En la recesión que nos ha tocado vivir, uno de los asuntos de política económica que más hemos escuchado tratar son los famosos recortes. Más allá de la discusión sobre si hay recortes o redistribución de partidas presupuestarias, es indudable que dos tipos de partidas presupuestarias han experimentado una importante revisión a la baja: inversión pública e investigación y desarrollo. Tampoco hay dudas en que la investigación y desarrollo son fundamentales para el crecimiento económico. Muchos científicos, investigadores y publicaciones de renombre mundial han criticado los recortes en esas partidas argumentando que con ellos nos jugamos el futuro de nuestra economía.
Yo, sin embargo, considero que todas esas afirmaciones y declaraciones contienen varios errores fundamentales. Los detallo.
- Es un error asociar necesariamente I+D con innovación. La I+D es una forma de crear innovación, pero ni es la única ni la innovación es una consecuencia directa de la I+D.
- Es un error asociar I+D con presupuesto público en I+D. También asociar innovación con las partidas contables que la recogen (200, 201, 620).
- La I+D ha de ser rentable por sí misma. Una investigación no rentable (¿confección de boinas con maquinaria de control numérico?) debería ser evitada.
- La subvención a la I+D no es mala por sí misma, ni mucho menos. Es ineficiente por sí misma.
- La I+D básica (en física teórica o en matemáticas, por ejemplo) ha sido realizada históricamente por las universidades, que la rentabilizan por prestigio, no por patentes.
¿Qué es innovación? ¿Qué es investigación y desarrollo?
Parto de que innovación es todo lo que suponga cambio o reorientación. En un producto o servicio, en cualquiera de sus atributos, en una organización, en un proceso, en un procedimiento. Cualquier empresa (y cualquier organización) realiza constantemente innovaciones, pequeñas o grandes, y a todos los niveles. La I+D es el proceso por el cual se genera innovación, sea esta aplicable o no. Y sí, la investigación teórica es innovación en conocimiento.
En palabras de Juan de Juan, referidas al ámbito empresarial:
“la innovación tiene poco que ver con inventar un esmorciador trifásico con serboconectores bipolares que sea capaz de flashear el chumacero de tu PC para así conseguir que la tarjeta gráfica rebaje su impedancia un 10%. Tiene más que ver con coger lo que la gente ya tiene, y ofrecérselo de otra manera”.
Y yo añado: de una manera que le guste más al cliente.
Muy lejos de situarme en el “que inventen ellos” de Unamuno, afirmo que toda organización que permanece en el tiempo es, necesariamente, creadora e implementadora de innovación. ¿Acaso alguien puede creer que una empresa, por pequeña que sea, que sigue abierta tras 15 o 20 años de actividad, hace las cosas exactamente igual que el primer día?
Imaginemos el negocio que podamos suponer más refractario a la innovación: un bar de polígono industrial. Seguro que en los últimos 15 años ha cambiado de proveedores, vestuario, televisor, caja registradora, forma de comunicar los datos a su asesor, cadena de frío, surtido de pinchos y bocadillos, platos en el menú,… Y todo esto ES innovación, una innovación que le ha permitido mantenerse en funcionamiento.
Respecto a la I+D, aunque el modelo español (y europeo) de investigación sea la realizada de forma burocratizada a través de las subvenciones, este no es ni el único ni el mejor. Recordemos que Einstein enunció la teoría de la relatividad especial en 1905, siendo empleado de la oficina de patentes. Dicho de otra manera, revolucionó la física mientras atendía su trabajo remunerado. Recordemos que ARPANET (la red madre de Internet) fue un encargo del departamento de defensa de EEUU. Un encargo (pagadero por resultados), no fruto de subvención. Este modelo, inserto en la ya de por sí endogámica universidad española, llega a premiar con premios y becas a científicos tramposos y plagiadores.
Tampoco parece que el modelo de patentes sea el mejor para incentivar la investigación. La idea básica de las patentes, garantizar un monopolio absoluto sobre su invención durante un plazo determinado a aquel que registra algo (que es, supuestamente, su creador) para asegurar que pueda obtener los beneficios que genere su invento, suena muy bien en teoría. Parece que genere incentivos para crear algo nuevo, pero es un modelo obsoleto en la práctica.
Primero porque protege a quien registra, no a quien inventa. En EEUU hubo un abogado que registró la patente de un «motor de la carretera», George Selden, registrando básicamente el poner un motor de combustión interna en un chasis con cuatro ruedas, aunque jamás fabricó coches. Y todos los fabricantes de la época, como Duryea u Oldsmobile, le pagaban un canon por cada vehículo que fabricaban, hasta que Henry Ford se negó. Tras una larga batalla judicial Seldon perdió y dejó de cobrar, pero todo el proceso generó terribles ineficiencias en una industria naciente.
Y segundo porque genera incentivos perversos, hasta el punto de que existe la figura del troll de patentes, aquel que patenta no para proteger su invención sino para demandar y cobrar a los que sí generan productos innovadores. Y esto se desarrolla hasta el punto de que se ha llegado a patentar… ¡el trolleo de patentes!
Entonces, ¿cuál es mi propuesta? Que la innovación está en todas las cosas. Perdón por lo largo y difícil de la frase:
La innovación es todo aquello que logra aumentar de forma sostenible y rentable el valor percibido por nuestros clientes, bajar de forma sostenible y rentable los costes de nuestro producto u organización o aumentar de forma sostenible y rentable la base de clientes de la organización.
Es el famoso más uso, más usos y más usuarios del Marketing, junto con la reducción de costes de la organización, pasando siempre por el tamiz de la sostenibilidad y la rentabilidad.
El bar que comienza a poner una pastita con el café innova en su producto, la frutería que comienza a ofrecer plátano de freír, yuca o ñame, innova con su producto, cuando Campofrío decide vender sus productos en otra presentación y a un precio por kilo varias veces superior al anterior innova con su producto. Y no es imprescindible un caro estudio de marcado, sino pequeñas pruebas. Ensayo y error.
Pero dejando a un lado la “obsesión por el producto”, la inmensa mayoría de las posibilidades de innovación se encuentran dentro de la organización. Dentro. Cambiar y flexibilizar la estructura de costes, la forma de llegar al cliente, la relación con el cliente, el alcance comercial de la empresa y el aspecto que siempre tiene más potencial, la relación de la organización con las personas que la componen.
Repensar continuamente la organización, las relaciones internas y externas de la misma, y permitir margen de maniobra a las personas que la componen son una inagotable fuente de innovación …¡y de rentabilidad!
¿Por dónde empezar? Por las relaciones internas a la organización, el margen de maniobra de las mismas y el benchmarking bien entendido. Es decir, buscar quién hace algo mejor que todos los demás, descubrir cómo lo hace para ser el mejor, mejorarlo de nuevo nosotros, y aplicarlo a nuestra organización.
Y una última cosa, trabajar siempre pensando en el receptor de nuestro trabajo. Seguiremos hablando de esto último.
3 Comentarios
dispositivo de aieracion forzada s.l.l era una pequeña pime con una patente de utilidad que lucho por conseguir el desarrollo de sus productos sola y tan mala no era la idea cuando la estan copiando
cuando se escribe un comentario no se puede generalizar porque el papel lo soporta todo pero la realidad muchas veces esdistinta
«Mantenerse en funcionamiento y sobrevivir» no es poca innovación y tiene un gran potencial de desarrollo, pero como país me temo que nos es suficiente. En España necesitamos innovaciones que incrementen nuestra productividad para vender en un mundo crecientemente complejo y global y, sobre todo, necesitamos innovaciones que den empleo a 6.200.000 personas que quieren trabajar y no pueden.
El camino pasa seguramente por un tejido social mucho más innovador, abierto y dispuesto al cambio. Por emprendedores y empresarios más audaces y comprometidos y, por supuesto, por un sector público con más visión de futuro. Y me temo que la dirección que estamos tomando, está muy lejos de ser la buena.