La lotería se ha convertido en un bien de consumo extremadamente popular en numerosos países a lo largo de todo el mundo. Sirva como ejemplo que en el año 2008 los españoles gastaron más de 11.500 millones de euros en lotería, cifra nada despreciable que representa algo más del 1,3% de la Renta Nacional Disponible de dicho año.
El crecimiento y expansión mundial de este producto puede explicarse a partir del interés de los diferentes estados por encontrar una fuente de financiación alternativa que les permita obtener recursos sin la necesidad de recurrir a nuevos impuestos o incrementar los ya existentes. De hecho, un porcentaje de las ventas de la lotería no es retornado a los jugadores en forma de premios, sino que es asignado a diferentes actividades de índole benéfico-social, cultural y/o deportivo o revierte directamente a los presupuestos de los estados, destinándose a a la construcción de hospitales, carreteras, educación, lucha contra la marginación, etc.; de ahí que la lotería pueda entenderse como «un impuesto implícito voluntario”. Tanto es así que generalmente este mercado es un monopolio estatal o se gestiona a través de una concesión administrativa totalmente regulada.
Pero, ¿quién juega a la lotería?, ¿sobre quién recae la carga de este “impuesto implícito voluntario”? En primer lugar habría que destacar que, desde la perspectiva del análisis económico, puede parecer una cierta contradicción el atractivo por la lotería para individuos que se suponen maximizadores de utilidad (renta) y aversos al riesgo: el precio del ticket excede del valor esperado del premio, por lo que la lotería es a priori una apuesta injusta. Sin embargo, su consumo se sitúa ya en cifras significativas y parece no haber alcanzado aún su techo. Es precisamente esta tensión entre los aspectos normativos y positivos del juego la que ha suscitado el interés del análisis económico por las características de su demanda, incluyendo la relación entre la renta de los individuos y su (frecuencia de) participación en estos mercados.
Esencialmente, gran parte de los trabajos académicos sobre esta materia han abordado el análisis tanto del perfil de los jugadores como de los determinantes de su participación en el juego y de aquellos que influyen en la cuantía del gasto. Básicamente, estos estudios han tratado de dar respuesta a cómo el nivel de renta afecta al gasto realizado en lotería y si el “impuesto implícito voluntario” que se supone sobre su consumo presenta un carácter progresivo, regresivo o neutro. Esto es, si el gasto en este juego aumenta con la renta – con lo que los individuos con rentas más altas sustentarían la mayor parte de la recaudación del estado vía lotería (Robin Hood) – o si, por el contrario, son los individuos con rentas más bajas los que realizan un mayor desembolso en este mercado y soportan por tanto la carga de este peculiar impuesto (Sheriff de Nottingham).
A partir del análisis de la variación observada en el gasto en lotería a lo largo de la distribución de la renta, tras controlar el efecto de otras variables socioeconómicas y demográficas, la literatura empírica ha encontrado que el gasto en lotería se concentra de forma desproporcionada en aquellos individuos con rentas más bajas. Además, tanto las estimaciones de valores negativos para el Índice de Suits como las elasticidades-renta inferiores a la unidad sugieren que la lotería puede considerarse un impuesto implícito regresivo. De este modo, los principales críticos a la introducción de una “lotería estatal” como medio de financiación del sector público para sostener fines sociales argumentan que, al final, son los individuos con rentas más bajas los que, a través de un consumo desproporcionado, acaban soportando la carga de este “impuesto implícito voluntario”.
No obstante, ¿qué explica la participación en este mercado?, ¿por qué la gente juega? Puede que los individuos con menor renta estén dispuestos a asumir el precio de “soñar” con la posibilidad de obtener un premio que incremente considerablemente su renta o incluso cambie radicalmente sus vidas, pero este ya es otro modelo.
Sobre el Autor:
Leví Pérez, profesor de economía de la Universidad de Oviedo, inicia una serie de artículos sobre la lotería. ¿Qué dice la teoría económica de sus causas y consecuencias?