Por pura definición nada se puede considerar una innovación si no se materializa en la vida real, si no somos capaces de ejecutar esa idea de la que nace la innovación en algo tangible y con un impacto más o menos mayor en el entorno, sea éste un determinado mercado, una comunidad o un sector. Por lo tanto innovación es todo aquello que genera efectos, se espera que positivos, en la realidad. La innovación, por definición, tiene impacto en el entorno.
Sin embargo este hecho genera una duda doble. Por un lado, ¿qué nivel de impacto genera? ¿Estamos hablando de la transformación del entorno? ¿Es una transformación radical? Pero por otro lado también es interesante analizar en qué entorno se genera ese impacto ¿Global? ¿Local? ¿Personal?
Viene todo esto por un reciente artículo de un buen amigo y además una de las personas a las que con más frecuencia leo, Amalio Rey, que en Dilema del innovador: ¿adaptarse a los cambios o transformar?, parecía encontrar una dicotomía excluyente entre la adaptación y la transformación. Esta dicotomía es fruto sin duda de una vieja clasificación entre innovación disruptiva e innovación incremental. La primera capaz de crear nuevos mercados mientras que la segunda se limita a mejorar lo existente. Personalmente creo que esta dicotomía es falsa, y no es que, como dice Amalio, podamos tener una cartera de proyectos en la que haya tanto proyectos “transformativos” como “adaptativos”, es que creo que un mismo proyecto puede ser ambas cosas al mismo tiempo.
Tenemos tendencia, todos, a la simplificación, a tratar de comprender la realidad desde lo que somos capaces de manejar. Por eso creamos categorías para compartimentar los fenómenos sociales, naturales, económicos… y sentir así que el mundo nos es más cercano. Siempre recuerdo mis clases de macro-economía, cuando estudiábamos la relación demanda-precio, relación que nunca se cumple, es decir, que no es pura, que siempre tiene otros factores que alteran esa relación simple, pero que así estudiada nos da la sensación de comprender la importancia que tiene el precio en la demanda de un producto.
Del mismo modo no creo que exista esa división pura entre innovación disruptiva e innovación incremental. Creo que hay muchos matices y que incluso una innovación incremental puede generar una innovación disruptiva. ¿Amazon es una innovación disruptiva o incremental? ¿Ha cambiado el mercado del retail? ¿Qué innovaciones ha introducido en el mercado y en sus procesos y estructuras? Como mínimo se podría generar un buen debate entre los que piensan una cosa y otra.
Esta simplificación, como digo, nos impide ver la globalidad. Y es normal, porque es muy complicado asumirla para su estudio. Demasiados matices, demasiadas limitaciones propias para llegar a la verdad, por eso trabajamos con certezas más o menos consistentes. Estas certezas nos llevan a diferenciar entre, como digo, innovación incremental e innovación disruptiva. Pero en realidad no creo que deban de ser necesariamente excluyentes. Pensemos por ejemplo en Zappos. Zappos es una empresa que utiliza un modelo de organización llamado holacracia, que se caracteriza por crear grupos con una autonomía extrema en la auto-organización y ejecución y una estructura con una gran horizontalidad. Es un modelo profundamente disruptivo a nivel interno, pero que tiene como objetivo la adaptación más rápida a entornos inestables y cambiantes como son los actuales. Es lo que yo llamo Adaptación por Transformación, hacer cambios radicales para poder adaptarnos a un entorno radical. Al fin y al cabo, en un entorno tan inestable como el actual ¿no hay en toda innovación algo de adaptación?
La clave de toda esta reflexión está en, como siempre, hacerse las preguntas adecuadas: ¿adaptarnos a qué? ¿Transformar qué? ¿La sociedad, el mercado, el entorno? ¿Es posible adaptarnos y transformar al mismo tiempo? Pensemos que la adaptación es de fuera a dentro, la transformación es de dentro a fuera. Nosotros nos adaptamos a lo que hay fuera, a lo que primero existe, a lo que está antes que nosotros iniciemos cualquier cambio, cambio que no es sino el encaje de lo que somos a eso que ya es. Cogemos información de fuera, la procesamos y a partir de ahí cambiamos para poder vivir en el entorno, en el ecosistema.
La transformación, en cambio, es de dentro a fuera, primero creamos nosotros y luego sacamos esa creación a la realidad, al entorno para transformarlo. Son procesos tan aparentemente distintos que no es raro que se den juntos en un círculo virtuoso de adaptación-transformación constante. Lo de fuera viene dentro, lo que nos da información, nos hace más inteligentes, mejores, lo que nos permite construir ideas, productos, procesos mejores que sacamos al exterior y mostramos, para que otros los copien e inicien un nuevo ciclo de acción-reacción de mejora y conocimiento continuo.
Es cierto, como he comentado antes, que en un solo proyecto de innovación se puede dar, según mi opinión, el resultado mixto de la adaptación y la transformación. Trabajamos distintos entornos de innovación, buscando distintos resultados (organización interna, posicionamiento en mercados, aumento de ventas, reducción de costes, mejora de experiencia de usuario…) y puede ser compatible aplicar resultados distintos a distintos escenarios en un mismo proyecto (como el ejemplo de Zappos). Pero dicho esto creo que es muy interesante aportar una visión más global de cualquier proyecto de innovación dentro de un modelo y estrategia empresarial. Soy de la opinión de que una empresa que no tiene costumbre de innovar e inicia un proyecto de innovación a lo máximo que va a llegar es a la innovación por casualidad. Hace falta una transformación interna, fundamentalmente mental, para tener lo que yo llamo empresas con capacidad para innovar. Y este tipo de empresas requieren un análisis de amplio espectro.
Pongamos el caso de El Bulli, ejemplo de transformación sin adaptación, un proyecto de innovación profundamente disruptiva pero que no fue capaz de adaptar su estructura a un modelo de sostenibilidad que le hubiera permitido existir. Sin embargo, cuando abrimos el foco vemos que sí ha habido adaptación. Lo que hizo Ferrán Adriá y su equipo fue iniciar un profundo proceso de transformación propio que tuvo un impacto esencial en el sector de la alta cocina, un sector muy tradicional y estático que sufrió un impacto de transformación que obligó a otros chefs a cambiar y a crear a su vez nuevas técnicas y platos que aceleraron el proceso.
Este cambio en el sector hizo que muchos restaurantes fueran económicamente inviables, El Bulli entre ellos, pero abrió nuevas formas de financiación y modelos de negocio, que es lo que Ferrán Adriá hizo adaptándose al nuevo entorno, y transformando El Bulli en una fundación. En realidad su proyecto ha sido altamente adecuado al nuevo entorno y ecosistema que se ha generado. Se me dirá que Ferrán Adriá no sabía que iba a haber estos cambios, la profundidad de los mismos y cómo se iba a configurar el nuevo ecosistema, qué oportunidades iban a surgir, y es verdad, pero una empresa innovadora tiene en su ADN la capacidad de adaptación al entorno, incluso cuando ese entorno se ha transformado a causa de los cambios introducidos por la misma empresa.
Una empresa innovadora no creo que deba elegir entre transformación y adaptación, creo que son dos caras de la misma moneda y que una siempre lleva a la otra. Podemos seguir llamando a un tipo de innovación disruptiva y a otro incremental, pero lo que de verdad es relevante es el impacto que pueda tener en el ecosistema en el que se da. Es posible que una innovación incremental genere un mayor impacto y cambie todo un sector, mientras que una disruptiva no termine de despegar a pesar de ser potencialmente transformadora. Esto no va de precios y demandas, aquí hay muchos más factores que hacen que una innovación se implante y otra no.