La visión tradicional de la igualdad entre hombres y mujeres se basa en una razón fundamental: el hecho de tanto los unos como las otras somos personas y, consecuentemente, debemos tener los mismos derechos y las mismas oportunidades. Esta es la razón fundamental, pero no es la razón de la que se hablará en este artículo, en el que se opta por una más prosaica, cual es la relacionada con el negocio que es el progreso en la igualdad de género para toda la gente (tanto para las mujeres como para los hombres). A continuación, se aborda este tema sobre la base del Informe sobre el desarrollo mundial 2012: igualdad de género y desarrollo del Banco Mundial, mostrando, en primer lugar, los datos y, en segundo lugar, las causas que convierten a la igualdad de género en un negocio.
Los datos
De acuerdo con su título, el Informe se refiere al mundo en su conjunto e incluye, por lo tanto, a los países desarrollados y en desarrollo. En el mismo se señala que “las mujeres han obtenido logros sin precedentes” “a un ritmo que habría sido impensable hace tan sólo dos décadas”. Estas son las luces y esto no significa que no haya sombras. Las hay, y muy duras. Por ejemplo, respecto a la mortalidad, “la probabilidad de que una mujer muera durante el parto en África al sur del Sahara y en partes de Asia meridional todavía es comparable a la de Europa septentrional en el siglo XIX”.
Los progresos (las luces) se han centrado en determinados ámbitos. Especialmente, en la esperanza de vida al nacer y en la educación. Respecto a la primera, la esperanza de vida al nacer de las mujeres “ha aumentado espectacularmente en los países en desarrollo (entre 20 y 25 años en la mayoría de regiones en los últimos 50 años)”. El resultado es que “ahora las mujeres tienen una vida más larga que los hombres en todas las regiones del mundo”. Lo importante y lo que se debe resaltar es que este proceso se ha producido en “todas” las regiones del mundo y no, como era habitual antes, en “la región” formada por los países desarrollados.
En lo que se refiere a la educación, “los progresos … han sido firmes y constantes en todos los niveles de la enseñanza: primaria, secundaria y terciaria”. Concretamente, “dos terceras partes del total de países han alcanzado la paridad de género en la matrícula en la enseñanza primaria, mientras que en más de una tercera parte el número de niñas supera con mucho el de niños en la enseñanza secundaria”. En la enseñanza universitaria nos encontramos, por lo demás, con “una clara inversión de los patrones históricos”. Y es que “actualmente hay más mujeres que hombres” en la Universidad en el mundo en su conjunto.
En el capítulo correspondiente a las sombras, hay que señalar, como mínimo, dos aspectos: por una parte, las desigualdades persisten en un tema clave, cual es la mortalidad relativa de las mujeres respecto a los hombres. Este es un tema sobre el que llamó la atención el Premio Nobel de Economía Amartya Sen hace ya bastantes años, en 1990, en un célebre trabajo titulado “Missing Women” (“Mujeres desaparecidas”). Con este rótulo, se refería Sen a las mujeres que faltaban por razones no biológicas, sino sociales (la desigualdad de género, en definitiva). Pues bien, en el Informe se efectúa una estimación del “exceso de mortalidad femenina” (el exceso de mujeres que mueren por dicha desigualdad de género) y se concluye que “A nivel mundial, el exceso de mortalidad femenina después del nacimiento y las niñas “de menos” al nacer representan anualmente unos 3,9 millones de mujeres menores de 60 años. Aproximadamente dos quintas partes de ellas no llegan a nacer, una quinta parte muere durante la infancia y la niñez y las dos quintas partes restantes lo hacen entre las edades de 15 y 59 años”.
Por otra parte, “sigue habiendo disparidades de género considerables” vinculadas a la pobreza (“en los países más pobres, y para las mujeres pobres en casi todos los países”) y las disparidades empeoran cuando a la pobreza se unen otros “factores de exclusión” tales como “el origen étnico, la casta, la lejanía, la discapacidad o la orientación sexual”. Así, por ejemplo, “casi dos terceras partes de las niñas que no asisten a la escuela en todo el mundo pertenecen a grupos étnicos minoritarios dentro de sus propios países”.
Las causas
En el Informe se plantea la pregunta de si la igualdad de género es importante para el desarrollo y la respuesta es rotunda: “la igualdad de género es parte de la economía inteligente”. Ello es así por tres razones diferentes:
Primera, porque la eliminación de las barreras que impiden el acceso de las mujeres “puede dar lugar a aumentos generalizados de productividad”. La razón es que “las mujeres representan ahora más del 40% de la fuerza de trabajo a nivel mundial, el 43% de la mano de obra agrícola y más de la mitad de la matrícula universitaria del mundo” y “para que una economía aproveche todo su potencial, las habilidades y los talentos de las mujeres deben dedicarse a actividades que hagan un uso óptimo de esas capacidades”. Esto es, no estamos hablando de la equidad (de que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, la razón fundamental) sino que estamos hablando de la eficiencia, de que no hacer “un uso óptimo de esas capacidades” es muy mal negocio, especialmente en un mundo cada vez más globalizado, en el que “la utilización eficiente de los recursos es esencial para la competitividad y el crecimiento de un país”.
Segunda, porque por el hilo de las madres se llega al ovillo de los hijos y las hijas, a los jóvenes, a la generación de relevo. Así, “un mayor control de las mujeres sobre los recursos del hogar conduce a una mayor inversión en capital humano de hijos e hijas, con efectos positivos dinámicos en el crecimiento económico”. Es importante resaltar el hecho de que los datos apuntan hacia el beneficio que obtienen ambos géneros de dicho “mayor control de las mujeres”, tanto porque se invierte más en capital humano como porque se beneficia a ambos. Por ejemplo, “en China, incrementar los ingresos de las mujeres adultas en el equivalente de un 10% del ingreso familiar medio hizo que aumentaran… los años de escolarización tanto de los niños como de las niñas”. Esto no ocurre cuando el aumento lo obtienen los hombres (“por el contrario, un incremento comparable en los ingresos de los hombres hacía disminuir… los logros educativos de las niñas, sin tener efectos en los niños”).
Tercera, porque “equilibrar la balanza (de manera que las mujeres y los hombres gocen de las mismas oportunidades de tener una actividad social y política, tomar decisiones y definir las políticas) probablemente conducirá con el tiempo al establecimiento de instituciones y opciones de política más representativas y más incluyentes”. Un ejemplo muy claro a este respecto lo tenemos en el mundo desarrollado, concretamente, “en Estados Unidos, el voto femenino llevó a los responsables de las políticas a dedicar atención a la salud infantil y de las madres y contribuyó a reducir la mortalidad en la primera infancia entre un 8% y un 15%”.
En síntesis, según el Informe sobre el desarrollo mundial 2012 del Banco Mundial, las causas por las que los avances en la igualdad de género son, además de justos (equidad), un negocio (eficiencia) son tres: primera, porque permiten aprovechar todo el potencial de esas mujeres que ya están incorporadas a la actividad productiva o que pueden incorporarse a la misma en cualquier momento; segunda, porque aumentan el capital humano de los hijos e hijas, los jóvenes, la siguiente generación, y, tercera, porque nos llevan hacia sociedades más inclusivas y, por lo tanto, más desarrolladas.
Sobre el autor:
Cándido Pañeda, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo.
Artículo original publicado en LNE, domingo, 2 de diciembre de 2012, p. 42. y cedido a Sintetia