posible adyacente.
- Las empresas deben explotar lo que saben hacer, pero también explorar lo que podrían llegar a conocer.
- La empresa crowd transforma el conocimiento colectivo en relaciones, organización y negocio.
…entre otras.
En definitiva, la economía crowd trata de aprovechar el valor de la comunidad, de movilizar la fuerza comunal que representan los grupos de ciudadanos y consumidores que posibilitan o pueden posibilitar mejoras en la gestión y en los costes, en la creación de valor y en la distribución del mismo.
4 Comentarios
El problema de lo pro.común, pro.tagonista, pro.intangible, pro.activo, pro.relacional, pro.tecnológico, etc., es siempre el mismo: Lo político en España es demasiado intervencionista con lo Público. Se les va de las manos el control y por eso deciden intervenirnos controlándonos, monopolizando (redes, telefonía, proyectos, empresas públicas…), y por consiguiente todo esto es sinónimo de no crecimiento o de desconfianza que es mucho peor. Los autónomos de nuestras pequeñas industrias culturales y creativas estamos todos igualmente de atascados porque el Estado con mayúsculas está ralentizando el crecimiento porque meten las narices donde no les llaman y además crean con el dinero público fuegos de artificio terminando de despistar al pequeño inversor, emprendedor o iniciativa que se brinde.
No necesitamos un conjunto de máximas que nos digan que lo global empieza por la red y la colaboración o el bien común, necesitamos que se legisle lo privado organizativamente y sobretodo hacernos más fuertes, si cabe, para que atajar economías de fondo comunistas como son en el fondo las nuestras intervencionistas y de «progreso» ficticio o neoliberales cuando en el fondo no lo son. Son liberales para lo que les interesa. Por tanto, a qué tanto decálogo? Quién quiere engañarnos con 25 años de experiencia en new media y probando todo tipo de procedimientos? En fin, ahí queda.
Soy diseñadora gráfica, me pareció excelente el artículo sobre LA ECONOMÍA CROWD, inteligente, innovador y bien escrito. Felicitaciones para el Autor!
Lo que se dice más arriba tiene toda la razón, estoy de acuerdo.
¿Hoy en día se está llevando a cabo?